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Con Cuba, aunque estés «lejos»

Este lunes falleció Juan Carlos Tabío,un cineasta de primera línea que vivía convencido de que «el amor siempre se impondrá a cualquier intento de parcelar el espíritu humano con conductas intolerantes»

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Admitió que se había convertido en director de cine «por un golpe de suerte» que llenó de bendiciones a Cuba, la cual se vio privilegiada por esas extraordinarias películas que le legó y que la hicieron reír, llorar, pensar, conocerse y amarse más a sí misma.

Contaba que por medio de una amiga de la familia comenzó a trabajar en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) como ayudante de producción, un hecho de hace 60 años que don Juan Carlos Tabío hubiera celebrado en este 2021 junto a su pueblo, que siempre lo ha tenido bien cerca del corazón, de no haber sido por esa muerte suya que lo ha golpeado con fuerzas este lunes.

«Sin esa señora, insistía, hubiera hecho otra cosa con mi vida. La vida te lleva, no la llevas tú a ella. No puedes saber adónde te llevará», pero en el caso del también ilustre guionista, su tierra estará eternamente en deuda con el «destino» por haberlo conquistado para el séptimo arte. Tal vez la diplomacia perdió un servidor público extraordinario, carrera en la que pensaron sus padres. Por el ser humano tan querido que era, lo más seguro. Pero sin Juan Carlos Tabío, Cuba se hubiera perdido películas esenciales dentro de la filmografía nacional como Se permuta, Plaff, Lista de espera, Aunque estés lejos y El cuerno de la abundancia, a las cuales se suman aquellas dos icónicas, también aplaudidas en el mundo entero, que codirigió con el gran Tomás Gutiérrez Alea (Titón), Fresa y chocolate (1993) y Guantanamera (1995).

Fue asimismo asistente de dirección antes de realizar su primer documental en 1963 (nos sorprendería con más de 30 hasta 1980) y de dedicarse a aportar su ingenio como guionista de varios filmes importantes de la cinematografía cubana. Dos décadas después nos entregaría su ópera prima, Se permuta, cuyo libreto, nacido de una idea de Titón, se probó inicialmente en las tablas del Mella bajo el título de La permuta, montaje representado por el grupo Bertolt Brecht que entonces dirigieron Mario Balmaseda y quien recibiera en 2014 el Premio Nacional de Cine.

El crítico Luciano Castillo recuerda el suceso artístico de la siguiente manera: «Fue un hecho insólito en nuestro ámbito. En cada función el escenario del Mella se transmutó en moviola en la cual el cineasta pudo probar y modificar el libreto cinematográfico y pulirlo dramatúrgicamente». Y el público los adoró: a Juan Carlos Tabío y a su cine, en el que ha reinado la comedia que necesita de la ironía.

Y es que el autor de admirados cortos de ficción al estilo de Dolly Back y La entrevista, se negaba a dicho género como un arte menor. Un error —la defendía con razón—, pues el humor puede ser un mecanismo de penetración en la realidad, utilizado para revelar algunas de sus claves y para invitar a una reflexión. También, por supuesto, para entretener, porque «una obra que aburra, apuntaba, es una obra fallida».

Plaff, que escribió al lado de Daniel Chavarría, llegaría a finales de la década de los 80 para evidenciar que el entusiasmo que despertó con Se permuta y los ya mencionados Dolly Back y La entrevista no era en lo absoluto infundado. Plaff o Demasiado miedo a la vida, como decidieron nombrarla...

«La vida es cambio, lucha y contradicción. El que tiene miedo a la vida es el que muere, y el que la asume como riesgo, vive. Lo que quise hacer en Plaff es romper los caminos trillados y hacer una crítica del voluntarismo que existe en Cuba, a veces, que consiste en hacer algo para cumplir una meta, quede bien o quede mal. Por ello quisimos “jugar” y hacer una película mal hecha. Existe una manera de ser y pensar burocrática, que es como una enfermedad del espíritu», señaló quien entre 1989 y 1990 se desempeñó como profesor de guion y dirección cinematográfica en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños y en la Famca. El mismo que criticaba ese cine cubano de ficción que padece el estigma de la ñoñería. «Esto puede resumirse en un cine sin conflictos mayores, en problemitas que no reflejan ni por carambola el desarrollo de la conciencia social e individual. (…)

«Uno tiene necesidad de que le narren un cuento, y ese cuento que nosotros contamos es, sencillamente, ñoño, aunque en honor a la justicia, algunas veces el cine ha estado por encima, desde el punto de vista narrativo, de otras manifestaciones. ¿Y por qué ocurre este delirio de la expresión? Existe un debate interno en el artista que se polariza en un apotegma: hablar de nuestras contradicciones es darle armas al enemigo. Es un debate no solo interno, sino también externo. Ahí está el meollo de la censura y la autocensura. En la medida en que seamos consecuentes o no con ese apotegma, haremos o no un arte ñoño, una literatura fofa», expresó.

Andaba centrado en El elefante y la bicicleta cuando lo convocó su amigo Titón, ya enfermo, luchando contra un cáncer de pulmón. Su maestro, el genial autor de Memorias del subdesarrollo, La última cena y La muerte de un burócrata, y su compañero de escritura en Hasta cierto punto, lo había elegido para que codirigiera el largometraje cubano de 1993 que logró competir en la categoría de Mejor Película Extranjera en los Premios Oscar.

El elefante y la bicicleta había sido ya rodado y hasta «tenía un primer montaje, trabajado, elaborado», según le hizo saber Carlos Barba para el documental Del cine y otros demonios (2006), «cuando Titón viene a verme, porque él a su vez estaba terminando el guion junto con Senel (Paz). Recién habían comenzado los trabajos de prefilmación, pero los médicos insistían que debían volver a operarlo, el cáncer había tenido una metástasis, y él no quería abandonar la película en ese momento porque después, a lo mejor, no se podía retomar (...)yo le dije, por supuesto, que sí (...) había participado mucho con Titón y con Senel en los trabajos de guion, en el casting, visitas a locaciones, veíamos los videos que él había hecho...Teníamos una relación muy estrecha como con todas las películas, como él la tuvo también con El elefante y la bicicleta y con Plaff, y mucho más con Se permuta...

«Entonces le dije: “Mira, lo que podemos hacer es que yo interrumpa el montaje de El elefante y la bicicleta y a partir de mañana, (porque eso fue domingo cuando él y Mirta vinieron), yo me incorporo a la película”. Y me dice: “Bueno, perfecto, entonces vamos a hacer la película a cuatro manos”».

Y a cuatro manos también nos premiaron con Guantanamera, que vio la luz al año siguiente. Después, quien fuera miembro activo de la Academia de Hollywood por su relevante trayectoria profesional, acabaría por completar una obra sólida, inquieta, ingeniosa, que reuniría títulos que permanecerán por siempre en la memoria agradecida de sus coterráneos, realizados con maestría por ese cineasta de primera línea que vivía convencido de que «el amor siempre se impondrá a cualquier intento de parcelar el espíritu humano con conductas intolerantes».

 

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