Compañía del Cuartel. Autor: Karel Bofill Publicado: 23/11/2020 | 09:41 pm
La habitual Semana de teatro alemán que anualmente tiene lugar en La Habana ha mostrado su provechosa tenacidad pese a las circunstancias difíciles que vivimos. Bajo el auspicio del Consejo Nacional de las Artes Escénicas y el Goethe-Institut, la jornada que duró dos fines de semana (y en algunos casos prolongará a mayor tiempo los estrenos) presentó seis piezas que, al decir de Petra Rohler y Michael M.Thoss, representantes del país europeo, «ofrecen una impresión de la variedad de la literatura en lengua alemana durante los últimos 200 años. A la vez desde Michael Kolhaas hasta Petra von Kant reflejan la tragedia del individuo en un mundo hostil».
En ese grupo se incluye Cómo puedo encontrarte, atraerte y convencerte para que te quedes, de Anna Hilling, puesta en escena por Sahily Moreda para su Compañía del Cuartel en la sala Tito Junco del complejo cultural Bertolt Brecht. Partiendo de la Ars Amatoria de Ovidio, de la cual toma en alguna medida su estructura, cuatro parejas integradas por personas de diversas edades y profesiones se (des)arman, también se (des)aman: dudas, insatisfacciones, egoísmos, desconfianzas, recelos, suspicacias, despechos y abandonos van alternándose en y desde las complicadas personalidades que forman estos vínculos, tomando como punto de arranque una fiesta que se prolonga a otros puntos de la ciudad, emprende continuidades y rupturas que emblematizan no solo la complejidad de las relaciones eróticas, sino humanas en general.
Sahily erige un montaje auxiliada escenográficamente solo de unas cajas huecas que hacen las veces de sillas, o de bancos de parque, o camas o cualquier asentamiento donde también lo hagan las pasiones en juego, literalmente, pues es lo que emprenden estos hombres y mujeres, aunque se trata de un juego muy serio, que todo el tiempo arriesga y bordea todos los abismos, incluido la muerte.
La perspectiva metonímica del espacio (en el que los traslados no solo son físicos y geográficos, sino también de sensaciones y sentimientos) implica un movimiento escénico que aporta la imprescindible dinámica de la pieza, algo en lo que el diseño escenográfico y lumínico de Daniel Pérez desempeña un rol protagónico, así como el trabajo coreográfico (Darlene Mena) que complementa la agudeza verbal del texto, no reñida con el denso tejido metafórico y filosófico que trasuntan los diálogos y los comentarios del narrador, estos a veces un tanto excesivos en la puesta.
También el vestuario y la peluquería de Mariam Domínguez se suma a caracterizaciones que van muy bien con los sujetos del dramatispersonae, y con esa postura lúdica que maneja la autora.
Aunque siempre haya desempeños que sobresalen, y otros que no están a la altura, puede hablarse de una satisfactoria labor de conjunto en los actores, quienes se enfrentan a una letra compleja, llena de modulaciones y veleidades dramáticas, a las que responden con encomiable profesionalidad.
Otro de los estrenos fue La excepción y la regla, del eterno e inagotable Bertolt Brecht. Escrita por el dramaturgo y poeta en 1930, es un claro ejemplo de su línea didáctica, precisamente la última obra que concibiera dentro de esta. Un comerciante inicia viaje por el desierto con el fin de obtener cierta concesión petrolera, y se apresura pues teme que otros rivales se le adelanten. Un guía y un cooli serán sus ayudantes, pero la desconfianza y egoísmo del burgués crean situaciones tensas que finalizan en tragedia.
El grupo Impulso Teatro, comandado por el actor Alexis Díaz de Villegas, asumió la puesta que, como es habitual en el maestro alemán, fustiga la justicia y la moral burguesas inclinadas siempre al poderoso en detrimento del humilde, en ese emplazamiento al capitalismo salvaje que recorre toda su obra, de modo que el sumarísimo juicio del final es un amargo broche donde la impunidad para el perverso burgués resulta elocuente de lo parcial y ciega de esa justicia desvalorizada y cómplice con el dinero.
Desde su eficaz «distanciamiento», Brecht nos ofrece un choque no solo clasista, sino sobre todo humano, donde las actitudes, eso sí, responden a un claro condicionamiento socioeconómico.
El montaje de Impulso Teatro propone una lectura enriquecedora desde el punto de vista escénico, que incorpora músicos en vivo (no olvidemos la importancia conferida por el autor a las canciones como eficaz puntero dramático), audiovisuales y un minimalismo respecto a aditamentos escenográficos que, sin embargo, se manejan con destreza y funcionalidad, incorporando ciertos movimientos coreográficos que dinamizan la acción. Así el vestuario (Mario D. Cárdenas), que reproduce época y ambiente con rigor, y se suma a la eficacia de las caracterizaciones.
No ha perdido la oportunidad Impulso… de conferir un guiño de actualidad y contextualización a la pieza, al incorporar audiovisualmente imágenes de los disturbios raciales en la sociedad norteamericana, con las protestas del movimiento Black LivesMatter ante los frecuentes asesinatos a afrodescendientes sin culpa alguna.
Otro acierto de peso en la puesta es el capítulo actoral, que responde con convicción y autoridad indiscutibles a las contradicciones y singularidades de los personajes, encabezados por el premio nacional de Teatro Carlos Pérez Peña, e integrado por jóvenes colegas (algunos en más de un rol) que ya han demostrado su talento en anteriores montajes del grupo: Edel Govea, Arbel Molina, Sergio Gutiérrez, Eudys Espinoza y Dila Martínez, quienes interactúan en provechosa ósmosis con los no menos valiosos músicos Zianya Escobar, Carlos Espinosa, Elianne Montpeller y Amaya Justiz.
Todos mis hermosos caballos es un texto de Michael Kohlhaas en versión, puesta y dirección de Atilio Caballero, para su grupo Teatro de la Fortaleza. En puridad, los cienfuegueros han traído una aventura performática, donde la hibridación, la contaminación y la intertextualidad constituyen la esencia, no lejos de los montajes «documentales» que la compañía emprende habitualmente.
Esta vez, la experiencia «equina» del dramaturgo se funde con la del actor Abel Domínguez, quien asume el monólogo, en realidad diálogo, pues tiene mucho que ver con sus vivencias infantiles relacionadas con su amor por los briosos corceles permiso de Onelio Jorge y los traumas consustanciales a no poder llevar a cabo plenamente ese sueño. La estructura dialógica del texto escénico erigido por Atilio y sus colaboradores implica la interacción con referentes que, tal y explica el adaptador cubano en las notas al programa, inmiscuye a autores tan diversos como el mismo Cardoso, Tolstoi o Aquiles Nazoa, entre otros.
De cualquier manera, el relato dramático reflexiona sobre la soledad, la frustración, los anhelos y el perenne aprendizaje, los nuevos descubrimientos y toda la gama de sentimientos que tejen el humano discurrir en esto de emprender vuelo... o galope, para estar más acorde con la metáfora y su realidad (tan literal también) que anima lo mismo la novela decimonónica en tanto hipotexto como en el hipertexto que constituye el resultante, incluidas las vivencias del actor Abel, quien se desdobla en su propio personaje/actante, dentro de una provechosa entronización de las enseñanzas brechtianas, ese «distanciamiento» que realmente acerca.
Todos mis hermosos caballos es también un mélange artístico que contempla la realización in situ por el artista de la plástica Daniel Antón (coautor del diseño escenográfico, tan sencillo como funcional) de los animales emblemáticos: una talla en madera y alambre, en conexión directa con las vivencias del discursante escénico, así como la ejecución de la violinista María Karla Rifat, quien transita otra provechosa mezcla que va de Saint-Saens y Glazunov a Rollings Stones y Hermann Schein.
Aún quedan puestas de El Público y Ludi Teatro que, como decíamos, se prolongan más allá de la Semana. Pero estas serán motivo de comentario aparte.