Tony Cañas en el camerino del Teatro Bolshoi, de Moscú, maquillando a Alicia Alonso para una presentación del ballet Dido abandonada, en mayo de 1989. Autor: Tass Publicado: 25/11/2019 | 10:57 pm
Conocí a Tony Cañas en los primeros años gloriosos y también prodigiosos de la década de los 60 del pasado siglo. Eran los tiempos en que surgió el Teatro Experimental en la anterior sala Las Máscaras, y además comenzaron los festivales de teatro de la Casa de las Américas con su primer estreno, El pescado indigesto, de Manuel Galich, dirigido por Julio Matas. Así vimos aparecer en esa y otras puestas en escena a Tony, ya desde entonces muy profesional, educado y muy amable al realizar su tarea como maquillista teatral. Todas las anteriores cualidades señaladas y su talento, junto a los conocimientos adquiridos, hicieron de él con prontitud un destacado profesional en su especialidad, y un investigador constante, además.
Yo igual recibí, como otros tantos actores de la época, el acabado artístico de sus prodigiosas y creativas manos, pleno de sensibilidad e inteligencia. Eran muy evidentes también su meticulosa elaboración, especialmente de las caracterizaciones que obligaban a la implantación de narices, verrugas, deformidades o heridas en el rostro, pero sobre todo, a la colocación de bigotes, medias barbas o barbas enteras, para lo cual traía consigo un previo conocimiento de las modas de épocas y, por tanto, de la historia del arte. De todo esto fue atentamente estudioso y observador el joven Tony.
Más adelante, él pasaría a ser el diseñador de maquillaje del emblemático, respetado y respetable Ballet Nacional de Cuba, y cuidadoso artífice de la imagen personal y artística de la eternamente presente prima ballerina assoluta Alicia Alonso. Muchos años más tarde, en el siglo XXI, a finales de su primera década, tuve la dicha de interpretar a la simbólica figura del profesor y teórico del ballet Jean-Georges Noverre, en una performance a título de homenaje por el aniversario de su exitosa vida. Esta preciosa, y hasta cierto punto íntima gala, fue representada en el Museo Nacional de la Danza y dirigida por el reconocido creador Raúl Martín.
En esa inolvidable noche fui caracterizado por el ya renombrado Tony Cañas, quien corrió con el trabajo facial y peluca remontándose al siglo XVIII. En un tiempo adecuado, con celeridad, precisión e indudable talento artístico, realizó su labor que produjo en mí una determinada estimulación para la consecución de la imagen física que debía recrear.
Hurgando en mi memoria, como fiel espectador de nuestro Ballet, tengo la plena convicción de que este aspecto siempre estuvo en primer plano de calidad para el conjunto de los coros, los solistas, los primeros solistas y los primeros bailarines de la compañía.
La concepción de las caracterizaciones denota respeto a las épocas, a los estilos, fundamentalmente a las sicologías, tomando en cuenta los rasgos y posibilidades interpretativas de los artistas, pero, sobre todo, presidido por el concepto de modernidad, muy alejado de emplastos, rayas o burdos elementos caracterizadores. La fineza y el buen gusto han acompañado por siempre a Cañas en su extraordinario quehacer.
En su cumpleaños 90, reciba nuestros más respetuoso, emotivo y sincero reconocimiento a su extensa y majestuosa contribución al verdadero arte.
En detalle
Desde 1961, Antonio Tony Cañas formó parte de agrupaciones como el Conjunto Dramático Nacional, el Conjunto Folklórico Nacional, Danza Nacional de Cuba, Teatro Estudio, el Teatro Musical de La Habana, la Ópera de Cuba y el Icaic.
Comenzó con el Ballet Nacional de Cuba en 1964. A partir de ese instante se convirtió en un artista indispensable para crear atmósferas. Sus manos recorrieron la geografía de los rostros imprescindibles de cada ballet y especialmente el de Alicia Alonso. Su primer trabajo con la prima ballerina assoluta fue en 1965 con el personaje de Odette-Odile. Entonces le dijo: «Quiero ser una lágrima en el II acto». Y cuenta Tony que se sintió «inspirado por aquella imagen poética y hermosa, fue para mí una revelación de la grandeza del arte del ballet y de esta mujer».
En reconocimiento a su valiosa labor, el maestro Cañas ha recibido numerosos galardones, entre ellos, la Medalla Raúl Gómez García, la Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Alejo Carpentier y el Premio Anual del Gran Teatro de La Habana. Y ha extendido su experiencia a múltiples interesados en Cuba y resto del mundo.