Con un título en latín que se pronuncia como si fuese español, y significa lo mismo en el idioma madre que en el nuestro, Eusebio Leal ha compuesto un libro que nos entrega conocimientos y juicios históricos, pero sobre todo nos conmueve por su modo de expresar la historia.
Se titula Aeterna sapientia. Resulta, sí, la eterna sabiduría que pervive en la historia de Cuba, y Leal nos la presenta como si fuese un poema que transfigura todos los hechos que evoca y narra.
Juntando discursos, conferencias y crónicas, Aeterna sapiencia nos hace andar por sitios y momentos fundamentales de nuestra historia de modo que la lectura se nos confunde con el paisaje natural y urbano, y nos acerca tanto a personajes y circunstancias que nos parece que somos testigos muy próximos de actos y palabras. Como en las páginas dedicadas a Carlos Manuel de Céspedes, y en particular a su muerte, en San Lorenzo, sitio de las serranías orientales.
En general, los diversos textos que concurren a integrar este libro, de sobrio y a la vez atractivo diseño, se expresan mediante un lenguaje tan vívido que capta el interés del lector. Las numerosas páginas dedicadas a fotografías de personajes y lugares, también enriquecen a este volumen.
Al leer Aeterna sapientia uno comprende que asumimos una prosa pragmática, como corresponde a la formación estilística del trabajo histórico. Pero Eusebio Leal va más allá de transmitirnos conocimientos e interpretaciones puntuales de los hechos y los ambientes de la historia. Va más allá. Y lo que, según los preceptos estilísticos, debe ser expuesto con palabras severas, objetivas, el Historiador de La Habana lo enriquece con la emoción, y nos transmite la historia envuelta en la pasión cubana.
En verdad, no se puede hablar o escribir de los hitos principales de la Historia de Cuba, sin que en el pecho se nos abra una herida por donde se despeñe la emoción. En Aeterna sapientia, libro publicado por Ediciones Boloña, leeremos un compendio de ensayismo histórico. Con ello quiero decir que cuando Leal escribe sobre nuestra historia, no se propone hilvanar monografías o artículos, sino más bien ensayos con verdades y juicios reverdecidos de lirismo… El rasgo más certero de la convicción.