Alexis Díaz Pimienta proyecta llevar a Chamaquili, de libros a otros soportes. Autor: Cortesía de la Casa Editora Abril Publicado: 02/02/2018 | 10:14 pm
Entender la importancia que tiene Chamaquili para Alexis Díaz Pimienta no es muy difícil. Solo hay que verle la emoción en el rostro cuando recuerda a dos niños españoles disfrazados de sus libros en un desfile en Madrid, o al hablar de los mensajes enviados por adultos que afirman conservar aún ejemplares. Incluso si no se tiene la oportunidad de conocer estos recuerdos basta con llegar a la entrada de su casa, donde un vitral con una imagen de Chamaquili en La Habana da la bienvenida a los visitantes.
Alexis Díaz Pimienta, que no se considera un escritor de literatura infantil, al menos no exclusivamente, es muy disciplinado. Ensaya el ejercicio de la escritura, muchas veces para adultos, a diario. Es entonces cuando se abruma por los proyectos más complicados, que los textos para niños devienen su «válvula de escape». Otras veces, solo el disfrute de un volumen para los más chicos le funciona al repentista como pie forzado.
Diez años cumple el personaje de esa serie que siempre deja al lector con deseos de más, y que ha merecido el Premio La Rosa Blanca en varias ocasiones. Para celebrar tan importante aniversario se presentará este sábado, a las 11:00 a.m., El Gran libro Chamaquili, en el Pabellón Cuba. En conversación con nuestro diario Alexis Díaz Pimienta nos reveló algunos de sus sueños y alegrías junto a ese pequeño tan querido.
—¿Cómo nació Chamaquili?
—El género de literatura infantil fue el último en el que me aventuré. Ya había escrito de todo para adultos: novelas, cuentos, teatro, poesía, ensayo, un libro metodológico, pero le tenía mucho respeto a la literatura para niños. He sido un gran lector del género y cuando conoces obras cumbres como las que yo consultaba, estableces una distancia de respeto muy fuerte.
«Previo a Chamaquili había publicado Cuentos clásicos en verso, adaptaciones mías de las historias de Andersen, Perrault, los hermanos Grimm. Chamaquili era diferente. Cuando nació mi hijo Alejandro, yo tenía ya dos mayores: Axel y Alex; para ellos no hice libros, sino muchos poemas de padre ausente, nostálgico. Ya con Alejandro era más maduro. Convivir con un pequeño, el contacto diario, me abrió el universo de los niños, que siempre está allí, pero a veces lo dejamos pasar y se olvida. Yo tuve la precaución de evitar que eso pasara.
«Puse la técnica, el oficio, pero el mérito grande era de Alejandro. Los mejores versos de los primeros libros son suyos, yo solo los transcribía y les daba forma. De esta manera nació el personaje: comenzó por una necesidad familiar, paternal, de recoger lo que decía mi niño y luego lo fui juntando todo en un librito. Al final me di cuenta de que no eran solo las ocurrencias de mi hijo, sino las de todos los niños.
«Así, hay muchos poemas que son de Axel y de Alex, porque yo fui mirando en retrospectiva y acordándome de sucesos que habían pasado tiempo atrás. Entonces hay versos inspirados en anécdotas, ocurrencias de mis hijos mayores. Para que se note que son suyos lo que hago es dedicárselos».
—Sus hijos, incluso el más pequeño, han rebasado ya la edad de Chamaquili. ¿Cuál ha sido la fuente de inspiración para las nuevas historias del personaje?
—Algunos periodistas me decían que Chamaquili tenía que crecer, tenía que avanzar con la edad de Alejandro. Yo decidí que no. Eso era cargarme al personaje. Ya Alejandro es un adolescente volcado en el arte: escribe, toca saxofón. Tendría que hacer literatura para jóvenes con otras vivencias y no se trata de eso. El personaje se independizó, posee su propia vida.
«En los últimos libros que estoy concibiendo me nutro de experiencias y anécdotas que me cuentan los lectores: madres, padres, desconocidos que me contactan por Facebook. Invito a todo el que tenga hijos y quiera sus poemas en algún tomo de Chamaquili a que me escriba a mi correo (alexis@diazpimienta.com) anécdotas, chistes, las cosas que dicen los más chicos. A cambio, el poema irá dedicado al niño que lo protagoniza. Así están hechos los últimos volúmenes que he escrito».
—Me atrevería a decir que Chamaquili tiene dos papás: usted y el creador de las imágenes: Jorge Oliver Medina. ¿Cómo ha sido su trabajo con ese ilustrador?
—Antes de Chamaquili solo conocía a Oliver a través del Capitán Plin, la revista Zunzún, sus historietas. La idea de que él ilustrara los libros provino de Niurka Duménigo, entonces directora de la Editora Abril, quien me propuso publicar el primer libro.
«Nunca nos hemos sentado juntos a trabajar. Yo le mando los poemas y él los pinta. Me gusta que me sorprendan y me emociono mucho cuando recibo el libro completo. Él tiene libertad creativa absoluta. Ha hecho a Chamaquili a nivel de imagen. Digamos que el 90 por ciento de los personajes está en mis textos (la ovejita María, el perrito cojo, la tortuga Sánchez), pero el otro diez es de su autoría. Por ejemplo, la última vez que Alejandro vino a Cuba, Oliver le preguntó qué personaje le gustaría ver. Por ello, en los últimos libros se encuentra una libélula que no estaba antes: Alejandro la incluyó.
«Hay muchas cosas que se dicen a través de las imágenes. Estas hacen crecer el poema. El colorido, la simpatía, el humor que tiene Oliver me hacen reír cuando veo los dibujos y descubro algún detalle. Una vez me explicaron que él es un dibujante de la escuela antigua, tiene una impronta soviética. Ahora los trazos son más largos, pero él todavía es un ilustrador de puntico a puntico, línea a línea. A mí me encanta que sea de esa escuela».
—¿Ha pensado llevar al personaje del libro a otros soportes? ¿Qué proyectos tiene?
—Ya tengo varios libros de Chamaquili escritos que todavía no se han publicado, entre ellos: Chamaquili y la tecnología, Chamaquili y las matemáticas, Chamaquili en Nueva York, Chamaquili y el zoológico de plastilina, Chamaquili y la increíble historia del gallito cojo, Chamaquili y el contador de olas, Chamaquili no sabe que es poeta.
«Quisiera que Chamaquili tuviera vida en todos los soportes. Por un lado, está el audiolibro, que es el paso siguiente, ya la Editora Abril está trabajando en ello. Por otro, Oliver y yo llevamos años soñando con animación, videoclips, un largometraje: Chamaquili en dibujos animados, en movimiento.
«Además, tengo en mente un musical, producir Chamaquili para teatro. Será un gran musical porque el 70 por ciento de los poemas son canciones. Tienen música mía; de Roberto Carlo, el director de Novel Voz; de Luis Barbería, de Habana Abierta, de grandes cantautores españoles y de mucha gente. Con todo eso queremos hacer un espectáculo para niños. Espero que el próximo año esa sea la gran sorpresa. Mi sueño para 2019 es llenar teatros y recorrer toda Cuba.
«También deseo hacer un disco. Tengo poemas en todos los géneros: country, salsa, reggae, son, changüí. Ya está el proyecto con el sello Colibrí, pero quiero que sea un fonograma con invitados, no solo mío. Pretendo convocar a grandes voces nuestras a cantar música de Chamaquili. Me encantaría ver a gente que quizá nadie imagina haciéndolo como Alexander Abreu o Tony Ávila. Es un reto para los músicos ponerse en la piel de los chicos».
—Chamaquili cumple años, ¿cómo se celebrará su primera década de vida literaria?
—Este sábado le haremos una fiesta de cumpleaños. Será toda una locura chamaquilera. Tengo invitados a músicos y cantantes que han convertido los poemas en canciones como Yariel Gil, Manolito Bas, Roberto Carlo, mi hermana Adriana, mis hijos y mi sobrino. Haremos un espectáculo para los niños con cake, una piñata, recitaremos poemas, improvisaremos. Los niños participarán jugando, cantando.
«Aprovecho para convocar a los niños y a los grandes que crecieron con Chamaquili, a los padres y maestros, a que lleven los libros que tengan. La persona que vaya con los nueve volúmenes de la colección o, en su defecto, la mayor cantidad, se llevará como regalo un lote de mis publicaciones: poesía para adultos, alguna novela y discos. Sé que no es fácil, los textos se han agotado. Esa es una asignatura pendiente: la reedición de los tomos anteriores. Lo lindo sería que los niños los tuvieran todos».