Alan González, director de fotografía de El techo Autor: Alejandro A. Madorrán Durán Publicado: 21/09/2017 | 07:03 pm
Entre el director y el fotógrafo de una película debe existir una confianza casi absoluta. Según Raúl Rodríguez, premio nacional de Cine 2017, durante un rodaje, el segundo se convierte en los ojos del primero. Ante tal responsabilidad se encontró Alan González cuando Patricia Ramos le propuso que fuera el director de fotografía de El techo.
«Patricia me contó sobre el proyecto en diciembre de 2015. Le dije que necesitaba un día para pensarlo, pues la respeto mucho. A pesar de que ya había asumido esa especialidad en dos largometrajes, no me sentía con suficiente experiencia», dice el graduado de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca) y realizador de cortos como La profesora de inglés y El hormiguero.
González también estaba con un poco de temor por las condiciones en que se rodaría la película: se iba a filmar en las azoteas de los edificios, donde el sol quema y puede hacer añicos el mejor encuadre. Alan cuenta que, a pesar de sus dudas, confiaba plenamente en el proyecto de Ramos, a quien considera una realizadora muy talentosa: «Soy un admirador de su obra, conocía desde antes algunos de sus cortos como El patio de mi casa y NaNa.
«Con Patricia coincidí en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), donde ella era la coordinadora de primer año mientras yo cursaba la especialidad de guion», explica Alan, quien no demoró en devolver la llamada y unirse al equipo de realización de El techo. En enero de 2016 comenzaron a buscar los lugares idóneos para rodar la película.
—Desde la fotografía, ¿cuáles fueron los criterios para elegir las locaciones?
—Lo primero fue que las azoteas tuvieran un buen estado constructivo, para evitar accidentes. Segundo, que un mismo lugar nos diera varias opciones, es decir, que nos permitiera falsear las ubicaciones espaciales dentro de la película, como por ejemplo los supuestos hogares de los personajes. Y lo tercero, que en el sitio que escogiéramos se pudiera fotografiar La Habana con dignidad: sin edulcorarla, pero tampoco sin empobrecerla.
—¿Cómo encontraste ese equilibrio?
—La Habana es una ciudad envejecida, no podemos engañarnos tampoco, pero tratamos de evitar filmar demasiado las casas que se estaban cayendo, la suciedad. Queríamos que la fotografía apoyara la historia, la cual habla sobre personas sin muchos horizontes en la vida, pero con una gran nobleza.
—Al principio dices que tenías miedo por las condiciones del rodaje, ¿cómo se desarrolló ese proceso?
—Aquí en Cuba, cuando se hace una película independiente con pocos recursos, se tiene que estar transformando todo constantemente, no se pueden tener preferencias de horarios, aunque sabíamos cuál era el set ideal para cada momento.
«La filmación de El techo coincidió con la de la octava parte de Rápido y furioso. Ellos empezaban a las 10:00 a.m. y terminaban a las 4:00 p.m. Incluso, tomaban un descanso en las horas de más sol, amén de que era cuando más silencio había. Nosotros no nos podíamos dar ese lujo, teníamos que aprovechar más el tiempo, y aunque la claridad nos machacara, seguíamos filmando y rebotábamos las luces para que a los actores no se le hicieran sombras en los ojos.
«También hubo ocasiones en que teníamos que mudarnos de lugar para no interferir en la vida de los vecinos. Eso en un rodaje se paga muy caro. La película tuvimos que grabarla a un ritmo vertiginoso».
—¿Cómo fue el trabajo con los jóvenes protagonistas Enmanuel Galbán, Andrea Doimeadiós y Jonathan Navarro Eloseguis?
—La relación fue muy bonita. Ellos son muy nobles y tenían muchos deseos de participar. Andrea y Enmanuel provienen del teatro, pero Jonathan nunca había actuado. El equipo de realización trató en todo momento que ellos se sintieran bien retratados en la película, que no tuvieran miedo frente a la cámara.
—¿Qué tal la relación con Patricia?
—Aunque somos amigos, e incluso ella ha actuado en algunos de mis cortos, nunca habíamos hecho un equipo de filmación juntos. Sin embargo, todo fluyó muy bien. Lo que más la definió durante el proceso fue la seguridad y la humildad, porque Patricia tiene el don de la comunicación, es realista y sabía entender cuándo nos era imposible hacer algo.
—En la película utilizan el recurso de la fotografía fija, ¿por qué se decidieron por esa estética?
—Patricia tenía anotada esa idea en el guion. Es como un recurso de desdramatización y ayuda a «aligerar» la película, la cual se encuentra en una línea muy fina entre la comedia y el drama.
—Además de director de fotografía, te has desempeñado como guionista y realizador, ¿con qué especialidad te identificas más?
—No sé qué contestar. Si analizara las ofertas de trabajo pudiera decir que como director o guionista hay pocas posibilidades, tal vez como fotógrafo sí encuentre más opciones. De cualquier manera, prefiero integrar un equipo dentro de una película que tenga algo que decir. A mí me atraen los buenos proyectos. Lo que me gusta es hacer cine.
—¿Te gustaría hacer un largometraje?
—Estoy preparando uno. Pero como decimos Patricia y yo, la vida es dura, y encontrar financiamiento resulta muy difícil. El guion lo escribí como parte de mi trabajo de tesis para graduarme en la EICTV. El tema, que tiene cierta relación con mis anteriores trabajos, es el derecho a tomar nuestras propias decisiones, aun cuando corremos el riesgo de morir. La película tiene por título El miembro fantasma.