Por Dinamarca participó la compañía Dansk Rakkerpak con Psycho Street Cut. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 06:42 pm
Una certeza indiscutible deja la tercera edición de la Bacanal titiritera, enfocada al público crecido: el milenario arte gusta, convoca, y aunque se piense que solo los niños asisten a funciones de este tipo, bastaba echar una mirada por los teatros y plazas donde se desarrolló el evento para comprobar todo lo contrario.
Como siempre, se hace imposible reseñar siquiera la mitad de todo lo que, afortunadamente, llega no solo de provincias sino de allende los mares, pero algo comentaremos sobre lo visto.
Proyecto 8, de La Habana, propuso una versión de Las brujas de Salem, el clásico de Henry Miller en torno al macartismo de los años 50: la conocida fiebre anticomunista que inundó a los Estados Unidos, aunque pareciera tan solo recrear los juicios a mujeres que presuntamente pactaban con el diablo en el Massachusetts del lejano 1692.
Adaptado y dirigido por Álvaro Torres Mendoza, se apreció una notable combinación de los actores (a la vez) manipuladores, que en más de un caso parecían fundirse con los títeres, una tradición que remonta a nuestros Camejo y ha sido heredada por no pocos artistas y grupos en todas partes; también se apreció una satisfactoria dramaturgia que sacó partido del espacio escénico. Sin embargo, la obra padeció de una sobreactuación general que debe matizarse para futuras presentaciones.
Una pieza donde de por sí hay abundancia de gritos, posesiones demoníacas (falsas o no), histerias y adrenalina, no necesita por tanto exagerar la nota, como durante todo el tiempo ocurrió en la presentaciones.
Guiñol de Remedios llegó con La compañía de don Pompona, verdadera credencial del grupo, creado por Fidel Galbán, que ahora dirige su hijo Miguel Ángel: un gitano de pura cepa se va a los campos cubanos, específicamente orientales, donde el talento se da silvestre, con vistas a incorporarlos a su teatro ambulante.
Mixtura del flamenco primigenio con las tonadas y leyendas campesinas, La compañía… nos acerca a nuestras raíces, al desarrollo y enriquecimiento de las mismas en las zonas del Oriente, mediante estos cuadros henchidos de criollismo, gracejo y pujanza cultural, que tanto las bailaoras como los cantantes y actores, armados de sus retablos y muñecos, convierten en una auténtica fiesta.
Desde Holguín, Neón Teatro trajo uno de esos espectáculos dirigidos a todo tipo de públicos, si bien los más pequeños que repletaron el Guiñol lo disfrutan con más vehemencia: Amigo del mar. Farsa ecologista, estructura una hermosa utopía donde el hombre, en vez de ese implacable depredador del océano en que se ha convertido, es, como reza el título, un protector que tiende la mano a sus especies.
Bajo la dirección de René (Tito) Bruzón, la tropa la integran histriones jóvenes de indiscutible talento, aptos para cantar, actuar y manejar los muñecos con gran destreza; en Amigo… asistimos a una poética y sugerente recreación escenográfica del mar, así como a un elegante e imaginativo diseño de los animales; la obra, además, transpira ingenio y sentido del humor, se apoya en canciones pegajosas y simpáticas, y combina a la perfección los propósitos que la animan: divertir enseñando, invitar a la reflexión, por lo cual quizá sobre la insistencia en su mensaje que propone la conclusión final.
De Granma llegó Teatro Andante con su Cuba de sol a mí, una obra en torno al éxodo del agro a las ciudades, pletórica de humor criollo y sapiencia escénica, sobre todo por la acertada combinación de recursos (marionetas, actuación y música en vivo, imaginación en los diseños escenográficos y excelentes desempeños) que deviene resultado ejemplar.
Entre los invitados foráneos aplaudimos de nuevo a la Fundación colombiana Ernesto Aronna, cuyo director intentó repetir el estruendoso éxito que en la Bacanal pasada alcanzó con su Show Time, esta vez mediante su secuela. Claro que lo consiguió: se trata, y lo reafirmamos, de un artista pleno, maestro en la imitación, en la recreación desde los títeres de cantantes famosos o apócrifos (esta vez Juanes, intérpretes líricos o su deliciosa criatura imitadora de Juan Gabriel) y en la magia que matiza sus espectáculos: Sin embargo, este Show Time 2, donde también se deslizó más de un chiste de dudoso gusto, se sintió por debajo de su predecesor a nivel de coherencia dramatúrgica.
Sin dudas, entre lo mejor de los visitantes estuvo Dansk Rakkerpak, de Dinamarca. Su espectáculo Psycho Street Cut, homenaje al maestro Hitchcock mediante la parodia de su célebre Psicosis, resultó uno de los elevados momentos de la Bacanal. Exquisito sentido de la ironía, depurada técnica (admirable la ejecución de sonidos y efectos en vivo por el músico en escena), dinamismo narrativo y escénico (gran facilidad para transformar las escenas, mezclar maquetas y espacios macro, muñecos y humanos) más sólidas actuaciones, nos hacen perdonarle ciertos excesos en las burlas que conforman el desenlace.
Una saludable idea de la Bacanal fue el Cabaret Titiritero, que funcionó en las noches durante los fines de semana en el Brecht: con la chispeante animación de Eureka (del Mejunje villaclareño) muchos de los participantes, y otros invitados, se desdoblaron o presentaron segmentos de sus obras para redondear un distendido ambiente de danza, trova y humor que coronaron las jornadas de este provechoso encuentro entre muñecos y humanos, (con)fundidos y abrazados una vez más desde el teatro, con la certeza de que todos por fortuna seguimos siendo un poco niños.