Yonlay se describe como un creador muy inquieto. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 21/09/2017 | 06:21 pm
«Soy lo que hago: escritor, creador de las artes visuales, crítico de arte... Todo es una misma cosa. Esa es mi manera de entender el arte», afirma el mayabequense Yonlay Cabrera Quindemil, quien en este 2015 obtuvo la Beca de creación Estudio 21, que concede el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (CDAV) y que el próximo 24 de noviembre arribará a su cumpleaños 27.
Licenciado en Historia del arte de La Universidad de La Habana, y ganador de la Residencia Springhause en Dresden, Alemania (2014), de la Beca de creación Antonia Eiriz que convoca la Asociación Hermanos Saíz, y del primer premio en el I Concurso Nacional de Microrrelatos por SMS Mancuspia+53 (2013), Yonlay considera que «como mismo hay quienes nacen para ser médicos o periodistas, yo vine a este mundo para ser artista. Así de “sencillo”.
«Cierto que mi mamá escribe muy bien, y que mi tía dibujaba un poco. Tal vez por ahí venga mi vínculo con ese universo, pero la verdad es que el arte me escogió a mí. Desde los cuatro años andaba con un lápiz dibujándolo todo, no sé por qué», asegura Cabrera Quindemil, quien en la actualidad se desempeña, en la provincia de Mayabeque, como vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), organización que le entregó la beca por el proyecto Hello World.
«Cuando el jurado me reconoció por Hello World llevaba realizando este proyecto desde hacía dos años, pues estructuro mi trabajo por etapas, más que por investigaciones. Cada vez que hago una presentación muestro un módulo de lo que he ideado hasta la fecha. En el que aspiró a conseguir la beca, se pueden encontrar incluso obras de 2012.
«En Hello World uso la programación (softwares), pero al nivel que lo puede aprovechar un artista. No soy informático ni ingeniero, y los conocimientos que poseo al respecto son empíricos, orientados a satisfacer mis intereses.
«Se le nombra arte de los nuevos medios (new media art) pues se propone asumir el arte (en tanto se conciben con una intención crítica o experimental) a partir de la realización de obras que incorporan el uso de las nuevas tecnologías; creaciones que se sirven de las tecnologías de los medios de comunicación emergentes, aprovechando sus muchas posibilidades culturales, políticas y estéticas. Es decir, concibo obras que emplean el soporte audiovisual electrónico o digital en el proceso de producción o exhibición».
—Estudiaste Historia del arte, sin embargo, te consideras artista...
—Es un poco complicado de explicar porque normalmente se entiende que el historiador se dedica a profundizar en la parte teórica, mientras el artista se centra en la parte práctica. Ambos son como dos puntos de vista de un mismo sujeto. En mi caso, estudié en una academia hasta nivel medio, pero sentía que ese conocimiento no era suficiente. Necesitaba vivir el ambiente universitario, estudiar, leer más... Seleccioné esa carrera para seguir dentro del mundo del arte, pero igual hubiera podido estudiar Filosofía, Informática o una ingeniería... Eran dos intereses que pude canalizar.
—¿Qué te aportó la academia que ahora aprovechas?
—Lo que más me enseñó la Escuela de Artes Plásticas Eduardo Abela, en San Antonio de los Baños, fue asumir el sentido del rigor, y me preparó para enfrentar con naturalidad la competencia sana o, mejor dicho, la emulación que se podía establecer entre varias personas con intereses comunes. Gracias a esa experiencia, y a saber asimilar la crítica, luego me sentí más cómodo, por ejemplo, en los talleres literarios. No obstante, en la academia aprendí a dibujar el modelo, una técnica. Defiendo un arte más conceptual porque es lo que realmente me importa: transmitir ideas, mover el pensamiento, y no porque no me quede otro remedio, o porque desconozca la técnica y por eso la desecho. No es el caso. Yo la tengo bien guardada y la uso cuando la necesito. Es una herramienta que poseo.
—Si tanto deseabas ser universitario, ¿por qué no optaste por el Instituto Superior de Arte (ISA)?
—El ISA es, sin dudas, una universidad grandiosa, de hecho, desde los años 80 del pasado siglo, en sus aulas se prepara mucho de lo que más vale y brilla en el arte contemporáneo de la Isla. Quizá algunos consideren que haya sido un error haber optado por Historia del arte, pero de cualquier modo esa carrera me sirvió de mucho. Como mismo la academia me mostró cómo pintar el modelo, Historia del arte me enseñó a escribir como se debe escribir, y a estudiar el arte como se debe estudiar el arte.
—¿En qué género de la literatura te mueves?
—En la poesía, la narrativa, el ensayo... He sido hasta premiado por una crónica periodística, y eso se lo debo a los conocimientos que me aportó Historia del arte. También he publicado en revistas...
—Tú vienes siendo algo así como un hombre del Renacimiento...
—(Sonríe). No diría eso, lo que pasa es que soy un creador muy, muy inquieto, aunque estoy consciente de que si te involucras en demasiados proyectos apenas puedes dedicarle toda la energía que estos necesitan a la misma vez. Sin embargo, así no te aburres y siempre estás motivado para crear algo nuevo, diferente. Eso es muy estimulante.
—Eres miembro de la AHS...
—Me honro con ser parte de la Asociación Hermanos Saíz, una organización que uno siente que funciona y que en verdad apoya a los jóvenes escritores y artistas, que cuando aparecen las trabas trata de solucionarlas. Cierto que a veces le pedimos un poco más, pero no es correcto. Considero que lo primero es que los creadores hagan lo que les corresponde y luego nos acerquemos a ella, para que nos respalde, para que nos ayude a promover la obra.