Bailarina, fuente escultórica del proyecto Conexiones cartográficas. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 06:10 pm
Una impresionante muestra de pinturas, esculturas, obras interactivas, fotografías, instalaciones, se han desplegado con fuerza por bóvedas, galerías interiores, plazas y fosos de la fortaleza Morro Cabaña. Zona franca es el nombre de la excelente propuesta que ha llegado a ese recinto en este mes de mayo, como parte del programa colateral de la Duodécima Bienal de La Habana, y que, por su calidad y riqueza expresiva, se ha robado, en buena medida, el show diario de esta fiesta de las artes visuales.
Una gráfica atractiva e inteligente orienta el recorrido por la otrora fortaleza militar y garantiza, desde la propia entrada, la unidad visual de esta exposición, en la que participan 266 artistas, entre proyectos personales (114) y exposiciones colectivas (alrededor de 20), pertenecientes a varias generaciones de creadores de casi todas las provincias del país. Dialogan en ella creadores poco conocidos con artistas con una sólida carrera como Roberto Fabelo, Lázaro Saavedra, Eduardo Ponjuán (premios nacionales de Artes Plásticas); Esterio Segura, Manuel López Oliva, Pedro de Oraá, Lesbia Vent Dumois, Arturo Montoto, Roberto Diago, Ernesto Rancaño, Ángel Ramírez, Eduardo Abela, Iván Capote, Abel Barroso, Flora Fong…
«Con Zona Franca hemos querido crear un espacio que permita la confluencia y relación entre artistas de distintas generaciones y estéticas, con producciones simbólicas que pudiera parecer que no tiene relación. Una zona franca que muestre el tejido infinito del arte cubano, sobre todo las producciones de los últimos cinco años», afirmó a JR Isabel Pérez, curadora principal.
La especialista y también editora jefa del sello editorial Arte Cubano comentó que se hizo una suerte de segmentación del arte cubano «a partir de grandes temas que nos parecían recurrentes en los últimos 20 años y que tienen que ver con la identidad, la memoria, la construcción de la historia, el territorio del paisaje, la comunicación y las poéticas que se relacionan con la propia historia del arte».
El inicio
Para quienes deciden adentrarse en Zona franca e iniciar el recorrido por el Morro, la segunda edición de Haciendo presión, incluye las exposiciones, Libros y Grabado de cámara. La primera de ellas abarca textos de artistas de diferentes generaciones, desde Ponjuán, Lázaro Saavedra e Ibrahim Miranda hasta jóvenes recién egresados de las escuelas de arte. Mientras Grabado…, es una muestra de grabado contemporáneo cubano, que parte del vínculo de este con la fotografía desde diferentes puntos de vista.
Sin aliento se quedan muchos de los que en el Morro se acercan al Ave María, instalación memorable de José Ángel Toirac, a la que el artista ha ido sumando estatuillas de la virgen de la Caridad del Cobre, o bien el proyecto colectivo El péndulo de Focoult, de Alejandro Machado, que hace alusión a los años 80. Hay también en ese recinto obras de Esterio Segura, Carlos René Aguilera, Alexander Guerra…
En las áreas exteriores de La Cabaña dos de las nueve fuentes que integran el proyecto español Conexiones cartográficas, invitado especial, ofrecen la bienvenida al visitante (el resto de las fuentes están emplazadas en los patios interiores).
Conexiones… es una serie escultórica auspiciada por el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), y constituye una poética y sugerente aproximación entre el arte y el deporte. Integran su nómina los artistas españoles José Cosme, Teresa Cháfer, Natividad Navalón, Nanda Botella, Demo y Alberto Bañuelos, el angolano-portugués Julio Cuaresma, la angolana Sonia Lukene y los cubanos José Villa y Kcho, declaró su curadora Consuelo Ciscar Casabán, directora de honor del IVAM.
Pisando fuerte
Ya en el interior de La Cabaña, la bóveda completamente blanca donde está la obra de Mabel Poblet, invita a penetrar en ella y caminar (no sin cierto temor) sobre los cristales que cubren el piso y se van rompiendo a cada paso en minúsculos pedazos, bajo los pies. Después de esa experiencia, reconforta encontrarse con Arturo Montoto y sus Jardines invisibles, recreados mediante ocho piezas realizadas por el artista «a partir de un presupuesto esteticista», como él mismo refiere, que aborda el aspecto hedónico de su obra a lo largo de las últimas décadas, o descubrir los paisajes a Dos tiempos, del maestro Mario Portela, uno de los grandes que ha dado Cuba en ese género expresivo.
Desnuda está la poesía en la serie Sueños de Caballas, de Alberto Lezcay, la cual lleva intrínsecamente el sello de la cubanía y está compuesta por instalaciones y pinturas. En el Umbral de Alberto Lago entrará, del mismo modo, todo el que por estos días visite Zona franca, y perciba la experiencia subjetiva de la felicidad y la atmósfera, casi fantástica, que Lago ha creado mediante sus cuadros, pintados con acrílico fluorescente.
También está Discurso Fragmentado, del artista Harold López, una serie en la que se superponen retratos de personas que transitan frente a fragmentos de murales, y Renaissance (Renacimiento) del escultor Tomás Núñez (Johny) quien reutiliza desechos y los coloca en un contexto artístico, al tiempo que incluye un gran mural y compone retablos con elementos que para otros constituyen desechos.
Sobresale la propuesta de Manuel López Oliva, quien además de exponer su obra, ha llevado a la antigua fortaleza militar un taller de creación y reflexión permanente que responde al título Cambiar la máscara, en consonancia con uno de los ejes de su discurso creativo, y que sesiona cada jornada con carácter multidisciplinario. López invitó a un grupo de creadores y profesionales de otras disciplinas que muestran allí sus obras y piezas interactivas, imparten conferencias y esarrollan acciones demostrativas y performances.
La ronda infinita, de Roberto Fabelo. Foto: Raúl Pupo.
Imposible no detener el paso ante la poética de Carlos Guzmán, para quien Toda tristeza es una demolición, y La ronda infinita, de Roberto Fabelo, en la que 33 hombrecitos de bronce caminan en círculos, tenedor en mano, sobre el borde de una gran caldera de aluminio fundido. Michel Mirabal, quien ha sostenido su permanencia a través de la adaptación de un ícono colectivo y su conversión en un ícono personal, que estampa sobre todos los soportes, ofrece una Carrera de relevo, que vale presenciar.
Del estado actual de la abstracción en Cuba, una expresión que se renueva y enriquece con las más jóvenes generaciones habla la exposición colectiva Gritos del silencio, presente también en La Cabaña y que contó con la curaduría de Virginia Alberdi. Doce artistas de poéticas diferentes, contrapuestas, incluido Antonio Vidal (uno de sus pilares), hacen una representación de sus obras en este proyecto, que destaca por la diversidad expresiva de sus creadores.
Camino al Edén, de los jóvenes artistas Ariamna Contino y Alex Hernández. Foto: Raúl Pupo.
Camino al Edén se hallan las obras de los jóvenes Ariamna Contino y Alex Hernández. Dos creadores con ideas en común que abordan el tema del narcotráfico desde la estética y la ingeniería. Hacen falta varias visitas a la antigua fortaleza militar para apreciar Zona franca en su totalidad. En ese espacio convertido en museo de arte contemporáneo cubano, están, me atrevo a afirmar, casi todos nuestros mejores artistas. Ellos trazan la historia del arte insular unidos esta vez en la más grande exposición de arte cubano contemporáneo que se haya realizado en Cuba y, por qué no, una de las más completas.
Para llegar a La Cabaña
El Ministerio de Cultura ha puesto ómnibus que hacen un recorrido continuo desde la sala Kid
Chocolate hasta Casablanca (otro de los espacios principales de la Bienal) para luego culminar
en la Cabaña, en los horarios de 9:30 a.m. a 6:30 p.m.