«Estudié y hago música académica, y eso lo asumo con muchísimo gusto», asegura Wilma Alba Cal. Autor: Cortesía de la entrevistada Publicado: 21/09/2017 | 06:02 pm
Un manojo de sueños que van y vienen: así es ella. Sueños cuerdos, llegados de estaciones diversas, mansos reveladores que susurran poesía, que convierten en pentagrama las venas y en melodía la sangre. Ella, simplemente, es la música vuelta luz. Wilma Alba Cal quitó temprano los cerrojos de su puerta para que la melodía pasara a ser, caprichosamente, una parte esencial de su espíritu.
«Yo comencé a estudiar música a los nueve años, cuando estaba en quinto grado, en el Conservatorio Guillermo Tomás. En mi familia hubo personas que se acercaron a la música, que la tocaban de oído, aunque no se dedicaron profesionalmente a ella. Comencé en la especialidad de Canto coral, que era la que más me gustaba en aquel momento», cuenta esta muchacha.
«Con el pase al nivel medio, en noveno grado, seguí esa línea y estudié Dirección coral. Al terminar, opté por las pruebas de ingreso al nivel superior en dos modalidades: Dirección coral y Composición. Aprobé las dos, pero empecé a estudiar Composición».
El apoyo y la instrucción que de sus profesores ha recibido, hacen que Wilma tenga mucho que agradecer, por ejemplo, a Corina Campos, directora del Coro Vocal Leo y maestra suya. Fueron casi diez años de enseñanza en la asignatura de Dirección coral. «Le debo mucho también a un excelente profesor de piano que tuve en el nivel medio; se llama Ernesto Maseda. Y en la Universidad conté con la ayuda incondicional de una gran persona: Juan Piñera. Él fue mi profesor durante los cinco años de estudios en el ISA y logró desarrollar en mí una vocación hacia la composición, vinculándola con la Dirección coral. Él, además, me preparó para poderme adentrar en el mundo de la creación de obras originales para otras manifestaciones, como el teatro, por ejemplo.
«Sin dudas, Juan Piñera es de los maestros que te marcan para toda la vida, porque sus enseñanzas te acompañan constantemente, porque se salen de lo académico para adentrarse en lo humano, para hacernos mejores personas», enfatiza.
Bien y temprano
Wilma tuvo la suerte de trabajar siendo estudiante de nivel superior. La experiencia, aunque incipiente, la favoreció al egresar del Instituto Superior de Arte (ISA). «Pude vincularme tanto a la docencia como a agrupaciones donde me desempeñé como cantora de coros. También pude unirme a grupos de danza y teatro, a los que asesoré musicalmente y para los cuales compuse música original e hice arreglos».
Para Wilma, resulta un reto definir su propuesta musical, no le gusta encasillarse. «Estudié y hago música académica, y eso lo asumo con muchísimo gusto. Pero como en mi carrera he estado relacionada con el teatro y el audiovisual, entonces estoy clara de que cada pieza que escriba debe responder a un guión, a una historia, y estar en función de una determinada puesta en escena. Por eso es que pienso que a veces el músico debe ser como un actor que tiene que estar preparado para encarnar, de manera orgánica y convincente, distintos personajes, y que la música debe poseer esa misma ductilidad para que sea efectiva.
«Yo me inicié componiendo música para conciertos, pero agradezco sobremanera haberme podido adentrar en este otro tipo de experiencia que me enriquece grandemente».
La experiencia en el campo del teatro fue para Wilma un paso de madurez en su formación. Por un buen tiempo, la Compañía Rita Montaner contó con su talento en la obra Un hombre es un hombre, de Bertolt Brecht. Para la puesta dirigida por Fernando Quiñones, ella compuso la música original y llevó los textos de la pieza teatral a disímiles géneros musicales. Y recientemente creó la banda sonora de Ay, Carmela, un montaje que dirigió el notable Pancho García.
Al referirse a su faceta en la docencia, da entender que es consciente de la responsabilidad que tiene sobre sus hombros. «Yo estudié siempre en el Conservatorio Guillermo Tomás, y tuve la suerte de comenzar a impartir clases allí mismo, donde aún me mantengo. Es como intentar ser recíproca, agradecida», señala. En otros momentos, Wilma ha formado parte del claustro de la Escuela Nacional de Arte y del Conservatorio Amadeo Roldán.
Ha impartido las asignaturas de Coro, Análisis musical, Armonía popular y vanguardista, además de Arreglo coral. «Recibí muy buena formación en la escuela y tengo como referencia un punto muy alto para comparar. Es un reto llegar al nivel de maestros tan reconocidos como Lucía Rodríguez, Yarelis Domínguez o Ignacio Díaz, quienes han escrito prácticamente los materiales de estudio de las asignaturas».
En materia de producción, Wilma se siente dichosa al saber que cinco de sus piezas figuran en el disco El canto quiere ser luz, del Coro Nacional, y Entrevoces, ambos dirigidos por la maestra Digna Guerra, premio nacional de Música. El CD fue premiado por la Academia Fonográfica Alemana, y para ella «constituyó una enorme alegría, porque es genial integrar una nómina de grandes compositores como Frank Fernández, Electo Silva, Leo Brouwer, Silvio Rodríguez, Roberto Valera, Miguel Matamoros, Francisco Repilado... Por supuesto que soy una simple aprendiz, todo el tiempo bebo de ellos, estudio sus obras constantemente. Son referentes obligados para mi creación», explica.
Sea la metamorfosis
Wilma también fue merecedora de la beca de creación musical Conmutaciones, impulsada por la Asociación Hermanos Saíz para potenciar el arte joven. «La convocatoria me llegó de casualidad en uno de los pasillos del ISA, y presenté un proyecto con algo de premura, sin saber a ciencia cierta en qué consistía dicha beca. Después descubrí que se trataba de una gran oportunidad en la que podía preparar el que sería mi primer concierto, y podía dar a conocer todo lo que había compuesto hasta ese momento. Fue la posibilidad de mostrar mis creaciones de música electroacústica, de cámara y coral.
«La obra que da título al concierto Transfiguraciones fue interpretada por el quinteto Ventus Habana. Más de la mitad de las obras que presenté fueron hechas exclusivamente para la ocasión».
El 2014 fue un año bien ajetreado para Wilma. La convocó el Conservatorio de Música de Puerto Rico para que estrenara su Episodios del Libro de Manuel con el grupo Alea 21, que conduce Manuel Ceide (la música de esta obra, inspirada en una novela de Julio Cortázar, se podrá escuchar durante todo febrero en la Galería Latinoamericana de Casa de las Américas, como parte de la exposición Cortázar-Cuba. Cartas cruzadas, que se inaugura este lunes, a las 6:30 p.m.).
Luego el Festival Internacional de Música y Nuevas Tecnologías que se celebró en Morelia, México, la invitó para que dictara una conferencia acerca de la música electroacústica, como parte del Foro de Compositores del Caribe.
También contaron con su talento creativo el 6to. Festival Leo Brouwer de Música de Cámara, en el cual dio a conocer su Poema en prosa; y el XXVII Festival de La Habana de Música Contemporánea, en el que estrenó la pieza mmmS.A., concebida para quinteto de viento y electroacústica.
Y este 2015 ha comenzado por arriba. Ahora mismo se encuentra realizando la música para un documental sobre Haydée Santamaría; anda asimismo de ensayo en ensayo con sus muchachos del Coro de Cámara del Conservatorio Guillermo Tomás, el cual dirige. Estos participarán en la gala cultural del congreso Pedagogía 2015, que se inicia este lunes, y tiene también sus ojos puestos en la venidera 12 Bienal de La Habana, que desde ya la está «retando» como compositora.
El arte joven cubano requiere, en su opinión, un incentivo, un apoyo, que en su caso, confiesa, ha obtenido de diversas instituciones. Ella, que desde la niñez defiende su pasión por las notas y acordes, siente que «nada debe limitar la creación; siempre será imprescindible defender nuestra música. Seguir trabajando es lo único que hace notable nuestra obra. Creo que aunque se pueda reconocer algún logro dentro de mi carrera, siempre lo más saludable será creer que lo mejor aún no está hecho».