El tío Vania, próximo estreno de Argos Teatro. Autor: Cortesía de la compañía Publicado: 21/09/2017 | 05:47 pm
«No elijo las obras porque sean producto de grandes creadores, sino porque pueda encontrar en ellas un tema, un filón para hacer una reflexión que me interesa a mí y a mis actores sobre la realidad que vivimos. No tiene que ser un fiel reflejo, puede ser algo subjetivo; y esa cualidad está latente en El tío Vania».
Así comenta Carlos Celdrán, director de Argos Teatro, acerca de las motivaciones que lo llevaron a aproximarse a la obra escrita por Antón Chéjov.
El dramaturgo cubano explicó a Juventud Rebelde que la reflexión gira en torno al personaje de Vania, «un hombre cercano a los 50, como yo, y quien tiene una crisis de todo: se cuestiona el sentido de la vida, analiza lo que ha hecho, lo que ha dejado de hacer… A partir de ahí se establecen puntos de contacto para pensar acerca de lo que hemos perdido y lo que hemos ganado.
«Esa crisis por buscar la verdad de sus sentimientos, asumir que está envejeciendo y comprender que hay cosas que no va a lograr y otras tantas que perdió, son temas que me tocan mucho porque también veo la vida con cierta crisis. Creo que esta es una biografía importante que puede ser extensiva a la sociedad».
En El tío Vania se esbozan tópicos universales: amor y odio, heroicidad y letargo, afecto y desidia, realidad e ilusión, libertad y sumisión, juventud y vejez, vida y muerte… Cuestiones que son inherentes a la carga y el lirismo de la realidad humana.
Chéjov propone un análisis que aunque no es optimista, tampoco se compromete con una visión lánguida y mustia.
El retrato de desesperanza que se dibuja en la pieza chejoviana y el recuento de las vidas deprimidas de los personajes se erigen como claves que le permitirán al espectador estudiar su propia existencia, establecer un balance individual y explorar su tiempo vital.
Aunque este texto está lejano y no es un reflejo fiel, Celdrán aclara que «ha sido bien adaptado a Cuba, a nuestro comportamiento, por lo que sí nos permite extraer un reflejo meditativo de la realidad.
«Centrar nuestra mirada en lo que dejamos, lo que tenemos, lo que se hizo bien y lo que no, desde la visión de Vania, con esa negación y la búsqueda de su verdad existencial más profunda —tanto psicológica como cívica—, es un ejercicio interesante», reconoce el director de recordadas puestas como Aire frío; Stockman, un enemigo del pueblo; Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini; Fango, Talco...
Así lo ratifica el dramaturgo al señalar: «Levantar la estructura invisible de El tío Vania entra dentro del diseño que Argos Teatro se ha propuesto, de ver y observar al cubano que somos desde el costado más complejo, menos tenido en cuenta, menos aceptado. Un ser para la escena que transparente a un hombre que desaparece tras el ruido y la sobrevivencia cotidianos. Un actor y un personaje que den testimonios de la biografía de un presente que, como todos los presentes, resulta incomprensible».
Ciertamente esa búsqueda de la verdad personal es un camino arduo por el que todos transitamos continuamente. ¿Cómo redirigir esos pasos a una puesta en escena? Las claves para el director de Argos Teatro están en el trabajo con los actores. «Constituye una labor muy exigente. Demanda mucho del actor, y es ahí precisamente donde radica mi miedo y mi ganancia, porque este no es un teatro que tenga transgresión visual o esencias más contemporáneas, como en otros montajes anteriores.
«Esta es una puesta más clásica y hay que verlo así, porque Chéjov te pone una marca y una serie de requerimientos importantes en su fabulación, pero lo importante es que el actor logre ese trabajo, que se comunique con el público y le entregue su biografía profunda.
«El actor tiene que estar todo el tiempo haciéndote visible esa crisis, contándote la historia desde sus emociones. Es un texto muy intenso emocionalmente. Tratamos con una pieza muy dolorosa, aunque tiene un poco de humor que se desprende de la veta patética que surge cuando nos reímos del dolor», precisa Celdrán.
Con un elenco conformado por José Luis Hidalgo, Yailín Coppola, Yuliet Cruz, Héctor Noas, Waldo Franco, Verónica Díaz y Nora Hamze, nos adentramos en el repaso a veces cruel, pero necesario, de los sueños derrotados. Quizá, como una forma de reconocer lo que podemos salvar.
En tanto, la proposición de Argos Teatro queda intensamente plasmada: «(…) si nuestros deseos más ardientes no llegan a ser actos y mueren en palabras y en gestos que no corresponden a esos deseos, si ya sabemos que la acción real está dentro de nosotros y de un modo catastrófico se aleja de nuestra voluntad de ser felices, de ser los que soñábamos ser; entonces puede que nuestra biografía, la personal, la colectiva, acepte ser llamada chejoviana».