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Adiós a Camilo Vives, maestro de productores

Bajo su tutela de productor vieron la luz joyas de nuestra cinematografía, pues su mayor legado son, sin dudas, las más de 40 cintas en las que trabajó

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

El nombre de Camilo Vives quedará por siempre ligado a la historia del cine cubano, pues bajo su tutela de productor vieron la luz joyas de nuestra cinematografía como Lucía, La última cena, Fresa y chocolate, Barrio Cuba y Suite Habana.

Su carrera de productor comenzó en los tiempos fundacionales del Icaic; desde 1974 condujo los Estudios de Producción y en el año 2001 asumió la dirección de la Productora Internacional Icaic, desde donde impulsó el desarrollo de las coproducciones para las películas nacionales.

Pero su mayor legado son, sin dudas, las más de 40 cintas en las que trabajó, entre ellas Tres veces dos, de Pável Giroud, Léster Hamlet y Esteban Insausti; Habana Blues, de Benito Zambrano; Más vampiros en La Habana, de Juan Padrón; Nada, de Juan Carlos Cremata; Miel para Oshun, de Humberto Solás; La vida es silbar, de Fernando Pérez; Operación Fangio, de Alberto Lecchi; Amor vertical, de Arturo Sotto; El Benny, de Jorge Luis Sánchez; Lisanka, de Daniel Díaz Torres y Boleto al paraíso, de Gerardo Chijona.

En el libro Conversaciones al lado de Cinecittá, Vives le esclarece al cineasta Arturo Sotto que «el productor debe sentirse más dueño de la obra, partir de un conocimiento y de un dominio en los que nunca tienes la apuesta segura, como en un juego de pócker. La tarea de un productor en Cuba es cuidar el proyecto, protegerlo». A esa tarea, precisamente, se entregó con pasión durante toda su vida.

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