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La plástica fue una bendición

El artista plástico de la oriental provincia cubana de Las Tunas Ismael Romero Martínez recuerda que desde pequeño pintar le llenaba el espíritu

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

La plástica fue una bendición para mí. Así lo reconoce el pintor tunero Ismael Romero Martínez, cuyo padre quedó incapacitado físicamente cuando él tenía apenas 45 días de nacido. «Mi madre se las tuvo que arreglar sola con siete hijos, en aquel pueblito de campo de Vázquez, en el municipio de Puerto Padre, que hoy ya ni existe. Pintar me llenaba el espíritu.

«Como muchos, comencé desde pequeño intentando reproducir en un papel las formas que me encontraba a mi paso. Me metía en las plantaciones a dibujar matas de plátanos, frutas, animales... También pintaba las imágenes de héroes que hallaba en periódicos y libros. Quienes veían lo que hacía me estimulaban todo el tiempo: “Sigue adelante, que tú tienes talento”, me decían.

«Esa era mi mayor pasión infantil junto con la música, que me enamoró por la influencia de mi abuelo, quien tocaba bongoes, el tres, la guitarra y le encantaba bailar. Quizá por ello todavía recuerdo aquella mañana cuando vi a un niño halando una guitarra que cargaba a otro muchacho encima de ella. Me dolió tanto que le propuse comprársela. Me la vendieron en cinco pesos. Después mi mamá hizo un esfuerzo y me compró otra un poquito mejor...».

—¿Y cuándo las artes plásticas vencieron definitivamente a la música?

—Bueno, debes imaginar que allá en el campo donde vivía no había ninguna tradición de plástica, ni de música. Nunca en mi vida vi un artista por todo aquello. Eso sucedió cuando ingresé en el Pedagógico, donde descubrí a creadores como Eliades Ávalo, Rogelio Ricardo Fuentes, quienes se convirtieron en mis profesores de los talleres y de apreciación de las artes plásticas. Y ese fue el empujón que me faltaba para empezar a enrumbar mi camino, aunque la música jamás ha dejado de acompañarme.

«Después de graduarme como licenciado en apreciación de las artes plásticas comencé a ejercer como profesor en una secundaria básica, y luego, al igual que le sucedió a otros que tenían aptitudes, se me dio la posibilidad de ingresar en la Academia Profesional de Artes Plásticas. Recuerdo que matriculamos 12, conscientes de que cuando llegáramos a segundo año solo quedarían seis: dos en Pintura e igual cantidad en Cerámica y Escultura. Una de las plazas de Pintura fue mía. Me gradué en el año 2000».

—¿Qué te aportó esa etapa en la Academia?

—Resultó una etapa muy compleja, pues debes tener en cuenta que ya yo era profesor y me vi obligado a dejar de trabajar para incorporarme a la Academia como un estudiante, sin abandonar la responsabilidad, además de criar a mi hija —ahora tengo otra que ha seguido mis pasos en el arte— y terminar la construcción de mi casa. O sea, que me tuve que esforzar al máximo, pero mi carrera me gustaba tanto que pude salir adelante.

—Convertido en un profesional, ¿cómo fuiste encontrando tu camino dentro de la plástica?

—Empecé a buscar mi propio camino mientras era un aficionado, probándome con el retrato y luego pintando el paisaje rural, pero una vez terminada la Academia comencé a fusionar estas líneas de trabajo para concebir algo así como un paisaje erótico cubano, a partir de integrar las curvas, las líneas de la figura humana femenina con elementos del paisaje, que lo reinterpretaba y me permitía presentar un mundo diferente —mi obra fue reconocida con varios premios.

«De ese período son piezas como Principio y fin, Simbiosis para un torso, Desavenencias, Soñando ser tú, Visión tropical, Ilusión serrana..., que pude mostrar en ciudades como Bremen, en Alemania; o en eventos como el Salón Nacional de Paisaje Confluencias, la Jornada Cucalambeana, el Salón Internacional UNEAC, que tuvo lugar en Cienfuegos.

«Vencida esa etapa, me dispuse a poner en práctica una técnica que hacía un tiempo venía probando: la del pastel, que se trabaja en cartulina, y que decidí  traspolarla luego al lienzo, combinándola con el óleo. Esta experiencia la presenté en el Salón Plástica de abril de 2007. Más tarde me hice un grupo de espátulas que me permitían conseguir una textura muy peculiar, así encontré una manera de hacer donde se mezclan la espátula, el pastel y la técnica tradicional del óleo, y que se pudo apreciar en la exposición Paisaje y modernidad, que acogió la Casa Iberoamericana de la Décima Juan Cristóbal Nápoles Fajardo.

«En Paisaje y modernidad, en un estilo figurativo surrealista, aparecen seres, cargados de textura, que nacen de mi imaginación, pero que poseen mucha fuerza expresiva. En esta serie lo más importante es el uso del color, con lo cual consigo dar una sensación de movimiento y de profundidad a los cuadros que los espectadores agradecen. Y todo ello sin dejar de presentar un paisaje sui géneris que no se olvida de lo erótico, y también le canta a la ecología, la naturaleza, la reproducción, a la vida».

—En la capital, tu obra solo ha sido apreciada en 2008, en una expo que tuvo lugar en la galería Collage Habana...

—Efectivamente. Se tituló Sin límites y fue una expo colectiva, donde junto a otros ya consagrados participamos otros artistas de Santiago de Cuba, Holguín, Las Tunas... De acá eligieron a tres escultores y cuatro pintores. Y claro que me tomó de sorpresa que mi obra estuviera al lado de un creador muy reconocido de la plástica tunera como Alexis Roselló Labrada. Resultó ser una experiencia inolvidable, porque nunca antes había visto una galería tan llena de personas interesadas verdaderamente en el arte. En Sin límites había piezas, por ejemplo, del premio nacional de Artes Plásticas Nelson Domínguez, algo muy estimulante para cualquier creador.

—¿En qué proyectos anda ahora Ismael?

—Recientemente participé en la Pintada por la solidaridad, que se desarrolló en la galería-taller de esculturas Rita Longa, como parte de las celebraciones por su aniversario 30. Coordinado por Othoniel Morffis, a ese llamado del ICAP y el proyecto Callejón de la Ceiba, respondieron artistas como Leonardo Fuentes Caballín, Vladimir Santiago Carlos, Roger Antuña, Manuel Velázquez Flores, Alexis Roselló y Jesús Vega Faura, «Chucho», también para recordar los 15 años de hermanamiento con la Brigada de Solidaridad Giovanni Ardezzone. Con esas piezas se conformará una exposición que se moverá por varias ciudades de Italia, donde se incluirá también parte de nuestra obra.

«No obstante, estoy haciendo una parada en el camino, analizando con detenimiento mi carrera, las técnicas que he explotado, para así definir hacia dónde dirigiré mis próximos pasos, porque una obra nunca está acabada. Necesito saber qué le falta, qué otros elementos le puedo incorporar para enriquecerla aun más y hacerla más atractiva y provocadora para el espectador».

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