Ming y los estudiantes de la Caturla en plena acción. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:04 pm
Desde su Bermudas natal, vino a Cuba, hace dos años, el prestigioso profesor de percusión Eddie Ming, para descubrir sus bondades turísticas y su gente, pero entonces, en el hotel Habana Libre, donde se alojaba, se encontró con la maestría de Changuito y Enrique Plá. Y aunque ya hacía mucho que en el mundo se reconocía su clase, prefirió convertirse en el más atento de los alumnos de estos dos grandes, porque bien sabe este hombre vitalísimo que la vida es un eterno aprendizaje.
En aquella oportunidad, las clases y el vínculo fraterno que sostuvieron los tres, fue llevando a Ming a conocer a funcionarios del Ministerio de Cultura, del Centro Nacional de Escuelas de Arte, a profesores de percusión y a algunos músicos de la Isla. Y entonces, tuvo la certeza: «Volveré una y otra vez.
«Cuando regresé a mi país, habitado solo por 65 000 personas, les dije que en el próximo año ya tendríamos un programa de intercambio en Cuba, pues crearía un programa con ese fin», cuenta a los lectores de Juventud Rebelde, con la ayuda de la versátil traductora Sonia Fernández.
Solo que en 48 horas Ming ya estaba de vuelta, acompañado por 60 de sus estudiantes que se preparan en el Laboratorio de Ritmos Eddie Ming, que él dirige y fundó hace 40 años. Entonces trajo nuevas asignaturas y estilos, «que van a florecer en estos magníficos niños de la Escuela Elemental de Música Alejandro García Caturla, cuando tengan alrededor de 15 años».
Sí, porque después de una primera experiencia entre alumnos de la Escuela Nacional de Música (ENM) y del Laboratorio de Ritmos Eddie Ming, de Bermudas, Eddie decidió convertir al reconocido plantel, ubicado en el municipio de Marianao, en su hogar, donde pone en práctica su metodología para la enseñanza del drum tradicional. Y han sido tan notables los avances de sus 11 pequeños pupilos, que el pasado sábado realizaron en la sala Avenida, del municipio de Playa, una demostración para el público que asista al esperado concierto que, como ya se está haciendo habitual, cierra los gustados talleres.
«Mi sueño es que estos niños también puedan viajar hasta Bermudas. Mientras ese momento llega, en el 2011 les entregaré mis dos libros, que he escrito a partir de los talleres impartidos aquí: la exhibición de dúos para batería del Laboratorio de Ritmos, dirigido a los estudiantes de la ENM; y Grooves clásicos y rellenos para conciertos del Laboratorio de Ritmos, dedicado a los de la Caturla».
Ming no se cansa de repetir que en esta escuela, Caturla, ha encontrado su hogar fuera de su hogar. Y séñala: «Ahora quisiera establecer este convenio que les permitirá a los niños cubanos visitar mi escuela antes de que cumplan los 18 años. Creo que para ellos sería muy beneficioso, no solo porque se pondrán en contacto con otra cultura, sino también porque esas vivencias enriquecerán sus vidas desde el punto de vista personal. En esta profesión uno se preocupa y ocupa tanto en ser lo mejor que pueda en el instrumento, que se olvida de estas otras cosas que completan a un artista.
«Sin dudas, conocer a estos niños de la Caturla ha significado mucho para mí. Me ha hecho ver lo que soy y lo que puedo ser. Me ha demostrado que puedo convertirme en un maestro de excelencia en la batería, aunque parezca inmodesto decirlo. Los asistentes al concierto lo comprobaron esa tarde».
—Ming, ¿usted tiene una metodología específica que se diferencie de la que se utiliza en Cuba?
—Lo que yo propongo no es específicamente una metodología, porque no me interesa competir con Enrique Plá ni Changuito. Mi interés es mostrarles a los niños diferentes estilos que se pueden aprender en países como Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Brasil... El objetivo es que estos se inserten de modo natural dentro del programa de percusión que llevan en la escuela.
—Entonces, este concierto es el cierre de una etapa...
—Así es. El concierto es el resultado de estos talleres que durante tres semanas he impartido en la escuela. Son 11 niños que estudian percusión en la Caturla y han estado practicando todos estos días con variaciones que les he puesto y han logrado hacer 60 diferentes. Eso es lo que se presentó en la sala Avenida.
«Los niños estuvieron muy entusiasmados. Fueron jornadas muy intensas, pero todo el mundo se ha sentido muy comprometido con el trabajo. Este segundo concierto, pues ya hubo uno el pasado año, fue indudablemente superior, porque a mis 11 estudiantes los acompañó una banda fabulosa integrada por otros niños instrumentistas, y que será la que en lo adelante participará cada vez que se desarrolle este evento anual».
—¿Resultó difícil la comunicación con los niños?
—En lo absoluto. Yo sabía que iba a tener muy buenos lectores de música, y para eso no se requiere de otro idioma. Para mí es muy emocionante hablar con personas que no dominan mi lengua. Creo que si decidiera sostener una relación con una muchacha que habla español, quizá sería mucho más rica que la que ella tendría con uno de ustedes que hablan español (y sonríe con picardía).