Momentos de uno de los conciertos de la Orquesta Jazz Lincoln Center de Nueva York y el trompetista Wynton Marsalis en Cuba. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:02 pm
Solo dos músicos salieron nuevamente al escenario el jueves último. Ellos, envueltos en un misticismo único, lograron que dialogara la trompeta con el piano. El Teatro Mella quedó silencioso. El standard Embraceable you, de George e Ira Gershwin, regresaba a través de dos instrumentistas excepcionales: el estadounidense Wynton Marsalis y el cubano Chucho Valdés.
Cerraba así el tercero de los conciertos —esta noche se celebrará el último— que por estos días ofrecen al público capitalino la orquesta de jazz del Lincoln Center (JLCO) de Nueva York y artistas de nuestro país.
Como protagonistas de esa noche, un formato pequeño de la JLCO, dirigido por Marsalis; y otro integrado por los Mensajeros Afrocubanos, guiados por Valdés.
El encuentro puso de relieve dos maneras distintas de hacer jazz. Una raigal, ubicada entre lo más clásico del género. Otra con una clara alusión a lo afrocubano. Ambas respetuosas de la tradición y apuntando una certeza entre los espectadores: los cultores del estilo en Estados Unidos y en Cuba continúan dando signos de vitalidad y son capaces de hacernos vibrar con cada una de esas ejecuciones.
Pero también los protagonistas de la velada quisieron mezclar sus sonoridades y devolver al auditorio una armonía que equilibró las tradiciones melódicas de los artistas.
El ingenio se esparció por la escena del Mella y se reprodujo igualmente en el chequeré de Pancho Te-rry, la flauta de Orlando Valle (Maraca), el saxofón de Carlos Manuel Mi-yares, el drums de Juan Carlos Rojas (el Peje), y en la virtuosidad del novel trompetista Yasek Manzano, quien era observado atentamente por Marsalis, su antiguo maestro de la Juilliard School de Nueva York.
Ya Chucho Valdés lo alertaba en el segundo concierto: «La música sirve para unir las culturas de todos los países». Era inevitable. En esa ocasión, como en la del jueves pasado, emergieron los puntos que estrechan a los jazzistas estadounidenses con los cubanos.
La fortaleza mayor de esas conexiones armónicas se evidenció el miércoles con la espectacular ejecución de Misa negra, la célebre composición de Chucho, tocada en esa ocasión por su autor y su grupo, y con la intervención de los músicos norteamericanos.
También se palpó en la inmejorable (y muy propia) interpretación de Bobby Carcassés en Cómo fue, aquel tema que cantara Benny Moré y que arreglara para esta ocasión Ali Jackson, baterista de la JLCO; y en New Orleans, escrita por Chucho y dedicada especialmente a la familia Marsalis y a la «Ciudad madre del jazz».
Pero ha sido el agudo repaso de la historia del jazz uno de los momentos más significativos de esta maratónica jornada de conciertos. Wynton Marsalis y la JLCO escogieron precisamente para su debut en La Habana una docena de títulos que reflejaron, además de la virtuosidad de los artistas, su emoción por ser portadores de una cultura que se les convierte en modo de vida, en credo. Algo tan perfectamente dibujado en el Sanctified blues de Marsalis, y en el conmovedor I left my baby standing in the back door crying, vocalizado por el trombonista Chris Crenshaw, así como en el resto de las piezas interpretadas.
Ahora solo nos resta esperar por «El gran final» de esta noche a las 8:30. De esa forma han bautizado los organizadores al cierre de estas históricas actuaciones de la JLCO en la Isla.
Wynton Marsalis, como acucioso estudioso de la música de los países que visita, destacó este viernes a Juventud Rebelde la «gran diversidad» musical existente en Cuba, palpada esta semana por él y la agrupación que dirige. Y mirándolo a la inversa, ha sido gratificante encontrar en cuatro oportunidades a la Lincoln Center en el Mella, haciendo cada actuación irrepetible, fraterna, diversa.