Con el Festival Mundial de la Música retornó a Varadero un viejo anhelo. Se hizo palpable la pasada semana cuando desfilaron por allí músicos de distintas generaciones y diversas tendencias. Regresaron al famoso balneario las voces y los acordes de los artistas cubanos y de varios países que inundaron una decena de espacios del complejo turístico.
Varadero esperaba nuevamente este acontecimiento, como había sucedido en las décadas de los 60 y 80 cuando se escucharon la voces de los brasileños Gal Costa, Caetano Veloso y Chico Buarque, la española Massiel, o la interpretación del pianista norteamericano Herbie Hancock.
El Festival, dirigido ahora por el maestro Juan Formell y auspiciado por los ministerios de Cultura y del Turismo, y el Instituto Cubano de la Música, logró reunir a orquestas nacionales de la música popular como Adalberto Álvarez y su Son, la Charanga Habanera, Manolito Simonet y su Trabuco, la Revé y la Original de Manzanillo.
Asistieron igualmente grupos de otras vertientes como Síntesis, Interactivo, Warapo, Buena Fe, y los rumberos Muñequitos de Matanzas, Los Papines y Clave y Guaguancó, entre otros.
De las personalidades foráneas fue muy esperada la presentación del español Dyango, los Pigmeos del Congo (con los grupos Cofade Afouka y Kpou Ambitiri) y la delegación puertorriqueña, también fue bien recibida la agrupación mexicana Explosión Norteña; los españoles de Obrint Pas y los daneses Sweethearts.
Esa variedad de géneros apreciada en cada espacio discurrió apropiada para la integración de los artistas en escena. Y a los espectadores les fue posible apreciar en grande el amplio caudal de estilos presentes en distintos puntos del mundo. De ahí que me refiera a conciertos bien logrados en la Plaza del Festival y en el Anfiteatro como pasó con el de boleros y sones del jueves 12 de junio con los boricuas Andy Montañez, Jacqueline Capó y Chucho Avellanet, junto a Raquel Hernández y Adalberto Álvarez; o el del viernes 13 con los muchachos de Interactivo, Mezcla, Juego de Manos, Warapo, Carlos Varela y el grupo Sweethearts.
Sin embargo, para «balancear» hay algunas acotaciones que no pueden pasar inadvertidas. Del «nuevo» Varadero se extrañó una presencia mayor de figuras extranjeras —como sucedía antaño—. Y ese es un punto importante para considerar en ediciones venideras.
El evento padeció de ciertas imprecisiones organizativas. Conciertos que demoraban en el paso de una agrupación a otra o la exigua información con los cambios en la programación.
Es cierto también que el Festival navegó sin mucha suerte por el mar de la promoción, con una menor presencia en los medios de prensa, algo imprescindible a la hora de acercar al público a espacios de este tipo. También echamos de menos las informaciones previas sobre los artistas extranjeros que intervendrían, elemento importante que hubiera funcionado como avances de lo que veríamos después.
El Festival Mundial de la Música de Varadero debe alistarse desde ya para su próxima edición, y extirpar los lunares de la arrancada. En este reinicio no solo logró extenderse a ciudades cercanas como Matanzas y Cárdenas, sino que dejó propuestas culturales que trascienden al festival mismo, como es el caso de la rumba, uno de los pilares sonoros de la provincia, y que podrá ser disfrutada en el Centro Nocturno Mediterráneo, durante todo el año.
«La música es nuestro objetivo fundamental. Varadero es una plaza muy significativa y me parece que estaba subutilizada», afirmó el líder de los Van Van. El empeño de que así se logre será un reto posible.