Debo contarte algo; antes te brindé una dirección electrónica para que, si lo deseas, nos comuniquemos. No vaciles en enviarme tus dudas; claro está que no podré evacuarlas fácilmente todas; pero me encanta que me pregunten acerca de lo que no conozco: Eso me obliga a estudiar, a revolver estantes, a desempolvar libros viejos, a averiguar aquí y allá. Te garantizo: es la mejor manera de aprender. Tuve una profesora que no pensaba así; la pobre, llamaba «capciosas» a las preguntas sobre asuntos que le resultaban desconocidos. Capciosas son las que se hacen para arrancar al interlocutor una respuesta comprometedora, o favorecedora de los propósitos de quien las formula. Ignoraba que decir: «No lo sé» le hubiera granjeado la simpatía y la confianza de la clase. Cierto es que algunos alumnos tratan de probar la capacidad del maestro; pero la sinceridad es más admirable y más escasa que la erudición.
Ahora, lo que prometí contarte: Hace pocos días, mandé una carta a una persona distinguida. Cuando la releí en Elementos enviados, ya sin posibilidad de corregirla, por poco caigo muerta de la vergüenza. Imagínense que había escrito: «...aprovechando la oportunidad, para sacar provecho...»
¿Sabes por qué suceden estas cosas? «Es elemental, Watson», como repetía aquel conocido personaje de la literatura policíaca. Por no revisar con cuidado. Si esto ocurre durante una conversación, pasa inadvertido quizá. Recordemos que alguien dijo —no con demasiada razón—: «Hablar es dejar correr...».
El error que cometí se llama redundancia. (Repetición o empleo excesivo de una palabra o concepto). Pude haber escrito: «...utilizando (o usando) esa oportunidad para sacar provecho...», «...aprovechando para sacar una ganancia...», «aprovechando esa oportunidad para ganar algo...» o simplemente: «...aprovechando esa oportunidad...». Bueno, ¿para qué llorar sobre la leche derramada, como reza el conocido refrán inglés? Aunque, entre nosotros, es cosa de gemir cien años; el disparate fue de cinco estrellas.
Ahora que hablo de redundancia, recordé algo que me gustaría conversar contigo. Habrás oído en muchas ocasiones: «...y valga la redundancia». En la mayoría de los casos, no vale nada. No sé por qué se empeñan en solicitar la validación para su disparate. En lugar de eso, debieran decir: «Perdonen la redundancia».