Cartel de la película La dama boba, de Manuel Iborra. A la derecha, Sarah Polley y Tim Robbins, inmensos en La vida secreta de las palabras. Seguramente no son pocos los que se deben estar afilando los dientes esperando porque, al fin, se estrene en Cuba la más nueva obra del más famoso de los manchegos, Volver, para lo cual tendrán que esperar a la clausura, o (¡ojalá!) a ese sábado y domingo pos Festival en que quisiéramos que los deseos de Manzanero se hicieran realidad, y que —¿para qué exagerar?— fueran más de 24 las horas que conformaran un día... En fin, que lo mejor será aprovechar, mientras nos llega el momento de evaluar a las «chicas almodóvar», y acercarnos a la Muestra Española. Sin duda, uno de los platos más apetecibles de estas citas, desde que las tenemos por acá en diciembre.
Y no obstante, aunque todavía no he visto Volver, puedo atreverme a asegurar que La vida secreta de las palabras, de Isabel Coixet, no tiene nada que envidiarle, porque es una joya, una pieza maestra que arrasó en la más reciente entrega de los premios Goya, y todos más que merecidos: mejor película, mejor dirección, mejor dirección de producción y mejor guión original. Y de haber competido Sarah Polley (Hanna) y Tim Robbins (Josef), es muy posible que hubiesen subido al podio, porque brillan en esta película del mismo modo que lo hace Javier Cámara con su cocinero Simón.
Son ellos los encargados de llevar sobre sus hombros esta historia de amor y silencios, que tiene lugar en una plataforma petrolífera donde llega una mujer misteriosa pero encantadora (Sarah Polley) para cuidar a un hombre accidentado (Tim Robbins). Entre la enfermera y su paciente se establecerá una relación que nos apresa desde que inicia el metraje. Si la Coixet ya había mostrado su valía como directora en sus anteriores filmes (Mi vida sin mí, Cosas que nunca te dije, Demasiado viejo para morir joven y A los que aman), ahora evidencia una madurez sorprendente.
No sabemos qué hubiera podido suceder con la oscarizada Million Dollar Baby, que la catalana rechazó porque no veía a Sandra Bullock en el papel (luego Eastwood exigió que fuera Hillary Swan) de haber llevado ella las riendas, lo cierto es que ha entregado una soberbia, sutil, sincera y para nada manipuladora La vida secreta...; una cinta de notable fuerza poética, que no se debe dejar de disfrutar, y que en estas jornadas iniciales ha sido programada en más de una ocasión. Hoy estará, por ejemplo, en el Payret (8:00 p.m. y 10:30 p.m.).
La propuesta de Manuel Iborra, La dama boba, es una comedia. Él decidió adaptar un título de Lope de Vega, algo que no es nuevo dentro de la cinematografía del país europeo, pues Pilar Miró ya nos regaló una espléndida El perro del hortelano, mas por ello no deja de tener mérito, sobre todo porque es muy loable acercar los grandes clásicos a las más nuevas generaciones. Y justamente por ello no son pocas las armas con las que se tiene que equiparar para poder salir airoso, máxime cuando ya el espectador no está acostumbrado a seguir en verso una historia, aunque esta sea de amores y celos.
Y aquí está uno de los puntos flacos de la película de Iborra: La dama boba te deja con la impresión de que estás viendo teatro filmado. Eso sí, el vestuario de época es de primera, tanto los de Finea y Nise, las dos hermanas tan opuestas ocupadas en atraer a dos caballeros; como el de la madre dispuesta a regir la vida de sus hijas y el del resto de los personajes. Mas la puesta en escena, los diálogos en versos y las interpretaciones no son destacables. Entre Silvia Abascal, Verónica Forqué, José Coronado y Roberto Sanmartín, es la primera quien se lleva las palmas. O sea, La dama boba puede funcionar para los amantes del Siglo de Oro español, pero el legado de López de Vega quedó un poco encorsetado.
Otro que viene en busca de que los espectadores se rían con situaciones divertidas es Víctor García León con su segundo largometraje, Vete de mí, título tomado de la hermosa canción de Bola de Nieve, ideal para el tono de la película. Tras una discusión con su madre, Guillermo (Juan Diego Botto) se aparece en casa de su padre Santiago (Juan Diego), un actor que piensa que su hijo estará ocupando el sofá solo una noche, pero el joven de 30 años no piensa igual que quien lo trajo al mundo. En lo adelante, empezarán las mentiras y las desconfianzas. Con este largometraje, Juan Diego obtuvo la bien merecida Concha de Plata al mejor actor en el Festival de San Sebastián.
Ha dicho García León, quien se estrenó con Más pena que gloria, que la suya es una película que «tiene algo de thriller familiar».
En resumen, son 15 los títulos que están en La Habana procedentes de la Península Ibérica, de estos, dos son coproducciones. Ese es el caso de Salvador, que aún no se ha exhibido (como la gran mayoría de los filmes que conforman la muestra) y cuya producción es compartida con Gran Bretaña y está dirigido por Manuel Huerga, quien optó por trasladar al cine íntegramente el libro Salvador Puig Antich, compte enrere. Por tanto se trata del destino de este joven estudiante catalán en tiempos del franquismo, cuando este régimen ya agonizaba, pero seguía con una represión feroz.
No es ficción lo que el director de las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona decidió llevar con fidelidad a la pantalla. Y es que se trata de un homenaje a una de las últimas víctimas del franquismo.
En el otro extremo se halla la comedia Bienvenido a casa, de David Trueba, que reúne a no pocas estrellas de la escena española: Ariadna Gil, Santiago Segura, Juan Echanove, Jorge Sanz. Sin embargo, no es muy pretencioso el argumento de este filme, que trata sobre una joven pareja que se tiene que enfrentar a un embarazo no planificado.
De la película del hermano de Fernando Trueba, el guionista de Los peores años de nuestra vida, debutante en el cine con La buena vida, ha dicho: «Bienvenido a casa quiere ser la historia de amor de una pareja. Por tanto trata del amor, de la pareja, la paternidad, la infidelidad...». Después de Obra maestra y Soldados de Salamina, él entrega una cinta que tiene a la crítica dividida, aunque ha sido bien acogida por el público. Entre los primeros hay quienes consideran que solo tiene algún que otro momento simpático, mientras que otros afirman que es un guión muy original llevado con una estructura y hondura muy considerable, capaz de lograr un millar de risas y lágrimas. En lo que sí todos coinciden es en la magnífica presencia de la Gil.
Entre tanto, David Trueba ha dejado claro su tesis sobre el modo como el hombre va asumiendo la paternidad. Esperemos a ver si en verdad Fernando sale airoso con un tema tan cotidiano, y no por eso desestimable, como un embarazo. Por mi parte, aunque quisiera seguirles informando sería muy embarazoso sin antes haberla visto.