Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Y los balcones se abrieron a la libertad

A 66 años del triunfo de la Revolución Cubana, la épica y emociones de los acontecimientos del primer día de enero de 1959, continúan estremeciendo

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

SANTIAGO DE CUBA.—«¡Levántate, que Batista se fue!, lo están diciendo por la radio». De esa manera recordaría siempre el combatiente Carlos Chaín Soler, coordinador del Movimiento 26 de Julio en Oriente y delegado del Comandante en Jefe en Santiago, su despertar el 1ro. de enero de 1959.

Eran alrededor de las 6:30 de la mañana, en el central América, donde había pasado la noche en compañía del jefe guerrillero después de la cena de fin de año, y era el mismo Fidel quien le halaba las sábanas.

En lo adelante, el día sería una vorágine de acontecimientos. Respondiendo rápidamente a las noticias procedentes de La Habana, y previendo lo que se gestaba, Fidel partió hacia Palma Soriano, adonde había enviado la planta de Radio Rebelde desde el 30 de diciembre.

Poco después de las nueve de la mañana ya el Jefe de la Revolución estaba en la ciudad del Cauto. Las indicaciones de preparar los equipos e ir radiando avances ya se cumplían.

«Aquí Radio Rebelde, todo el mundo en sintonía con la cadena de la libertad esperando declaraciones importantes del Comandante Fidel Castro…».

Se habían establecido en la casa ubicada en calle Aguilera 201, por esos días en poder del Movimiento 26 de Julio. «El equipo tenía dificultades que imposibilitaban grabar y transmitir al mismo tiempo, así se lo expliqué a Fidel. En un principio no me entendió, pero después accedió a hacer la grabación —contó a JR 40 años después Miguel Boffil, «Microonda», el técnico que se afanó para arreglar la planta que Fidel nunca supo rota—.

«Como hablaba tan alto todo se oía afuera; al terminar, nos sorprendió el aplauso del pueblo que congregado allí escuchaba por las ventanas. Más tarde Fidel salió y les dirigió la palabra: «No aceptamos el golpe de Estado: ¡Revolución, sí!», les dijo. Fue su primera reunión con el pueblo, el primer mitin de la Revolución victoriosa».

Aproximadamente a la una de la tarde del Primero de Enero saldría al aire la histórica grabación portadora de las instrucciones que harían fracasar el golpe de Estado, la orientación de no parlamentar y seguir combatiendo, la alocución al pueblo de Santiago de Cuba y las indicaciones a Camilo y al Che para la toma de Columbia y La Cabaña. «Revolución, sí; golpe militar, no. Golpe militar de espaldas al pueblo y a la Revolución, no, porque solo serviría para prolongar la guerra.», dijo el jefe revolucionario en su intervención.

Con la firmeza de quien tiene aún un asunto pendiente, fue Fidel particularmente claro en su mensaje a la ciudad de Santiago de Cuba: «La guarnición (…) está cercada por nuestras fuerzas. Si a las seis de la tarde del día de hoy no han depuesto las armas, nuestras tropas avanzarán sobre la ciudad y tomarán por asalto las posiciones enemigas. (…)¡La historia del 98 no se repetirá! ¡Esta vez los mambises entrarán en Santiago de Cuba¡».

El fracaso de una maniobra

Tras las victorias en Jiguaní, Baire, Contramaestre, El Cobre, Palma Soriano y Maffo, el camino hacia el triunfo estaba expedito. Por eso, a la vez que alistaba minuciosamente cada detalle para el ataque a Santiago, en la mañana del 28 de diciembre de 1958, en las ruinas del central Oriente, en las cercanías de Palma Soriano, Fidel se entrevistó con el general Eulogio Cantillo Porras, jefe de Operaciones del Estado Mayor del Ejército batistiano en Oriente.

El líder guerrillero dejó claro que la victoria revolucionaria era inminente, por eso los acuerdos fueron precisos: el 31 de diciembre, a las tres de la tarde, se sublevaría la guarnición de Santiago de Cuba. Las columnas rebeldes penetrarían en la ciudad; con el pueblo, militares y rebeldes juntos se lanzaría al país una proclama revolucionaria y se invitaría a los militares de honor a unirse al movimiento. Explícito quedaba, además, el compromiso de no golpe de Estado, rechazar cualquier contacto con la Embajada norteamericana y no dejar escapar al tirano.

Sin embargo, violando lo pactado con el líder rebelde, Cantillo comunicó a Batista el resultado de aquella reunión, lo que motivó la huida del tirano. Antes de partir, sin embargo, el dictador le nombró como jefe del ejército, proclamó al magistrado Carlos Piedra como presidente provisional de la República y dejó todo arreglado para la conformación del gabinete ministerial en un simulado golpe de Estado que debía ocurrir el 6 de enero de 1959.

Dispuesto a consumar su maniobra, el general batistiano envió entonces a Fidel una nota en la que pedía el cese de todas las acciones hasta el 6 de enero, ante una supuesta variación de «las circunstancias, en sentido favorable a la solución nacional». Tal actitud hizo al líder rebelde perder la confianza en los acuerdos, por lo que ordenó romper las hostilidades a partir de la misma fecha y hora acordadas.

Fuerzas combinadas de los tres frentes guerrilleros actuarían sobre las áreas que controlaban en la ciudad y serían apoyadas desde la propia urbe por los destacamentos de las milicias 26 de Julio, previamente organizados y preparados para entrar en acción.

«Unos siete días de combates…», explicaría años más tarde el propio Fidel, se habían previsto según el plan de ataque, consistente en cercar los batallones localizados en la urbe.

Del Escandel al Moncada

Luego de su alocución al pueblo y de impartir las órdenes desde Palma Soriano, Fidel avanza hacia Santiago y establece su Comandancia en El Escandel, al este del Caney. Está decidido a tomar la ciudad, pero al mismo tiempo desea evitar más derramamientos de sangre. Por eso, allí recibe a dos emisarios del jefe del cuartel Moncada, coronel José Rego Rubido, quien ratificaba su disposición de parlamentar con el mando rebelde.

A media tarde se produjo el encuentro entre el jefe de la guarnición del Moncada y el líder guerrillero; se acuerda parlamentar la entrega de la fortaleza militar previa conversación en El Escandel con la oficialidad del Regimiento.

Para hacer expedita la reunión, de regreso, acompaña a Rego Rubido el Comandante Raúl Castro. Cinco años, cinco meses y cinco días después del 26 de julio de 1953, vuelve Raúl Castro al cuartel Moncada y es recibido entre vítores. Habla a su oficialidad sobre la importancia del encuentro que sostendrían con Fidel y lo inútil de ofrecer resistencia. También habla a la masa de soldados, sargentos y demás oficiales, en el Polígono de la fortaleza.

Alrededor de las nueve de la noche, tuvo lugar el encuentro entre el Comandante en Jefe y la oficialidad del Moncada.  Fidel recabó el apoyo de los oficiales, habló sobre la traición del general Cantillo y los exhortó a no continuar derramando sangre inútilmente.

Finalmente, la guarnición del Moncada, con sus más de 5 000 hombres, se rindió ante el Ejército Rebelde. La batalla anunciada de (por) Santiago, que pudo ser de las más cruentas, no ocurrió; y Fidel y su tropa entraron a la ciudad sin apenas disparar un tiro.

Entre un mar de pueblo: La libertad

Entre las siete y las diez de la noche del Primero de Enero de 1959 las tropas del Ejército Rebelde entraron en Santiago de Cuba. El Escandel-Carretera del Caney-Garzón… Carretera de Mar Verde-Refinería-Martí… Camino de El Cobre-Marimón… y Carretera Central-Quintero… En medio de un desbordado mar de pueblo, entre vivas y abrazos, y por sus diferentes vías de acceso, entraron a la urbe las columnas guerrilleras, ubicadas desde días antes en posiciones cercanas.

Por las calles, plazas y balcones, con los más diversos gestos de alegría, se abría paso la libertad. «Nunca había visto tanta gente concentrada. Mujeres en bata, hombres en pijama… corrían detrás de nuestros carros, saludándonos, pidiéndonos un brazalete, una balita…», relataría el combatiente Manuel Franco Rodríguez.

Al final de la noche llegó Fidel a la emisora provincial CMKC, Radio Oriente, convertida por el locutor Noel Pérez en la Radio Rebelde. Desde allí pidió al pueblo, apretujado en la calle, continuar alerta para consolidar el triunfo, y convocó a todos para un gran acto de masas en el parque Céspedes.

La principal plaza santiaguera era a medianoche un apoteósico abrazo. Tras el Himno Nacional, se izó la bandera cubana y hablaron varios compañeros. Luego Orestes Valera presentó al Comandante Fidel Castro. La ovación se prolongó por varios minutos, hasta que Fidel pudo hablar: «¡Santiagueros, largo y duro ha sido el camino, pero al fin hemos llegado…»

Desde el balcón del Ayuntamiento la voz del líder fue viril, casi mítica, y sus razones enhiestas, imperecederas.

Cuando terminó, los claros del alba habían quebrado la oscuridad, y surgía, de la penumbra, el amanecer de un enero victorioso que cambió para siempre sus destinos.

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