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Detalles «nuevos» del asalto

Las acciones del 26 de julio de 1953 en Bayamo merecen seguir siendo estudiadas para aproximarnos a la verdad sobre aquellos acontecimientos

Autores:

Osviel Castro Medel
Eduardo Alexis Guerra Torres

BAYAMO, Granma.— Necesitamos seguir descubriendo aspectos «ocultos» del asalto al antiguo cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo.

La sugerencia la hizo un lustro atrás el acucioso investigador granmense Aldo Daniel Naranjo, autor de numerosos libros históricos, quien señaló entonces que si bien se ha escrito y hablado mucho sobre lo acontecido el 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba, todavía hay detalles de los acontecimientos en la Ciudad Monumento que están por estudiarse.

Durante mucho tiempo se manejó el dato de 25 asaltantes a la fortaleza militar. Pero las investigaciones históricas, iniciadas por José Leyva Mestre, quien no ha sido colocado en el lugar merecido, demuestran que en realidad fueron 21. Este autor indagó durante más de 20 años sobre las acciones relacionadas con la fecha y esas averiguaciones sirvieron después para varios de los libros vinculados con la gesta de hace 70 años.

Hoy valdría responder estas interrogantes: ¿Qué sucedió entonces en Bayamo? ¿Por qué falló el factor sorpresa? ¿Cómo aquellos jóvenes escaparon de la persecución? ¿Por qué se escogió ese recinto militar aparentemente sin tanta importancia?

Sorpresa fallida

Juan Olazábal, primer director del hoy museo Ñico López, aseguró haber visto en el hospedaje Gran Casino, donde se alojaron los atacantes, una lista de 27 nombres, la cual destruyó el mismo día del asalto para ayudar a preservar la vida de los jóvenes.

Más allá de la veracidad o no de este relato, la cifra parece no estar lejos de la verdad. Bien se sabe que Elio Rosete, un matancero que llevaba siete años viviendo en Bayamo y quien debía guiar a los revolucionarios al enclave militar, abandonó la concentración con el pretexto de despedirse de sus familiares en la ciudad.

Hubo otros que no participaron directamente en las acciones. Por ejemplo, Luciano González Camejo, quien no era del Movimiento, también desistió pues él se había montado en La Habana en uno de los autos cuando escuchó que su primo Hugo Camejo Valdés y sus compañeros iban a unas regatas a Varadero. Era lógico, a la sazón, que no participara.

La táctica del ataque era aparentemente simple e incluyó a Bayamo porque, como dijera Fidel el 26 de julio de 1982, «tenía por objetivo, tomar el cuartel, sublevar la ciudad y establecer aquí, a orilla del Cauto, la primera defensa contra los refuerzos de tropas enemigas. Luego, Bayamo y Santiago de Cuba están inseparablemente unidos en esta fecha».

Por cierto, el líder del Movimiento había pasado por Bayamo el 25 de julio por la noche y se había entrevistado con Raúl Martínez Arará, jefe de la acción en la Ciudad Antorcha, para ultimar detalles del asalto, que debía realizarse de manera simultánea al del Moncada.

En cuanto al plan, Rosete, conocido de los guardias, llegaría por la puerta delantera de la instalación castrense, acompañado de dos asaltantes vestidos de militares, con el pretexto de «descansar» para seguir viaje a Santiago. «Una vez dentro neutralizarían a los soldados y facilitarían la entrada del comando», explicaron en un trabajo periodístico Yelandi Milanés y Aldo Daniel Naranjo.

Aunque Rosete negó años después, desde el exterior, que el plan fuese concebido así, varios asaltantes, entre ellos Agustín Díaz Cartaya, señalaron que su ausencia en el lugar de los hechos fue determinante. «Los problemas comenzaron cuando nuestro jefe autorizó a Elio Rosete para que saliera unos minutos. Ese hombre, clave a la hora de la ejecución del ataque, no volvió», dijo el autor de la Marcha del 26 en una entrevista con Radio Rebelde.

Tal desaparición provocó recelo en los integrantes del comando, quienes llegaron a sospechar una delación. Eso generó discusiones sobre el plan a seguir, hasta que se decidió —con la duda de algunos— atacar por la parte trasera del cuartel. Camino al objetivo, chocaron con unas latas vacías (todavía está por precisarse el tamaño de ese vertedero), primera alarma para los centinelas de la instalación y primer desencadenante del combate desigual. Eran ocho guardias armados con una subametralladora Thompson calibre 45 y fusiles Springfield, contra 21 atacantes, desconocedores del terreno, portadores de escopetas y fusiles calibre 22.

Tampoco se ha establecido con rigor el tiempo del combate. Todo parece indicar que fue un intercambio breve, porque un solo insurgente, Gerardo Pérez Puelles, resultó herido. Si llega a ser una refriega de más duración inevitablemente la cantidad de bajas hubiera sido mayor. Pero la verdad es que, estropeado el factor sorpresa, la embestida contra la otrora sede del escuadrón 13 de la Guardia Rural fracasó.

Una masacre

Siete de los participantes directos en el ataque al cuartel bayamés fueron asesinados salvajemente. Otros tres, quienes habían desistido a última hora, tuvieron la mala suerte de ser apresados y masacrados.

Los diez jóvenes ultimados fueron Mario Martínez Arará, José Testa Zaragoza, Pablo Agüero Guedes, Rafael Freyre Torres, Lázaro Hernández Arroyo, Luciano González Camejo, Ángel Guerra Díaz, Rolando San Román de la Llana, Hugo Camejo Valdés y Pedro Véliz Hernández.

Hoy conocemos con certeza que los sobrevivientes, todos participantes en la acción, fueron: Antonio López Fernández, Calixto García Martínez, Ramiro Sánchez Domínguez, Antonio Darío López García, Adalberto Ruanes Álvarez, Raúl Martínez Arará, Armando Arencibia García, Orestes Abad Lorenzo, Gerardo Pérez-Puelles Valmaseda, Rolando Rodríguez Acosta, Orlando Castro García, Enrique Cámara Pérez, Agustín Díaz Cartaya y Pedro Celestino Aguilera.

Mientras Andrés García Díaz fue hecho prisionero junto a Camejo y Véliz. Los tres resultaron ahorcados, después de ser arrastrados y atados por el cuello a un jeep, pero García salvó la vida milagrosamente. De modo que comenzó a ser llamado «el muerto vivo».

De los asesinados, Luciano Camejo era el mayor, con 40 abriles. Pablo Agüero tenía apenas 17 e iba a cumplir 18 años el 9 de agosto de 1953. Entre los asaltantes había de distintos oficios: zapatero, albañil, chapistero, hasta un vendedor ambulante. Algunos formaban parte del Partido Ortodoxo o de la Juventud de esa agrupación, además de integrantes de otras fuerzas que se oponían a la tiranía.

Ayuda generosa

Luego de la orden de retirada, los asaltantes transitaron por disímiles lugares y tuvieron contacto con más de cien personas. Eso explica que pudieran salir con vida de la ciudad de Bayamo. No olvidemos que la persecución fue feroz y duró varios días.

El combatiente Adalberto Ruanes Álvarez, por ejemplo, interactuó nada menos que con 28 personas, desde que se retiró de la parte posterior del cuartel y caminó por la calle General García, en la que recibió la ayuda de Juan Olazábal Garcés y de su esposa. Otras familias dentro y fuera de la ciudad también ayudaron y brindaron comida, cobija… ánimo.

En todas las narraciones y testimonios que recogen el andar de los sobrevivientes de la acción del Carlos Manuel de Céspedes por tierras de la actual provincia de Granma, se destacan los actos generosos e incondicionales de personas de diferentes posiciones. Esas familias también forman parte de la gesta que ayudaría a cambiar la historia.

 

Bibliografía

  • Entrevistas a los sobrevivientes residentes en Cuba.
  • Libro de enterramiento del Cementerio de Bayamo.
  • Mencia, Mario: El Grito del Mocada.
  • Ídem, El Moncada: la respuesta necesaria.
  • Actas del Registro Civil de Bayamo y Veguitas.

 

*Investigador de la Casa de la Nacionalidad Cubana

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