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Historias impactantes sobre los sucesos del 26 de julio que no puedes dejar de leer (+ Fotos y Videos)

Con motivo del aniversario 70 del asalto a los Cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, Juventud Rebelde te propone rescatar un grupo de trabajos publicados en nuestras páginas, sobre los sucesos ocurridos el 26 de Julio de 1953. Historias conmovedoras e impactantes que nos cuentan detalles de lo acontecido. No dudes en pinchar los enlaces

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Juventud Rebelde

Con motivo del aniversario 70 del asalto a los Cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, Juventud Rebelde te propone rescatar un grupo de trabajos publicados en nuestras páginas, sobre los sucesos ocurridos el 26 de Julio de 1953.

Se trata de historias conmovedoras e impactantes que nos cuentan detalles de lo acontecido el día que marcó el reinicio de la lucha insurreccional del pueblo cubano por su definitiva independencia.

Ese día de forma sincronizada se realizaron acciones armadas en las ciudades orientales de Santiago de Cuba y Bayamo, con el objetivo de tomar los cuarteles del ejército de la tiranía batistiana en esas urbes.

A través de reseñas, testimonios, entrevistas y reportajes, JR te invita hacer un viaje en el tiempo, para conocer en profundidad, los detalles de una de las fechas más importantes en la historia de Cuba.

No dudes en pinchar el enlace. No te conformes solo con este resumen. Mejor lee la historia completa.

Aún se escucha el grito: «¡Abran paso!». Se revive la sorpresa rota, el resonar de los disparos. Todavía se huelen la barbarie, la sangre, los sueños mutilados, el empeño solidario de la ciudad toda. Aquella madrugada un grupo de jóvenes, con el fragor del carnaval santiaguero y el secreto como cómplices, asaltaron el amanecer, y todavía puede vérseles tirando del futuro.

Eran 158 hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes menores de 30 años pertenecientes a la clase trabajadora. De los involucrados, solo tres sobrepasaban los 40 años. Manuel Rojo, de 49, era el mayor del grupo, mientras Pablo Agüero y Ulises Sarmiento eran los benjamines, con 17 años.

Diez se dedicaban únicamente a estudiar, la mayoría eran trabajadores. Había entre ellos dos abogados (Fidel y Melba), un médico (Mario Muñoz), un dentista (Pedro Aguilera) y una amplia gama de practicantes de oficios y actividades comerciales: estibadores, mensajeros, obreros agrícolas, dependientes, vendedores ambulantes, oficinistas, propietarios, trabajadores industriales, constructores…

Ilustración: René Mederos

Más de las dos terceras partes del grupo no tenía estudios superiores a la enseñanza primaria, y dos nunca habían asistido a la escuela. Eran el retrato joven de la Cuba que intentaban transformar.

Por eso cuando en la madrugada del propio día 26 el joven abogado Fidel Castro comunicó los detalles de la acción en la que participarían, nadie dudó que había llegado la hora de empinarse por una Cuba mejor.

Ilustración: René Mederos

Rosalina Despaigne Tejeda, «Rosario», tenía 16 años, cuando el 26 de julio de 1953 vio que un grupo de hombres desconocidos llegaron a la bodega Anacahuita, a eso de las 12 y media del día más o menos.

Llevaban escopetas de cazar pájaros y rifles flaquitos que parecían de juguete, cuenta según su manera de ver las cosas. «Estaban apurados, sudorosos, no los conocía, no eran campesinos ni vivían en la Finca El Café donde yo había nacido», recuerda.

Así fue como Rosario conoció al joven abogado Fidel Castro con los 18 moncadistas que venían de la Granjita Siboney, ya vestidos de civil con las mismas ropas que trajeron de La Habana.

Los padres, hermanos, primos y ella misma colaboraron como pudieron con el jefe del asalto a la fortaleza santiaguera y sus compañeros en la cordillera de la Gran Piedra.

Y junto a uno de sus dos hijos, Rolly, contó a JR, la ayuda que sus padres Pedro Despaigne y Tomasa Tejeda le brindaron refugio y alimento —como otros campesinos de esas montañas— a esa aguerrida tropa en circunstancias muy difíciles.

Tomasa Tejeda, la mamá de Rosario. Foto: Cortesía del entrevistado

El Comandante de la Revolución Ramiro Valdés compartió recuerdos de su participación en los hechos del Moncada y el Granma.

Al igual que en Santiago de Cuba, los jóvenes que asaltaron el cuartel de Bayamo fueron perseguidos con saña. Diez perdieron la vida, pero ayudaron a encender el fuego libertario de la nación.

En los sucesos del 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba, un joven hijo de Las Tunas integró las filas revolucionarias y ofrendó su vida en nombre de la Patria.

Juan Manuel Ameijeiras Delgado, el menor de una familia, fue el combatiente más joven entre los participantes en el asalto a la fortaleza militar, aquella mañana de la Santa Ana.

Antes de partir para su primer combate armado, le dijo a su madre, a guisa de despedida: «Vieja, no te preocupes si tardo, pues voy al campo en un viaje». Nunca regresó.

Una semana después de los sucesos de Santiago de Cuba, su hermano Efigenio descubrió la foto del cadáver de Mel en las páginas de la revista Bohemia. «Era el hermano más pequeño y con el que más afinidad tenía. Casi siempre andábamos juntos. Fue un golpe muy duro, muy doloroso».

Juan Manuel Ameijeiras (Mel) tenía 20 años cuando participó en el asalto al Cuartel Moncada. Foto: Archivo

Síntesis de las respuestas de Fidel Castro al fiscal, en el juicio por los sucesos del 26 de Julio de 1953.

Aquella madrugada, mientras la ciudad dormía, 25 jóvenes se alistaban para irrumpir, aún sin saberlo, en la historia de la nación como la generación que en el centenario del Apóstol no permitió que la patria continuara «sangrando» ante los impunes atropellos del gobierno de Batista.

Nada pudo acallar sus ansias de una genuina libertad: ni siquiera el reclamo de la madre, ni la separación de un amor, ni la inminente posibilidad de morir en la flor de la vida. Era el momento de decir con fuego y sangre: basta.

Pero lo que aconteció aquel 26 de julio de 1953 ya ha sido abordado por la historia. En cambio, otros detalles, como las experiencias vividas por aquellos jóvenes días y horas antes de «despertar» a Bayamo bajo los disparos, han sido poco abordados y, sin embargo, encandilan el alma al saber que no hubo cabida para el arrepentimiento o el temor al fracaso.

Era domingo bien temprano en la mañana y nadie se explicaba aquel alboroto. La confusión había comenzado con unos disparos, luego se sintieron las sirenas «enloquecidas» de los carros de la Guardia Rural, que circulaban por toda la ciudad como pidiendo a gritos sangre para limpiar el agravio.

¿Quiénes eran aquellos audaces jóvenes que «habían osado» hacerle frente a la tiranía en la propia madriguera del ejército local? ¿Cuáles serían sus destinos después de que la muerte de un sargento despertara la desmedida sed de venganza de los oficiales?

Tan solo unas horas más tarde los bayameses tendrían respuestas para ambas interrogantes cuando, aquel propio 26 de julio de 1953, aparecieran los cadáveres de dos de los jóvenes protagonistas de la acción, a quienes siguieron en apenas tres días ocho asesinatos más.

Desde Artemisa partieron 28 jóvenes que sortearon su vida hasta Santiago de Cuba. Casi todos salidos del popular barrio La Matilde, por eso sus restos regresaron allí y descansan en la comunidad por la cual caminaban diariamente.

Hoy, el Mausoleo a los Mártires de Artemisa, es el homenaje de la Patria a los hijos de esta villa caídos en las acciones del asalto al cuartel Moncada.

Es un monumento que está lleno de vida, porque la idea de los arquitectos siempre fue hacerlo parte de la comunidad y no hay mejor manera que interactuando con ella.

Los mártires artemiseños del Moncada son inspiración para las nuevas y futuras generaciones. Fotos: Agustín Borrego

En los primeros días de julio de 1954, muy cerca del primer aniversario de la heroica gesta del Cuartel Moncada, un órgano de prensa cubano solicitó a las autoridades del Gobierno batistiano un premiso con el supuesto objetivo de tomar numerosas fotos que permitieran conformar un reportaje gráfico sobre la curiosa arquitectura y el aspecto ambiental y físico de aquel penal.

Fue entonces que dos reporteros de la prensa cubana lograron de manera muy sensata y curiosa al realizar un reportaje en el Presidio Modelo de la Isla de Pinos, dialogar con el joven abogado que comandó el asalto al cuartel Moncada.

La fortaleza del Moncada, segundo enclave militar del país en el momento del asalto del 26 de julio de 1953, guarda en sus muros una larga historia de opresión desde el siglo XIX hasta que la Revolución convirtió el tenebroso sitio en escuela.

Pincha el título de esta historia para que conozcas todos los detalles.

José Luis Tassende fue el primero de los asaltantes que, herido en una pierna y apresado, fue torturado y luego asesinado de manera salvaje.

«Marcos Martí Rodríguez… Marcos Martí Rodríguez…». Nadie respondió al pase de lista. Los presentes se miraban, y algunos no lo podían creer. En el juicio que a los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, un error denunciaba nuevamente a la tiranía: Marcos no podía contestar porque había sido asesinado por hombres de Pérez Chaumont, el 30 de julio de 1953 en la carretera de El Caney. El Curro —así le decían— tenía 19 años cuando fue ultimado.

Marcos Martí Rodríguez, El Curro. Foto: Archivo de JR 

A partir del 24 de julio de 1953 Fidel, el líder del movimiento que protagonizó los hechos del 26 de Julio, se movía en los preparativos para su llegada hasta Santiago de Cuba.

A 60 años del histórico alegato de Fidel Castro durante el juicio a los moncadistas, dos mujeres santiagueras comparten con este diario anécdotas sobre aquel hecho, del cual fueron testigos excepcionales.

La Doctora Pilar Seisdedos Rivas, graduada en la primera promoción de abogados de la Universidad de Oriente, y Clara Elena Pérez Frómeta, entonces estudiante de Enfermería en ese hospital.

El alba estaba a punto de romper. Exactamente a la hora fijada, el grupo de jóvenes revolucionarios avanzó en penumbras hacia la parte trasera del cuartel que hipócritamente llevaba el nombre del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes. Era la sede del escuadrón 13 de la Guardia Rural en Bayamo.

Pero el ruido inesperado de unas latas vacías sobre la hierba, tras el tropiezo de un combatiente, asustó a los caballos de los guardias e hizo ladrar a los perros del vecindario. Se había perdido el factor sorpresa.

Torturas y crímenes espantosos muestran las entrañas del régimen contra el que se levantó la Generación del Centenario.

Muchos sucesos tenebrosos (antes y después de 1953) dan fe de la época triste en que humillar, vejar, golpear, torturar y, sobre todo matar, era un oficio en Cuba. Contra eso surgió el 26 de Julio.

Entre las más grandes calumnias dichas a nuestro pueblo en la Historia de Cuba estuvieron las divulgadas por los órganos de prensa reaccionarios del país, pocas horas después del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes por la juventud martiana comandada por Fidel, el 26 de julio de 1953.

Tales infamias generaron confusos rumores en toda la nación sobre el heroico ejemplo de aquellos jóvenes, desinformando al pueblo, en vez de decirle la verdad. Solo unas pocas publicaciones, como la revista Bohemia, que entonces cumplía 45 años de fundada, publicaron la verdad que pudieron obtener.

Cuando se pasó lista en la primera sesión del juicio por los sucesos del 26 de julio de 1953, no se mencionaron el nombre y los apellidos a Antonio «Ñico» López Fernández, ni los de otros compañeros que participaron en aquellos heroicos asaltos a los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, el 26 de julio de 1953, pues lograron evadirse del rastreo feroz de los cuerpos represivos de la tiranía batistiana, y poco después viajaron al exilio.

Varios de aquellos «muchachos» que el 26 Julio de 1953 dejaron atrás a los suyos y expusieron su vida, narran a los jóvenes de hoy las motivaciones de aquella «aventura».

La Revolución que se renueva, que no se cansa de diseñar tácticas y estrategias a la medida de sus necesidades, todavía bebe de las ondas expansivas que nacieron de haber tomado, aquel 26 de Julio, el cielo por asalto.

Vale la pena recordar que ellos rondaban los 20 años de edad. Quizá solo dos tenían más de 30 —y eso también era tener la vida por delante—. Atravesaron la Isla del oeste al este, algunos a solo horas de la acción, porque ser nuevos en el escenario también formaba parte de la sorpresa.

En cuanto a armas, habían empezado desde cero, comprándolas en tiendas convencionales, simulando ser simples comerciantes; y en cuanto a prácticas, las realizaron en varios puntos de La Habana, también haciéndose pasar por hombres de negocios o aficionados a la caza.

El arresto, la discreción y la disciplina eran el sello de aquellos muchachos que decidieron disfrazarse de militares. El asalto tendría que parecer en los comienzos una sublevación de sargentos, para confundir al Gobierno durante unas tres o cuatro horas, y para que pudiera magnificarse después con el armamento tomado en la guarida y repartido entre el pueblo de Santiago.

Los uniformes serían hechos tras las puertas de casas clandestinas. Y otros —porque la buena estrella también funciona en historias de este tipo— serían conseguidos por un militar del ejército en el poder.

Se identificarían entre ellos por los zapatos de civiles. No tenían concebido un plan de retirada, justamente porque una mole como el Cuartel Moncada solo podía tomarse mientras sus ocupantes dormían; y en el plan no había otra opción que sacarlos al patio, a medio vestir y desarmados, estupefactos, en el frío de la madrugada.

Ya sabemos que el factor sorpresa falló. Un detalle —el merodeo de dos guardias en esos días de fiestas, algo inusual que los asaltantes no previeron— desató la avalancha del revés. Muchos fueron capturados y asesinados.

Los sucesos del 26 de julio de 1953 no frenaron las ansias revolucionarias, sino que iluminaron el camino hacia la liberación definitiva. JR reproduce hoy fragmentos de Cien horas con Fidel, en los que el Comandante en Jefe cuenta a Ignacio Ramonet qué pasó en los días posteriores al asalto.

Los dos combatientes pelearon juntos en el asalto comando al cuartel Moncada. Ambos gozaban de la total confianza de Fidel y desempeñaron un rol importante en los preparativos de las acciones del 26 de julio de 1953.

Renato Guitart fue el jefe directo del grupo de vanguardia en el Moncada. El hombre que pidió a la posta 3 que abrieran el paso, no para el General siniestro, sino para el Comandante libertador.

Renato Guitart, Carmelo Noa Gil, Pedro Marrero Aizpurúa y Flores Betancourt Rodríguez fueron barridos por una ametralladora. Se convierten en los primeros cuatro mártires de los asaltantes revolucionarios.

En el juicio por los sucesos del 26 de julio de 1953, el coronel Alberto del Río Chaviano, jefe de la fortaleza militar del Moncada, mintió deshonrosamente sobre la procedencia de los asaltantes.

Ochenta y cuatro años cumpliría hoy Abel Santamaría, quien fuera el modelo de revolucionario del Movimiento 26 de Julio

El alegato de autodefensa de Fidel en el juicio por el asalto al Cuartel Moncada y programa fundacional de nuestra Revolución, tiene una vigencia incólume.

«Pequeña Gigante». Así calificó aquel hombre cajista de imprenta a La historia me absolverá, un texto que comenzó a leer al revés, como es costumbre en los operarios del arte tipográfico tradicional, y que lo impresionó por su fuerza, calidad discursiva y posibilidades.

Tenía razón El Patato, como le decían a Tomás Sotolongo, uno de los trabajadores de la imprenta donde se tiró la primera edición. Gigante es el contenido del alegato de autodefensa del líder histórico de Cuba, como lo fue también el proceso de edición y distribución que tuvo desde su preparación en la cárcel de Boniato, su exposición ante el Tribunal, su reconstrucción por el propio Fidel en el presidio en Isla de Pinos y la disposición de sus seguidores a recopilar los manuscritos e imprimirlos en medio de la represión policial batistiana.

De varios testimonios ofrecidos en estos años por el destacado músico Jorge Gómez, Juventud Rebelde realiza este merecido homenaje a Haydée Santamaría y Raúl Gómez García, y con él a quienes asaltaron el Cuartel Moncada en la lucha por la libertad.

Fue, al comienzo, un reclamo modesto, pero firme. Sin posibilidades de contratar espacios pagados en la prensa, «las crucificadas madres de los heroicos muchachos de los sucesos del día de Santa Ana» llamaban a las cubanas a que las apoyaran en su pedido.

Fidel Castro y 28 de sus compañeros guardaban prisión desde hacía casi un año por el asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, y las firmantes pedían la amnistía no solo para ellos, sino también para los militares presos, los exiliados y todos los presos políticos de Cuba, sin importar la tendencia a que pertenecieran.

«Pedimos que las celdas queden vacías, que se abran los cerrojos de las rejas para la liberación de nuestros hijos, que solo un ideal allí los condenó», se exigía en el documento que, mimeografiado, circulaba de mano en mano o se remitía por correo, suscrito por las progenitoras de los combatientes Ernesto Tizol, Juan Almeida, Pedro Miret y Jesús Montané.

Surgía así, en mayo de 1954, la organización Madres Cubanas, que no tardaría en convertirse en el Comité de Familiares Pro Amnistía de los Presos Políticos, con centenares de afiliados en toda la Isla y que sería, señala el historiador Mario Mencía en su libro La prisión fecunda (1980), «el centro promotor de la poderosa campaña de amnistía que habría de sacudir al país durante el primer semestre de 1955».

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