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Fidel, el 26 y el alma de Cuba (I)

Del asalto, su autor intelectual, de las enormes tradiciones de lucha y del espíritu de resistencia que habita en los cubanos desde sus luchas independentistas, habló varias veces el Comandante en Jefe al celebrar junto a los santiagueros la gesta del Moncada. A casi 70 años de una de las más importantes páginas de nuestra historia, ofrecemos fragmentos de los discursos pronunciados por Fidel durante las conmemoraciones en Santiago

Autor:

Juventud Rebelde

1964: La Revolución es la obra de un pueblo

«Cuando en la mañana del 26 de julio avanzábamos hacia el Cuartel Moncada pensábamos en otras cosas, pensábamos en los combates que tendríamos por delante, en la lucha, en las tareas a realizar cuando la Revolución triunfara. Lo que no pensábamos era que, 11 años después de aquella mañana, una multitud como esta se reuniría para conmemorar aquella fecha. Los hombres, cuando van a la lucha, cuando van al sacrificio, no piensan en las conmemoraciones; los hombres cuando van a la lucha por lo general no piensan en que llegará el día en que tendrán la oportunidad de ver el instante en que el pueblo se reúna para celebrar sus triunfos.

«Alguien —tengo entendido que un periodista de los que nos visitan— conversó con un compañero y le dijo que le interesaba analizar este problema, que le interesaba saber o conocer cuáles eran las causas de “esa atracción del señor Castro o que las multitudes sentían por el señor Castro”. En realidad bien saben ustedes perfectamente bien que nosotros seríamos incapaces de imaginarnos que este fenómeno se deba a una cuestión de atracción personal por parte de nadie. Y la respuesta, la única respuesta de esa atracción, que no es del señor Castro, sino que es de la Revolución, hay que buscarla en la historia de las leyes que la Revolución ha hecho, porque si quieren encontrar la respuesta, la respuesta no está en nadie, ni en el carácter de nadie, ¡no! La respuesta está en la obra de la Revolución. Porque no se trata de un pueblo de fanáticos sino de un pueblo de hombres y mujeres que piensan y que sienten, hombres y mujeres en que pensamiento y sentimiento es una sola cosa.

«Es que la Revolución, la Revolución no es la obra de un hombre ni de un grupo de hombres. La Revolución es la obra de un pueblo. Y esto que estamos haciendo hoy en nuestra patria, bien o mal, mejor o peor, es la obra de un pueblo, es la obra de todos nosotros».

1967: Quedaban muchos moncadas por tomar

«Nos encontramos en la ciudad que se convirtió, en aquella fecha, en el símbolo del inicio de la lucha revolucionaria en nuestro país. La historia es sobradamente conocida. Ni las armas, ni el tipo de las armas, ni la experiencia, y ni siquiera los factores fortuitos acompañaron a aquel primer esfuerzo. Pero aquel primer esfuerzo significó un camino que no se habría de abandonar después jamás; significó un camino que nos ha llevado a lo largo de 14 años; significó el camino que abrió para el pueblo revolucionario la conquista del poder.

«Es necesario recordar esa historia. Pero hay un hecho que resalta, que fue la tenacidad del pueblo, la confianza del pueblo, la perseverancia en esa lucha. No hemos llegado, ni mucho menos, al final de ese camino, pero hemos adelantado ya un trecho importante.

«Y esa característica esencial del movimiento revolucionario que surgió aquel día es hoy también la característica esencial de nuestra Revolución: la confianza del pueblo en sí mismo, la fe del pueblo en su causa, la convicción del pueblo de que no habrá dificultad, por grande que sea, que no logremos vencerla; de que no habrá camino, por difícil que sea, que no seamos capaces de seguirlo hasta el final.

«No fue, ciertamente, la tarea más difícil la conquista del poder. Por difícil que haya parecido aquella etapa, por dura que haya sido, por costosa que haya sido, a nosotros en la perspectiva del tiempo nos parece —y esto, desde luego, no nos sorprendió— que la tarea más difícil no era precisamente el derrocamiento de la tiranía y la conquista del poder revolucionario; que la tarea más difícil era la que vendría después; que la tarea más difícil era la tarea en que estamos empeñados hoy: la tarea de construir un país nuevo sobre los cimientos de una economía subdesarrollada; la tarea de crear una conciencia nueva, un hombre nuevo, sobre las ideas que durante siglos prácticamente habían prevalecido en nuestra sociedad.

«El asalto al Moncada puede decirse que constituía el primer asalto a una de las tantas fortalezas que habrían de ser tomadas después. Quedaban muchos Moncada por tomar. Quedaban, entre otras cosas, el Moncada del analfabetismo, y nuestro pueblo tampoco vaciló en atacar aquella fortaleza, la atacó y la tomó; el Moncada de la ignorancia; el Moncada de la inexperiencia; el Moncada del subdesarrollo; el Moncada de la falta de técnicos, de la falta de recursos en todos los órdenes. Y nuestro pueblo no ha vacilado en emprender también el asalto de esas fortalezas. Pero quedaba el Moncada más difícil de tomar, que era el Moncada de las viejas ideas; y ese Moncada de las viejas ideas, de los viejos egoístas sentimientos, de los viejos hábitos de pensar y de concebirlo todo y de resolver los problemas, ese Moncada no ha sido todavía totalmente tomado.

«Hay una vanguardia que penetra victoriosamente, que está tomando los primeros fortines y que avanza incesantemente por ese camino. Y esa vanguardia la constituye, sin lugar a dudas de ninguna clase, nuestra juventud».

1973:Las banderas de Baire, Baraguá y Yara

«El 26 de Julio ha pasado a ser una fecha histórica en los anales de la larga y heroica lucha de nuestra patria por su libertad. No era este alto honor, ciertamente, los propósitos que guiaban ese día a los hombres que quisimos tomar esta fortaleza.

«Ningún revolucionario lucha con la vista puesta en el día en que los hechos que se deriven de su acción vayan a recibir los honores de la conmemoración. “El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente”, dijo Martí. El cumplimiento de un deber nos condujo a esta acción sin que nadie pensara en las glorias y los honores de esa lucha.

«(…) Era necesario enarbolar otra vez las banderas de Baire, de Baraguá y de Yara. Era necesaria una arremetida final para culminar la obra de nuestros antecesores, y esta fue el 26 de Julio. Lo que determinó esa arremetida no fue el entusiasmo o el valor de un puñado de hombres, fue el fruto de profundas meditaciones sobre el conjunto peculiar de factores objetivos y subjetivos que imperaban en aquel instante en nuestro país.

«(…) En el programa del Moncada, que con toda claridad expusimos ante el tribunal que nos juzgó, estaba el germen de todo el desarrollo ulterior de la Revolución. Su lectura cuidadosa evidencia que nos apartábamos ya por completo de la concepción capitalista del desarrollo económico y social».

1978: A tales injusticias, tales luchas

«Nosotros tuvimos también nuestros amos. Tuvieron incluso nuestros antepasados aborígenes sus exterminadores; nuestros padres africanos sus esclavizadores; los descendientes de unos y otros también de los amos sus colonizadores, el pueblo cubano constituido ya como nación sus neocolonizadores; nuestros obreros y campesinos sus capitalistas y terratenientes explotadores; nuestra población negra y nuestras mujeres sus discriminadores; nuestros niños el analfabetismo, el hambre y las enfermedades; nuestros adultos, la ignorancia y el desempleo; nuestros ancianos el desamparo y el olvido.

«A tales injusticias, tales luchas. A tales sistemas, los alzamientos y muertes de los indios, los épicos combates de los esclavos, las luchas heroicas de los oprimidos, el 10 de Octubre, el 24 de Febrero, el 26 de Julio.

«Sobre el largo camino recorrido correspondió a nuestra generación el privilegio de la victoria y la cosecha de sus espléndidos frutos. Podemos por eso conmemorar la fecha de nuestra rebelión en la libertad, la independencia y la justicia que soñaron tantas generaciones de antecesores».

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