Andy Geovel Domínguez Rodríguez (en el centro) labora desde hace cinco años en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, de Sancti Spíritus. Autor: Oscar Alfonso Sosa Publicado: 05/12/2022 | 08:35 pm
SANCTI SPÍRITUS.— Basta con mirar a los ojos de mar profundo para reconocer que la humildad del niño que creció y espigó en Iguará, poblado plantado entre la línea norte del ferrocarril de Cuba y las montañas de Yaguajay, permanece intacta en Andy Geovel Domínguez Rodríguez.
«Cada vez que voy al pueblo siempre me mantengo en contacto con todas las personas que me han acompañado a lo largo de mi vida y los demás pobladores siempre me saludan. Sostengo buena relación con los maestros de la primaria, secundaria, vecinos, etcétera. Nunca he dejado de ser de Iguará porque a ese pueblito le debo mucho».
Y la añoranza por la infancia y primera adolescencia se les nota en la voz. Como buen hijo regresa siempre a sus amplias calles con casas de portales corridos y puntal alto y tradiciones campesinas ancladas en cada esquina. Lo hace con la misma pasión desde el primer retorno, tras partir para matricular en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Eusebio Olivera Rodríguez, de Sancti Spíritus, a unos cuantos kilómetros de distancia del hogar.
«Ahí despertó la vocación por la química y la investigación», refiere como punto de giro a una historia que, gracias a los impulsos del profesor del referido centro, Agustín Plascencia —uno de los entrenadores de concursos de conocimientos con mejores resultados en el país—, no ha encontrado su fin. «Me inculcó mi amor por la Química. Participé en varios concursos y llegué a integrar la preselección nacional de esa ciencia».
Con esa pasión ya en su estado más puro, Andy Geovel Domínguez Rodríguez conquistó la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. Se adentró en sus laboratorios y egresó con todos los honores de la Licenciatura en Química. Unos años después, con alguna experiencia investigativa tocó las puertas del mayor polo científico de Sancti Spíritus.
«El Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), de la provincia me ha aportado grandes conocimientos en el área de la biotecnología, en procedimientos novedosos, en otra perspectiva de cómo concebir la ciencia, desde el laboratorio hasta el producto terminado. También he aprendido cuánto podemos ser útiles a la sociedad y generar también ingresos para esta industria que es tan importante para el país.
«Y en lo personal encontré otra familia. Hace ya cinco años de mi llegada y, desde el primer momento me relacioné no solo con mis compañeros espirituanos sino con los de los otros CIGB
—La Habana y Camagüey—, sobre todo los más jóvenes con quienes hemos interactuado en muchas actividades: acampadas, caminatas, encuentros científicos… La camaradería prima entre todos nosotros».
Las horas del día se le escapan en el silencio sepulcral de la pequeña institución, ubicada en el área de la Universidad de Ciencias Médicas de Sancti Spíritus. Tubos de ensayo, pipetas, muestras en microscopios… y Andy disfruta cada una de las etapas de los procesos que se gestan en el área de cultivo celular, considerada como el principal banco de células productoras de anticuerpos monoclonales del país.
«El trabajo aquí requiere de mucha preparación, tiempo de estudio y de laborar en equipo. En el caso del área de cultivo celular es muy abnegado. Exige mucha consagración porque las células son organismos vivos y, por tanto, de mucha atención.
«Aquí no existen fines de semana ni días feriados porque cuando las células están creciendo hay que darles atención constante y monitorearlas. Siempre le llamo jocosamente mi finca porque igual que el campesino atiende sus vacas, lo hago con mis células».
El trabajo en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología requiere de mucha preparación, tiempo de estudio y de laborar en equipo, refiere Andy. Foto: Oscar Alfonso Sosa
Un premio a la constancia
Esa constancia resultó premiada recientemente en la 12ma. Edición Nacional de EcoJoven 2022, espacio rectorado por la Red Juvenil Ambiental de Cuba de las Brigadas Técnicas Juveniles. Presentó uno de los últimos aportes de su colectivo: la obtención de anticuerpos monoclonales murinos contra la proteína N del SARS-CoV-2 para la investigación y el diagnóstico de la COVID-19.
Un proyecto que nació en plena pandemia y permitió desarrollar todos los esquemas de inmunización y las investigaciones necesarias para obtener esos anticuerpos. Una labor
esencial para que otros centros e instituciones científicas del país pudieran darle «guerra» al mortal virus.
«Durante la etapa de la COVID-19 el trabajo fue muy intenso. Cuando se estableció la cuarentena estricta nos quedamos trabajando aproximadamente seis, siete personas y entre nosotros llevamos a cabo casi todas las funciones, incluso hubo compañeros que tuvieron que pasar de ser choferes u operarios a laborar en la cocina. En mi caso particular y el de otros compañeros también apoyamos en otras áreas, pero sin abandonar las investigaciones.
«Se obtuvieron anticuerpos monoclonales que permitieran desarrollar métodos de
diagnóstico alternativos al PCR. Surgieron los anticuerpos contra la proteína N, la RBD, la espícula del virus, los cuales permitieron los ensayos clínicos, la realización de una serie de investigaciones para la obtención de los candidatos vacunales y, luego, los monitoreos de los procesos productivos ya a gran escala de esos “ingredientes” de las vacunas».
Este espirituano habla y parece un científico más experimentado, aunque su rostro helénico tiene profundas huellas bisoñas. Le gusta escuchar y aprender. En el CIGB de Sancti Spíritus su juventud se fusiona con naturalidad con quienes fueron testigos de los primeros cimientos del centro erigido aquí, gracias al apoyo del Comandante en Jefe Fidel Castro.
«En tiempos de la COVID-19 hubo una etapa en la que varios compañeros tuvimos jornadas extendidas desde las siete y media de la mañana aproximadamente hasta las siete u ocho de la noche. Incluso, hubo un momento que llegamos a trabajar corridos los fines de semana. Realmente, resultó muy sacrificado y agotador.
«Creo que un joven investigador siempre debe estar ávido de conocimientos, tener disposición para la superación y espíritu de sacrificio. Toda investigación requiere de mucho de nuestro tiempo, esfuerzo y dedicación. La juventud del CIGB está apta para eso. Y qué mejor recompensa que los resultados de nuestras investigaciones, todas de gran utilidad en el enfrentamiento a la pandemia. Nuestro centro aportó al quehacer científico de la nación, producciones obtenidas de forma soberana y con un impacto significativo en la región y otros continentes».
Con 32 años Andy Geovel ha sido testigo de muchas victorias, gracias al ingenio de los hombres y mujeres que desde laboratorios y áreas especializadas colocan a Cuba, con sus saberes, en el podio científico mundial.
«Tengo en agenda muchos proyectos profesionales. Y siempre he apostado por asistir a eventos científicos, sobre todo los que brindan la oportunidad a los jóvenes de exponer sus resultados, pues tienen un gran impacto, ya que motivan mucho. Los participantes de esos espacios son de muchas áreas del conocimiento y entonces cada intercambio es muy provechoso para aprender. Por eso, creo que deberían potenciarse desde todos los niveles», concluyó.