Para Lázaro Antonio, los jóvenes necesitan de propuestas atractivas y de mayor vínculo con la organización. Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 27/09/2021 | 09:23 pm
Al habanero Lázaro Antonio Zayas Peña le corre por la sangre el espíritu cederista. Fue el ejemplo de su abuela, quien fuera por mucho tiempo dirigente de base, lo que inició en él esas ganas de trabajar por el bienestar de su gente, del barrio donde nació y se formó como un joven comprometido con su tiempo.
A este muchacho de 21 años le encanta cocinar, divertirse y pasarla bien con sus amigos. Con esa forma de ser, ha sabido ganarse el respeto y cariño de su comunidad, la cual agradece el ímpetu renovador con que se desarrollan los procesos al interior del CDR 1 de la zona 77, en el consejo popular Tallapiedra, en La Habana Vieja.
«Trato principalmente de garantizar la atención diferenciada a los cederistas, gestionar y tramitar sus preocupaciones, que no son pocas», manifiesta el joven presidente de su CDR. Y consciente también de la urgencia de apartar las indisciplinas sociales, pone su empeño en ordenar colas y turnos en los centros comerciales de su zona.
«A nosotros nos toca preocuparnos por la higiene comunal, por el agua de los vecinos, los grupos vulnerables, los jóvenes desempleados…, por crear conciencia sobre las medidas de ahorro. Eso es lo que trato de hacer con mi labor, así como también animar a los demás a proteger nuestra obra social desde el trabajo útil y productivo que desarrollamos en la cuadra o lugares cercanos».
Para Lázaro Antonio, los jóvenes necesitan de propuestas atractivas y de mayor vínculo con la organización para no verla solo como la que convoca a una fiesta esperando el 28 de septiembre. «También es importante que estudiemos nuestra historia, sepamos la trayectoria de quienes nos precedieron y lograron las conquistas que vemos como algo normal, pero que son fruto del sacrificio de muchas personas.
«Necesitamos de dirigentes versátiles y capaces de adaptarse a todos los tiempos con la capacidad de saber llegar a un joven de hoy, emplear las redes sociales, realizar talleres y conversatorios de disímiles temas», detalla el también jefe del destacamento de vigilancia de su consejo popular.
Con las ganas transformadoras de jóvenes como Lázaro Antonio —quienes representan el 45 por ciento de los dirigentes de los CDR y las zonas en el país—, es que los comités pueden seguir posicionándose como una organización imprescindible para hacer de nuestras cuadras un lugar mejor.
Cambiar para una nueva época
Los códigos de comunicación para tratar con los más nuevos tienen que adaptarse a la época que estamos viviendo. Eso lo sabe Yancel de Armas Bes, coordinador de la zona 104 en Párraga, en el capitalino municipio de Arroyo Naranjo; por ello trata de dirigirse a sus coetáneos con ideas que se parezcan más al día a día que vive la juventud cubana.
«Hay que cambiar los mensajes, la manera en que hablamos, porque a veces parece que los CDR son cosa de personas mayores, ajenas a los intereses de las nuevas generaciones; y no es así, pues somos nosotros quienes tenemos que asumir el cuidado del lugar donde vivimos», recalca el muchacho de 20 años.
Él considera que es tiempo de pensar los procesos cederistas desde otra perspectiva, siempre manteniendo los principios fundacionales con los cuales nacieron hace 61 años los CDR por iniciativa de Fidel. Por eso son los mismos muchachos quienes tiene que acercarse a sus coetáneos, dando el ejemplo, hablándoles personalmente sobre la posibilidad de cambiar juntos el entorno, reitera.
«Tenemos que abrirnos paso ante las nuevas tecnologías, mostrar nuestra labor en las redes sociales para ganar seguidores y personas que se nos unan en este interés de darle “sustancia” a nuestras comunidades, porque somos nosotros mismos los que mejor sabemos dónde están los problemas», acota.
A este joven le parece necesario un mayor vínculo entre la Unión de Jóvenes Comunistas y los CDR, pues ambas organizaciones tienen objetivos comunes. «Mantener la lucha contra la subversión ideológica y las campañas que se gestan para tergiversar nuestra realidad, son premisas que no podemos dejar caer.
«Los presidentes de CDR con los que trabajo, los activistas y los vecinos siempre están buscando tareas que acometer; eso me facilita mucho el trabajo, pues en esta etapa de la pandemia nos hemos unido para apoyar en todo lo que podamos, sobre todo a las personas vulnerables. Pero hay que entender que la organización no es una consigna y necesita funcionar bien», señala.
Al servicio del barrio
Tal vez fue su profesión de promotor cultural lo que pertrechó a Yordanki Rivero Rodríguez de las herramientas comunicativas básicas para convertirse en líder comunitario. ¿O habrá sido la influencia de su familia, muy vinculada a las tareas de la Revolución? El caso es que a los 24 años de edad este joven está haciendo historia en el contexto cederista tunero.
«Me vinculé con la organización desde que era un niño, pues mi madrina solía llevarme con ella a las reuniones y a otros eventos que se celebraban en el barrio —recuerda—. Mis padres también hicieron lo suyo en ese aspecto».
Según me cuenta, por aquella época comenzó a tomar parte en las actividades que los CDR organizaban para los niños, como cuidar las urnas en tiempos de elecciones. La frase «¡Votó!» y el saludo pioneril figuran aún en su memoria.
«Cuando cumplí 14 años, ingresé oficialmente en la organización —precisa—. En el barrio decían que yo era cederista desde antes, pues siempre me veían participando en lo que mi edad me permitía. A pesar de ser un adolescente, me pidieron que atendiera cultura y deportes en la cuadra».
El servicio militar activo lo convocó al deber cuando arribó a 16 años. La vida de uniforme lo formó aún más y le potenció su apego al proceso revolucionario. Retornó a su comunidad con un grado de madurez mayor y muchos deseos de hacer.
Conocedores de su capacidad para organizar y aglutinar, los vecinos le pidieron que asumiera la presidencia de su CDR. «Esa es una tarea hermosa, aunque ardua —admite—. Exige consagración, responsabilidad y quedar bien con quienes confían en uno. El ejemplo personal es crucial. Cuando los vecinos ven que su presidente se prende a chapear con ellos un domingo y es capaz de transmitirles un mensaje político sin darles demasiados teques, se ganó la pelea».
El joven ha creado conciencia entre sus cederistas en torno a las donaciones de sangre. Les habla de que muchos enfermos se podrían salvar con ese acto altruista y que los hospitales la necesitan para dar respuesta a situaciones de emergencias.
«Cuando se convoca a una jornada de embellecimiento, no hay vecino que se quede en casa —asegura—. Acuden con escobas, rastrillos, palas, sacos… Igual ocurre en la recolección de materias primas. Por estos días estamos conformando una donación para entregarla a un centro de aislamiento».
Los resultados de Yordanki hicieron que la directiva de la Organización lo promoviera a coordinador de una zona. Tiempo después lo incluyeron como miembro no profesional del Secretariado municipal y luego del provincial. Esos cargos los alterna con su trabajo como promotor en la Casa Insólita y como secretario general de su sección sindical.
«Si se planifica y organiza bien la agenda, las tareas nunca abrumarán —acota—. El dirigente cederista debe priorizar las más importantes y no intentar cumplir muchas al unísono. Yo participo en reuniones, actividades, chequeos, asambleas… Pero trato siempre de que la labor en el barrio marche a la vanguardia. Es la razón de ser de nuestra organización».
Yancel considera que es tiempo de pensar los procesos cederistas desde otra perspectiva.
Dirigir en los CDR constituye un ejercicio de consagración por el barrio, asegura Yordanki. Foto: Juan Morales Agüero