Entre las responsablidades de Alejandro Rodríguez Díaz está medir los signos vitales a las personas que se van a vacunar. Autor: Maykel Espinosa Rodríguez Publicado: 16/08/2021 | 09:36 pm
Adriana Fernández Bell extiende el brazo y aguarda, mientras el estudiante de 4to. año de Medicina se mantiene atento a los valores que marcará el esfigmo. «Está muy bien» —le dice el muchacho—, y anota en la hoja 120 con 80. Le indica el próximo paso, pero antes le recuerda que luego de la vacunación debe esperar tranquila en la sala de espera.
Es el último día de la aplicación de la segunda dosis de Abdala en el vacunatorio que gentilmente acoge en sus predios la empresa Gran Comercial, de La Habana. Allí se reciben 680 pacientes de los consultorios 30 y 31, pertenecientes al Policlínico Docente Cerro. Para el personal médico y de enfermería ha sido vital el apoyo de estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas Doctor Salvador Allende, a la que pertenece este joven, que se llama Alejandro Rodríguez Díaz y asegura que ha crecido un poco más en su formación profesional.
«Mi labor aquí ha sido bastante interactiva. He podido apreciar cómo es el trabajo del médico de la familia y atender a los pacientes a medida que llegan. Sobre todo, me he centrado en medirles los signos vitales, y en saber si han tenido algún síntoma respiratorio o si poseen antecedentes patológicos. Hay varios que han llegado hipertensos, principalmente por la ansiedad, pero casi todos pudieron vacunarse ese mismo día, pues luego del reposo sus valores volvían a la normalidad», cuenta Alejandro, quien durante este tiempo de lucha contra la COVID-19 también ha colaborado en la labor de pesquisaje.
Para Yoana Domínguez Sánchez, estudiante de 1er. año de Terapia Ocupacional, lo más gratificante de esta experiencia ha sido la relación con los pacientes mayores de 60 años. «A veces llegan muy nerviosos y como siempre estoy conversando con ellos o haciéndoles chistes eso los ayuda a relajarse», dice esta muchacha de 18 años cuya responsabilidad en el vacunatorio es llenar todos los documentos de cada paciente antes de la administración de la primera dosis.
Asegura que no siente temor, pues desde el principio de las pesquisas ha tenido que aprender a cuidarse del contagio. «Aquí todos los pacientes han actuado con mucho respeto hacia nosotros, y la doctora nos ha apoyado en cada situación ante las dudas de quienes han llegado a la consulta con enfermedades crónicas descontroladas, como la diabetes, y otros a los que les falta un riñón», explica agradecida de la confianza depositada en la juventud.
La gratitud es recíproca, pues la doctora Maylín Nápoles Pérez, especialista en Medicina General Integral y máster en Atención Integral a la Mujer, considera que, gracias a esta experiencia, los estudiantes saldrán convertidos en mejores profesionales, pero también hay que destacar el gran aporte que hacen al trabajo del médico de la familia.
«Llegan tan temprano como nosotros y se quedan hasta el final. Cuando yo entrego los bulbos vacíos, al terminar la jornada, ellos aún están aquí, cumpliendo con lo que haga falta. Están al tanto de los pacientes que no se han vacunado, los salen a buscar si es necesario, están a cargo de la documentación y lo hacen con muchísima seriedad», destaca Nápoles Pérez.
La doctora ha sido testigo del trato especial de los estudiantes hacia los ancianos. No deja de reconocer que «la población geriátrica es un poco compleja de atender y ellos han sido lo suficientemente pacientes, tratando de entender sus temores, de ayudarlos para que no les suba la presión arterial y lo han logrado».
Valentía y responsabilidad
Historias como estas, que no por cotidianas dejan de ser valiosas tanto para los jóvenes como para la población que hoy se vacuna, se han vivido en otras zonas de la capital y en el país todo. Lo corrobora Cinthia Piñón Chirino, alumna del 3er. año de Medicina, quien participó en el proceso de vacunación en el consultorio 25, del policlínico Girón, de Cerro, y acumula experiencias ligadas a la sensibilidad de la atención médica que no se halla en libros de texto.
«Atendimos a una señora que se emocionaba muchísimo y le subía la presión cada vez que se iba a vacunar. Entonces teníamos que ir temprano a su casa para tomarle la presión y asegurarnos de que estuviera bien tranquilita para poderla vacunar. Así estuvimos dos días, y al tercero fue que la pudimos vacunar», cuenta la muchacha.
Ella precisa que la participación en la vacunación ha sido de lo mejor de su 3er. año, «porque llevábamos mucho tiempo desvinculados de la parte práctica de la carrera. Normalmente en este período es cuando comienza el mayor contacto con los pacientes, y por la situación de la COVID-19 no hemos podido estar en las salas. Entonces esto nos ayuda más a interactuar con ellos».
Bien lo sabe Danilo Mulens Riverón, estudiante de 2do. año de Imagenología y Radiofísica Médica y presidente de la Federación Estudiantil Universitaria en la Facultad Salvador Allende. Lo sabe porque lo ha vivido, pero sobre todo porque ha visto a sus compañeros durante sus recorridos por cada consultorio o policlínico donde se encuentran sus compañeros de las diversas especialidades.
«Quiero destacar la valentía y la responsabilidad con que los estudiantes hemos asumido cada tarea en esta época de pandemia —expresó el líder estudiantil—. Los alumnos de Medicina de 3er. y 4to. años desempeñan un papel muy importante en los consultorios, pero todos en sentido general han sido de muchísima ayuda para el personal sanitario. Debemos reconocer, especialmente, a los internos verticales que pronto se van a graduar y hoy se encuentran en zona roja, ayudando a salvar vidas, el mayor propósito de nuestras carreras».
Otro apoyo imprescindible
Desde que llegara la pandemia al país, los estudiantes de Ciencias Médicas se incorporaron, desde la atención primaria de Salud, a la pesquisa activa. Hasta la semana última, según cifras del Buró Nacional de la UJC, en esta modalidad de trabajo comunitario integrado se han agrupado 27 020 educandos, quienes visitaron 1 754 120 viviendas. Ellos lograron pesquisar 2 578 254 personas, de las cuales 1 056 presentaban síntomas respiratorios y fueron reportadas al consultorio del médico y enfermera de familia.
Los jóvenes también asumen —de conjunto con el equipo básico de Salud Pública— la visita y atención a los viajeros que arriban a los territorios y el trabajo educativo en la comunidad. Además, laboran en centros de aislamiento y hospitales, en la realización de PCR, la fiscalización de las medidas sanitarias, el monitoreo de la situación epidemiológica en las provincias y la intervención sanitaria con los candidatos vacunales.
El apoyo de los estudiantes ha sido vital no solo para el personal sanitario, sino también para los pacientes. Fotos: Maykel Espinosa Rodríguez