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Un remedio callejero contra el estrés

Es muy probable que Fabián y tantos otros niños que han descubierto la sensibilidad y capacidad afectiva de los animales, obren siempre con piedad porque desde ahora cultivan la empatía

Autor:

Marianela Martín González

De la mano de unos jóvenes peludos y tatuados que montan patinetas en el barrio, llegó a casa del pequeño Fabián Ledesma León,  la cura para el estrés que el confinamiento por la pandemia le estaba provocando: un gatico.

Los muchachos lo salvaron del peligro del tráfico y se lo entregaron a la hermana del niño, una jovencita de 16 años. La madre, Sue León Temes, sostiene que la criatura ha sacado  del shock del encierro a su hijo.

«Ese animal llegó en el momento adecuado. Desconectó al niño del contacto exagerado con la tecnología que ya tenía a la familia preocupada, pues se estaba convirtiendo en adictivo.

«Desde que se ocupa de él y está pendiente— sobre todo porque este cumpla las normas que se fijaron en la casa para poder quedarse—, Fabián se deshizo de la ansiedad que lo tenía permanentemente pidiendo comida y tomando agua», señala la mamá.

Cuando nadie se convierte en todo

Aunque Nemo en latín significa nadie, así nombraron al pequeño animal, que el primer día de su estancia en el hogar de Fabián no hizo otra cosa que dormir y dormir. Ni siquiera sabía comer ni tomar agua sin la asistencia de los humanos.

«Nos parecía que se estaba muriendo y lo revisábamos para ver si respiraba. Después de que sació su sueño y se sintió seguro entre nosotros empezamos a darle leche en biberón», cuenta Sue.

«A los pocos días descubrimos que tenía tiña y nos recomendaron deshacernos del gato, pero ya no podíamos. Significaba mucho. Lo amábamos todos, principalmente Fabi, quien dejó las quejas por el encierro y se centró en el animalito», detalla.

La madre de Fabián, Sue León Temes, sostiene que la criatura ha sacado  del shock del encierro a su hijo.FOTO: Roberto Suárez.

Los animales ayudan a mitigar el estrés

Según la joven sicóloga cubana Rosa María Barrero Marichal, una profesional con experiencia en la rehabilitación de politraumatizados, es muy probable que Fabián y tantos otros niños que han descubierto la sensibilidad y capacidad afectiva de los animales, obren siempre con piedad porque desde ahora cultivan la empatía.

La especialista refiere que el confinamiento está afectando  la salud de los niños, y el afecto es esencial para cuidar su salud mental, sobre todo de los más pequeños. Los animales no podrán jamás sustituir el cariño de los padres, pero sí contribuyen a fomentar sentimientos y emociones que favorecen el bienestar sicológico de los menores, como han demostrado muchos estudios, refrenda ella.

Los muchachos están padeciendo un considerable estrés anormal que tendremos que ayudar a mitigar si no queremos que enfermen, advierte; y comenta que los niños y adolescentes llevan confinados ya mucho tiempo por la pandemia de la COVID-19. Eso podría afectar las áreas clave del neurodesarrollo de la primera infancia (hasta los siete años): desde el movimiento, a las relaciones sociales, el juego o el aprendizaje.

La sicóloga considera que el hecho de no poder estar en contacto con sus iguales, ni con sus profesores, que en esta edad son figuras de referencia importantísima; de no poder salir al parque a correr y a jugar; sumado a no entender qué pasa, les genera ansiedad, frustración, estrés, que no saben contrarrestar porque no tienen aún las herramientas emocionales necesarias para hacerlo.

Refiere que muchas de las reacciones poco comunes que estamos viendo ahora en los niños son fruto de ese estrés agudo. Hay quienes por el confinamiento han presentado desajustes para dormir, tics nerviosos, miedos, irritabilidad, y otras manifestaciones como volver a orinarse en la cama luego de haber superado esa situación.

Para ello, aconseja, hay que hablar con los hijos de los temores que tengan, de la tristeza que sienten por no poder abrazar a sus amigos, ni ver a sus familiares y maestros. También, ofrecerles actividades de descarga emocional, como espacio para correr y saltar; estructurar sus días con rutinas esenciales que es aportar seguridad. Y, sobre todo, darles mucho afecto.

La sicóloga valora de muy positivo el nexo de los niños con los animales en todo momento, pero sobre todo cuando hay situaciones excepcionales como las que ahora vive el mundo. Señala que la relación entre los seres humanos y los animales mejora el aspecto social, emocional o funciones cognitivas de los seres humanos.

«Tan es así que existen varios estudios documentados sobre los efectos positivos de la terapia asistida con animales a través de escalas subjetivas de autoevaluación y medidas fisiológicas objetivas, como la presión arterial y niveles hormonales. En estos se asume que los animales pueden tener un efecto positivo en la salud y mejorar el estado de ánimo y la calidad de vida», acota.

No lo cambio por nada

«Siempre supe que los animales son buenos, confiesa Fabián, pero lo que no sabía es que se les pudiera querer tanto. Mi primo, que no vive en Cuba, me dijo que si no lo cambiaba por un montón de cosas ricas y buenas que él tiene, y hasta me mostró en el teléfono. Yo le respondí que jamás. Cuando estoy triste me basta con mirar a Nemo. Es tan cariñoso y gracioso que cuando está dormido quisiera que se despertara, aunque también me gusta verlo dormir porque se pone muy chulo».

Y como muestra del cariño que siente por Nemo —a pesar de los arañazos que este le propina en medio de los retozos—, me revela que un día se les fugó o escondió, y luego de buscarlo por todos los alrededores sin dar con su paradero, él pasó la noche sin dormir pensando en qué podría haberle ocurrido. «Cuando apareció pensé que era un sueño. Ese día supe que era como un hermano. Y que lo quería demasiado».

Un gato solo conduce al siguiente, advierte el escritor Ernest Hemingway. Y Fabián sentencia que no dudará en ayudar al próximo que encuentre desvalido, porque Nemo le ha despertado los sentimientos más tiernos hacia todos los animales.

Para satisfacción de quienes amamos a la naturaleza, hemos visto algunas publicaciones en las redes sociales que dan cuenta de niños y jóvenes que están acogiendo a animales rescatados en estos tiempos tan difíciles. Esa señal reconforta, porque también en las redes denuncian mucho maltrato, en el que a veces se ven implicadas personas de edades tempranas, y para mayor vergüenza hasta adultos.

Fabián y esos muchachos peludos que rescataron a Nemo pueden comenzar a marcar la diferencia entre los abusadores y los futuros hombres de bien. Si se multiplican, ellos darán vida al recién aprobado decreto-ley de Bienestar Animal. Porque la salvación no se acomoda a un decreto. Está en el actuar de los seres empáticos, que se pongan en el lugar del otro, no importan los arañazos.

 

 

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