Miguel, el administrador del Instec, está pendiente de lo que haga falta, y de los protocolos sanitarios para cuidar el resto del centro. Autor: Mileyda Menéndez Dávila Publicado: 12/03/2021 | 08:59 am
Ayer pasaron 365 días del primer caso de COVID-19 reportado en Cuba y el país sigue girando alrededor del obstinado virus que lo ocasiona. ¿Qué son mis diez días de confinamiento frente a esa tensa vuelta al Sol?
Como nuestros pacientes ya tienen más de cinco días de haberse reportado como contactos, ayer se recogieron diez muestras y hoy tempranito las restantes 30. Estamos cruzando dedos para que nadie salga positivo, pero las estadísticas dicen que al menos el dos por ciento corre ese riesgo en cada grupo.
Sea cual sea la respuesta, marcará la señal de salida: hacia sus casas o hacia un centro de otro tipo. Para nosotros será una nueva tanda de fumigación y limpieza exhaustiva de las habitaciones, y un nuevo ajuste de dietas por habitación.
Asombra decirlo, pero el ambiente es relajado en este centro de aislamiento. La cooperación es sincera y los pacientes perciben el buen trato entre nosotros y hacia ellos, y eso influye en la disciplina y paz colectiva.
Cuando se presenta un imprevisto, sopesamos alternativas y aparece el remedio. «Todo tiene solución», dice Miguelito, el administrador del Instec, a lo que el profe Germán responde: «¿Y si nos cae un conjunto nulo vacío?».
El chiste-alerta matemático no hace mella en este hombre, uno de nuestros ángeles fuera de zona restringida. Su tocayo, el joven director de Comunicación del centro, también da vueltas al perímetro para ofrecer información y garantizar nuestra presencia en el mundo virtual.
¿Se imaginan una pandemia sin celulares ni internet, sin un gobierno que priorice la salud, sin directivos que acomoden el objeto social de sus instalaciones a una causa superior, sin jóvenes capaces de servir y crecer al mismo tiempo?
Ya sé, no hay que imaginarlo: basta ver los diarios de otras latitudes, pero en estos días hago abstinencia de fatalidades. Prefiero enfocarme en buenas noticias, como que Leonor, la señora del cuarto 10, pudo hablar con su hijo en el día de su cumpleaños.
Otra buena nueva es que Fabian y Amián, cacharreros mañosos, repararon la laptop de Olguita. Ahora ella puede adelantar en la tesis y preparar sus planes de clases de Matemática para el tecnológico donde trabaja a medio tiempo, labor que demanda responsabilidad a pesar del curso congelado.
Fabian vino preparado para cualquier eventualidad, y la laptop de Olguita lo agradece. Foto: Mileyda Menéndez Dávila.
Me aferro también a la gratitud de Clara, paciente ubicada en el cuarto sobre nuestra terraza, para quien el Instec no es un lugar extraño porque su esposo Guido fue uno de los artífices, pocas semanas atrás, del moderno sistema eléctrico y de iluminación que hace más acogedora la beca y sus alrededores. Nadie sabe para quién trabaja, le digo mientras le acerco la merienda, y ella sonríe: «A él le gusta trabajar bien, ¡y mire usted cómo son las casualidades!».
No creo que haya que pasar por este trance en carne propia para entender la urgencia de acorralar a un enemigo que por demás es vulnerable: 20 segundos de exposición al cloro o al jabón lo eliminan de cuajo.Y si te aburre contar mientras lavas tus manos, canta: Barquito de papel dura el tiempo preciso de desinfección y es un magnífico sedante emocional.
También ayuda comer «en familia» y hablar de la vida más allá de la cerca que nos separa de la ruidosa calle Zapata, o narrar anécdotas de esta beca y sus auténticos inquilinos. Germán es famoso en el Instec porque los profes del departamento que dirige almuerzan juntos, costumbre que adoptamos con placer dos veces al día. Sin mesa, con la cajita en la mano y a prudencial distancia, pero sintonizados en la misma expectante confianza.
Para no ser la nota discordante en el optimismo del grupo, callo mi preocupación por alguien de mi tropa habitual de JR, que espera su propio PCR en estos días porque el marido resultó positivo. ¿Será que también escribirá crónicas desde un internamiento en Artemisa? No así, por favor, no así…
Cada vez que el Sol desciende, es un día menos de separación de nuestros hogares. Pero es un día más en la curva de casos, que se resiste a bajar. Otra tripulación se prepara para relevarnos dentro de nueve días, y lejos de alegrarme la noticia me molesta: con 20 segundos de concienzuda limpieza y voluntad para cuidar del prójimo, eso no haría falta. Guido volvería con su gente a terminar el trabajo y yo sería la feliz madre de un joven útil graduado en esta universidad.
En serio no es tan difícil: Barquito de papel, mi amigo fiel…
Reto del día: Usa integrales dobles para hallar el volumen de aire sano entre tu nasobuco y tu boca…sin dejar fuera la nariz, o el policía terminará por ti la cuenta.