Las máquinas datan de 1932, pero se mantienen funcionando por la inventiva de sus operarios Autor: Hugo García Publicado: 06/05/2020 | 12:42 pm
MATANZAS.— Por estos enormes salones caminó el Che. Esa salvedad nos sobrecoge apenas llegamos. Varios trabajadores recuerdan aquel día en la década de los 60 cuando el comandante guerrillero visitó el centro e instó a su colectivo a ser eficientes y romper el bloqueo tecnológico con inventivas para no parar las añejas máquinas.
Y le hicieron caso. Sus recomendaciones han sobrevivido en el tiempo y gracias al ingenio de los aniristas, en la Unidad Empresarial de Base (UEB) Comercial combinado Yumurí-Galletas, de la Empresa provincial de Alimentos, el desgaste de la maquinaria (que data de 1932), no ha sido impedimento para dar una galleta sin manos al bloqueo estadounidense, y ahora también a la COVID-19.
Producir para el pueblo
El calor intenso que emana del horno le mantiene el rostro enrojecido. Es una labor titánica la de este joven, de muchas horas diarias. Introduce las bandejas con las galletas acabadas de moldear por el orificio de ladrillos, aprieta un botón y la plancha con varias bandejas baja con un dispositivo mecánico.
Así comienza la cocción. El operario vigila el punto óptimo porque una equivocación las puede quemar o dejar muy duras, con baja calidad: «Nunca he perdido ninguna producción porque estoy con el ojo encima para lograr la calidad», afirma Daniel Lázaro González Toledo, de 21 años de edad.
Me acerco para tomar una fotografía y subo el ceño ante el vapor que sale de ese rincón. Pienso en lo ricas que son las galletas acabadas de hornear y me viene a la mente un dicho de pescadores: para comer pescado hay que mojarse. Será que para comer galletas como estas hay que calentarse el rostro…
Antes no imaginaba todo el proceso previo a degustar una simple galleta. Cuando vuelva a saborearla, le sumaré el sacrificio de cada jornada para lograr producciones dignas de elogio por parte de los consumidores.
«Me levanto de madrugada y ya a las cinco estoy aquí», asegura Daniel Lázaro, quien desde muy joven labora en esta fábrica, donde ha pasado por diferentes oficios y puestos.
«Mi trabajo es de mucha responsabilidad porque de mi atención depende la calidad de la galleta; si me equivoco el desperdicio es mayor y podría afectar la producción diaria», sostiene Daniel Lázaro, y precisa que en siete minutos, cuando da la vuelta el horno, se puede dar por lista cada tanda de galletas. Siempre observando su color, porque conocer bien cada parte del proceso ayuda a lograr un producto de más calidad, como asegura este joven.
Yosvany Rivero González, encargado del almacén, afirma que en el contexto actual la respuesta de los trabajadores ha sido muy positiva. «Desde que se llamó a producir más en medio de la situación actual las jornadas han sido largas, pero hemos logrado abastecer a la población de nuestras galletas de sal, como ha indicado el Consejo de Defensa Provincial», señala Rivero González.
«Le ratificamos a la dirección del país y a la de la provincia que puede contar con el sector alimentario y los jóvenes, quienes han dado una respuesta productiva acertada con mucha disciplina», expuso Rivero González, también secretario del núcleo del Partido en esa entidad.
«Tuvimos un inicio de año malo porque en el país casi no había combustibles. A partir de contar con ese recurso hemos cumplido el plan diario de cuatro toneladas, que en condiciones normales se distribuyen en un surtido de 4 000 paquetes de un kilógramo», especifica.
«Por decisión del Consejo de Defensa provincial estamos produciendo paquetes de 500 gramos por cada núcleo de consumidor, y esto ha tenido gran aceptación en el pueblo porque tienen calidad», asegura Yosvany.
Yanet Rodríguez Rodríguez, operadora selladora, destaca que ese es el resultado de velar por un objetivo común, pues tanto horneros como punteros y preparadores se unen para entregar un producto bien elaborado y presentado, que es el que agradece la población.
Este colectivo ya ha cumplido sus entregas a los municipios de Matanzas, Cárdenas, Jovellanos, Perico, Unión de Reyes y Pedro Betancourt, y se proponen llegar en breve a los territorios matanceros que faltan.
Carmen Comas Saiz, operadora en el área de envase, señala que se entrena a jóvenes para que aprendan todos los pasos del proceso productivo, y sobre todo para que asuman el esmero con que se trabaja, aportando lo mejor de cada uno».