Elizabel nunca imaginó enamorarse de la carrera y hoy lo celebra con orgullo Autor: Odalis Acosta Góngora Publicado: 07/06/2019 | 12:36 pm
«Soy fiscal desde que me levanto», recalcó durante toda la entrevista, aun cuando reconoció que nunca estuvo en sus planes estudiar Derecho. Y es que la vida a veces nos conduce por senderos insospechados, y nos coloca justo ahí, en el sitio del cual nos enamoramos, en el oficio no soñado, pero que de algún modo, siempre perteneció a nosotros.
Se nombra Elizabel Carrasco Cruz, solo tiene 35 años, y es la reserva del Fiscal Municipal en San Antonio de los Baños, municipio de la provincia de Artemisa. Excelentes proyecciones para quien nunca pensó que la abogacía pudiera formar parte de su día a día.
Nos develó su historia, a pocas horas de este 8 de junio cuando se celebra el Día del Jurista Cubano. Me cuenta de su último año en el preuniversitario, cuando visualizaba su futuro como militar, sobre todo, trabajando en las prisiones o en el área de criminalística, algo que su familia no apoyó.
Entonces pensó en convertirse en maestra, y tres años de su juventud dedicó a la formación de educadores en las escuelas Salvador Allende y Enrique José Varona, pero no fue suficiente para esta inquieta muchacha, que no se veía frente a un aula.
Sin pensarlo dos veces se insertó en el Curso de Superación Integral para Jóvenes, un proyecto ideado por Fidel, que benefició de manera directa a muchachas y muchachos desvinculados del estudio y el trabajo.
Pero Elizabel era muy compleja para puntualizar su futuro, y aún con el segundo lugar en el escalafón, no lograba definir qué quería estudiar, pero el tiempo se le agotó, y tal vez por llenar una opción, selecciona Derecho en la boleta.
Lo que nunca imaginó fue «enamorarse» de la carrera —un poco más—, tras su vinculación directa con la Fiscalía de San Antonio de los Baños, donde comenzó como asistente de verificaciones fiscales, en su etapa de estudiante.
Se convirtió en madre antes de titularse como abogada, lo cual le hizo más complejo el camino, porque además del trabajo y el estudio, el hecho de cuidar a su pequeña le consumía más tiempo del disponible.
Hija única, esta muchacha proviene de padres sordos-mudos e iletrados, porque les tocó nacer en una época en que la educación especial en Cuba no gozaba del esplendor de hoy en día.
«Mis abuelos fueron mi guía en cada momento», me dice con orgullo, «pero antes de graduarme, ellos también enfermaron y entonces me tocó cuidarlos», era otra limitante para terminar los estudios.
«¿Qué hacer entonces si ya amaba mi carrera, tanto como a los problemas familiares que me hacían complejo realizar mis propósitos? Fue muy difícil pero lo logré», comenta con esa sonrisa que no dejó de mostrar durante todo el diálogo.
Será que Elizabel es verdaderamente feliz con el vuelco que le dio la vida… Allí la encontré, en una oficina de la Fiscalía Municipal, y aunque en sus planes del día no estaba una entrevista, me recibió sonriente y dispuesta a responder cada pregunta.
Habla con destreza del sentido de responsabilidad que implica ser fiscal, al velar por el cumplimiento de las leyes, de la Constitución, y demás disposiciones legales… Pero sobre todo, menciona la ética y la moral, como algo indisolublemente ligado a estos profesionales, quienes deben ejercer el control de la investigación penal y el ejercicio de la acción penal pública.
El Control de la Legalidad en Establecimientos Penitenciarios (CLEP), las verificaciones fiscales, la protección a la familia y asuntos jurisdiccionales, así como la atención a las reclamaciones de la población por presuntas violaciones de sus derechos, son las principales especialidades que asume la Fiscalía.
El tiempo avanza raudo, y a pesar de los problemas, aquí está Elizabel, graduada de Derecho, poniendo todo su empeño en el restablecimiento de la legalidad, casada y con dos hijos hermosos que por suerte, entienden el lenguaje por señas de su abuela sordo-muda, a cargo de su cuidado, cuando se extiende el horario de trabajo en la oficina.
Joven al fin, le gusta salir con amigos y familiares, pero sobre todo, ir con sus hijos a sitios donde los pueda ver plenamente feliz. Aunque no del modo que imaginó, la vida la condujo por los senderos de sus sueños de adolescente. «Ya nadie me llama Elizabel, ahora me dicen Fiscal, y en verdad me gusta mi nuevo nombre».