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Recuerdos de Playa Girón

El tunero Manuel Escobar Almaguer conserva en su recuerdo aquellas épicas jornadas en las que el imperialismo norteamericano sufrió su primera derrota en América

Autor:

Juan Morales Agüero

LAS TUNAS.— El aullido de los aviones de combate entona en el cielo la sinfonía de la muerte. ¡Sssssss…! Caen las bombas con sus vientres repletos de metralla. ¡Pumm… pum…! Y los lamentos de los heridos. Y las órdenes a grito pelado de los oficiales. Y los milicianos que disparan contra el agresor. Y los tímpanos rotos por las explosiones. Y los ojos encendidos por los fogonazos. Y la moral alta, muy alta… «¡No pasarán, carajo!».

El tunero Manuel Escobar Almaguer conserva en su recuerdo las épicas jornadas de Playa Girón, donde el imperialismo encajó su primera derrota en América. Por su mente desfilan ahora las hazañas, el valor, la entereza, el compromiso de un pueblo decidido a defender con uñas y dientes la justicia verde olivo llegada desde la Sierra Maestra.

Todo comenzó el 15 de abril de 1961, cuando aviones B-26 atacaron tres bases aéreas cubanas. «Yo tenía 22 años —expresa Escobar—. Fue una suerte que lo de Playa Girón me atrapara en Cienfuegos. Me dio la oportunidad de defender a mi Patria en la primera línea de combate».

Revolucionario precoz

Mi entrevistado era adolescente cuando debutó en la lucha clandestina contra la dictadura de Batista. Participó en la Huelga de Abril, por lo cual fue arrestado. Lo pusieron en libertad por falta de pruebas y por las relaciones de su padre. Pero su situación en Victoria de las Tunas —su tierra natal— se volvió insostenible. En junio de 1958 decidió alzarse por la zona de Manantiales.

«El 5 de octubre me enviaron junto a otros compañeros a la Sierra Maestra en busca de armas —recuerda—. Celia nos recibió y supimos que Fidel andaba para Vegas de Jibacoa. Hablamos con él a su regreso. “Las armas que necesitan están en los cuarteles —dijo—. ¡Quítenselas!”.

«Nos envió para Minas del Frío, a la escuela de reclutas. Allí permanecí hasta el 8 de noviembre, cuando él pidió 250 hombres para que partieran para Guisa, en cuya batalla tuve el honor de participar y de conocer a Braulio Coroneaux, el ametrallador que se vistió de héroe en la acción».

Al triunfo de la Revolución, Almaguer integró un grupo a cargo de la seguridad del aeropuerto de Santiago de Cuba. Un día llegó Fidel en un helicóptero. El líder lo reconoció de la Columna 1. Le propuso que fuera para La Habana y se presentara en Ciudad Libertad. Para allá fue. Matriculó en un curso de Topografía. Cuando lo terminó, lo asignaron al Cuerpo de Ingenieros del Ejército Rebelde (CIER).

«Eso fue en octubre de 1959. Me encargaron participar en un trabajo dirigido a rehabilitar bateyes azucareros. Debíamos hacer levantamientos para futuras viviendas para los trabajadores que vivían en barracones», precisa.

Regresó a la capital en diciembre para una nueva encomienda en Cayo Largo, donde se desarrollaba un estudio topográfico para fomentar el turismo. Cumplida la tarea, se integró al Instituto Cubano de Cartografía y Catastro. En mayo fue enviado para la ciudad matancera de Colón.

«Por allá alterné la cartografía con la persecución de bandidos. Cuando eso, todavía no los había en el Escambray. En noviembre de 1960 pidieron una tropa de choque para Cienfuegos. Y allí me cogió lo de Playa Girón».

Girón, mayoría de edad

A fines de marzo de 1961 comenzaron a regresar a sus lugares de origen más de 50 000 movilizados en la Limpia del Escambray. En Cienfuegos, Almaguer se incorporó, en comisión de servicios, a la medición de tierra para entregarla en propiedad a los campesinos.

«El 15 de abril, Fidel ordenó movilizar a las unidades de combate del Ejército Rebelde y de las Milicias Nacionales Revolucionarias. Me presenté en el aeropuerto de Cienfuegos y comencé a cumplir misiones en la organización de los batallones que debían llevar a cabo la orden», detalla.

El 16 de abril, en la despedida de duelo de los caídos en los ataques, Fidel proclamó el carácter socialista de la Revolución. Llamó a incorporarse a los puestos de combate entonando las notas del Himno Nacional.

«A las 2:00 a.m. del 17 de abril me dieron la voz de alarma. Se había recibido una llamada de la jefatura del batallón 339, de Cienfuegos, desde el central Australia. Notificaban que había un desembarco mercenario por Playa Larga y que los milicianos combatían ya al enemigo».

Su destacamento salió de la terminal aérea con 130 hombres en tres camiones. En el puerto abordaron un lanchón para cruzar la bahía rumbo al Castillo de Jagua. A mitad de travesía, vieron un B-26 con las insignias de la Fuerza Aérea Revolucionaria. Resultó ser un avión mercenario con nuestras insignias. Arrojó una bomba sobre el aeropuerto, pero fue rechazado por las antiaéreas y obligado a huir.

«Al rato de desembarcar, cogimos para ir a la zona de operaciones por un camino pésimo, cercano al litoral. Llegamos a Yaguaramas por la tarde, luego de recorrer 38 kilómetros. En el trayecto no dejamos de hacer exploraciones. Teníamos información de que el enemigo podría haber avanzado sus posiciones por allí».

En Yaguaramas encontraron al comandante René de los Santos y al capitán Emilio Aragonés, jefes de la dirección Yaguaramas-San Blas. Los mandaron para Horquita, con la advertencia de que caminaran muy alertas por los bordes exteriores del terraplén, pues era peligroso seguir en los camiones, blancos fáciles desde el aire.

«En Horquita supimos del desembarco aéreo del enemigo  esa mañana, que pretendía bloquear nuestras unidades de combate. Pero el batallón 117 los hizo replegarse rumbo a San Blas, un caserío construido para los carboneros. Allí los mercenarios tenían emplazadas ametralladoras pesadas, morteros, tanques y cañones sin retroceso», señala.

Me lo explica desde un mapa que descansa sobre sus piernas. Él, en su calidad de topógrafo, ayudó a elaborar este medio, en el que se describe la táctica y la estrategia de nuestros combatientes en la batalla.

«Desde esa posición, ellos dominaban las vías de acceso desde el central Covadonga y Yaguaramas. Debíamos impedir su avance. En la mañana del 18 caminamos con cautela por el terraplén. Contábamos ya con protección antiaérea, además de nuestros propios aviones con sus misiones de combate».

En la ofensiva final

Por la tarde llegó a Covadonga el comandante Pedro Miret, al frente de un grupo con cañones de 122 milímetros. Las baterías hostigaron esa noche a las posiciones enemigas que habían ocupado San Blas, Bermeja, Helechal y Cayo Ramona. En la mañana del 19 de abril se fijó la ofensiva final hacia San Blas por la carretera de Yaguaramas, en coordinación con las fuerzas que avanzaban desde Covadonga.

Escobar agrega que las fuerzas las comandaba el capitán Aragonés: una compañía con ocho tanques, otra en camiones y la infantería detrás. Estaban a tres kilómetros de San Blas. Los invasores no esperaban un ataque por ahí. Sobre las 11:00 a.m., San Blas fue tomado. Los mercenarios se replegaron hacia su jefatura en Playa Girón. Prosiguió el avance hacia Helechal, a seis kilómetros de Girón. A este lugar, tan cercano al enemigo, llegó Fidel.

«Eran alrededor de las 4:00 p.m. de aquel 19 de abril de 1961. El Comandante en Jefe subió a un tanque T-34 y desde allí explicó la táctica para el ataque final sobre Playa Girón. Se debía evitar el rembarque enemigo. Organizó el avance y pidió a los conductores que no pararan hasta que sus esteras se mojaran en las aguas de la playa».

La victoria hizo estallar la alegría en aquel ejército compuesto por civiles, policías, milicianos y rebeldes. Pero aún quedaban mercenarios en la manigua y la ciénaga. Sí, estaban desmoralizados, pero había que capturarlos a todos. «Nos dieron la orden de hacer un cerco general y luego un peine. Estuvimos en la zona hasta el 30 de abril. Los capturamos hasta disfrazados de carboneros», recuerda.

El papel de la juventud en Playa Girón fue grande. «Casi todos éramos muy jóvenes. Pocos pasaban de 30 años de edad. Y la mayoría carecía de preparación militar elemental. ¡Ni siquiera sabíamos marchar!», rememora.

Almaguer deja para el final un recuerdo de aquellos días gloriosos. «Me seleccionaron para desfilar en La Habana con el batallón 339, primera unidad en trabar combate con el enemigo. Eso fue el 1ro. de mayo de 1961. Fidel y toda la dirección de la Revolución estaban en la tribuna».

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