Vivir con miedo Autor: Falco Publicado: 06/03/2019 | 07:16 pm
Aprieta las manos a ambos lados del cuerpo. Ansioso, molesto, inquieto. Sigue con la vista a Laurita, que minutos antes se burló de su error en la tarea de Matemática. La ve ir de un lado a otro con su amiga, y cuando ella se sienta en su mesa, ya él no puede más. «No es la primera vez que abofetea a una niña de su aula, pero tiene que ser la última», piensa su maestra.
Rolandito tiene diez años y muchos miedos. Teme llegar a su casa y que su papá haya llegado antes. Teme llegar y que al rato, arribe aquel con tragos de más. Tiene miedo de dormir y no hacerlo profundamente, porque entonces escucharía todo. Le asusta pensar que un día ya no quiera seguir soportando que su papá le grite y le pegue a su mamá. Tal vez ese día ya no tendrá más miedo.
A la maestra le preocupa que Rolandito no quiera irse de la escuela y que llegue muy temprano. Se ha percatado de que apenas hace las tareas, y sobre todo, que se molesta con facilidad. Es agresivo con los demás si juega y pierde, o si alguien bromea con alguna de sus cosas. Prefiere andar solo y que no le den quejas a su mamá. «Ella ya tiene muchos problemas», siempre dice.
Detectar conductas violentas en los niños puede ser el primer paso para descubrir un medio intrafamiliar agresivo. Ellos son reflejo de su hogar, y brindar la ayuda oportuna en el momento indicado puede ser la solución.
Familias por dentro
La familia es un factor protector ante la violencia y sus consecuencias. Sin embargo, también puede ser un factor de riesgo, en caso de que en el núcleo familiar uno o más de sus miembros ejerzan violencia sobre otros, estos la toleren y el ciclo se repita una y otra vez.
El doctor Cristóbal Martínez, jefe del Grupo Nacional de Siquiatría Infantil y coordinador de la Sección de Violencia Intrafamiliar de la Asociación Siquiátrica Latinoamericana, insiste en que ese niño o niña que convive con familiares violentos sufre como víctima, aun cuando la acción agresiva no esté dirigida a él, y tiene altas probabilidades de convertirse más adelante en un victimario.
«La violencia intrafamiliar es como una epidemia silenciosa. Como la violencia genera más violencia puede destruir la estructura familiar. Si el padre maltrata a la madre delante del hijo, él sufre por los dos, y también es víctima. Sufre por el mal comportamiento de su padre, a quien quiere y respeta seguramente y le angustia el maltrato al que somete a la madre sin que ella pueda defenderse.
«Convergen muchos factores de índole social, económica y emocional que propician la tolerancia de actos violentos, en especial por parte de las mujeres. Sientan amor o no por su pareja, en muchos casos de ella reciben el sustento monetario o el beneficio de una vivienda. Resignarse a ese maltrato se va convirtiendo entonces en parte de su vida cotidiana, y puede no gustarle pero sí termina justificándolo. A veces hasta se sienten verdaderamente culpables, merecedoras de determinada conducta violenta.
«Los niños no entienden ni las razones del comportamiento agresivo ni las de la permisividad. Sufren callados y aprenden por imitación lo que ven en su entorno. Por eso es que una de las consecuencias más frecuentes de esa convivencia en hogares violentos es que luego esos menores reproduzcan esos patrones cuando crezcan, ya sea como maltratadores o como maltratadas.
«Es necesario apuntar que no solo puede repetirse el esquema de la conducta agresiva sino también el del consumo, en caso de que lo hubiera. Los hijos de padres alcohólicos, en muchos casos, también llegan a serlo, aunque siendo niños vivenciaron situaciones desagradables provocadas por el consumo de esa sustancia. Es lo que aprendieron, es lo que luego saben hacer».
El reconocido líder de Promoción de Salud de la Organización Panamericana de la Salud (OPS)/Organización Mundial de la Salud (OMS) y premio Únete al Compromiso con la Igualdad y la No violencia de Género, agrega que, incluso, si el hijo al crecer se le enfrenta un día al padre para evitarle más sufrimiento a la madre, ello no quiere decir que no haga lo mismo después con su esposa. «Son conductas determinadas por la identificación familiar, el ejemplo a imitar».
—¿Qué consecuencias puede tener la crianza de un niño en un entorno familiar violento en la formación de su personalidad?
—Son muchos los factores de riesgo para un menor que convive en un hogar violento. Puede presentar trastornos de conducta y emocionales, a partir de los cuales pueda ser trasladado a un centro escolar con características especiales, por ejemplo.
«El niño o la niña puede sentir rechazo a estar en su casa y al preferir pasar el tiempo fuera de esta, en la calle, es muy vulnerable para sucumbir ante cualquier otra conducta de riesgo como puede ser la adicción al alcohol o a cualquier otra droga.
«La depresión es uno de los caminos más terribles, pues puede desembocar en el suicidio como única alternativa de solución en su pensamiento triste. El solo hecho de pensarlo ya es un factor de riesgo que no puede perderse de vista.
«Sin dudas, el menor que sufre la violencia en su casa, directa o indirectamente, tendrá dificultades en las relaciones interpersonales con los demás, será retraído, introvertido. No sabrá manejar las situaciones de la vida como lo hacen los otros de su edad, y puede que desde edades tempranas ya comience a ser agresivo también.
«La familia, reitero, es de donde se genera lo bueno y lo malo de cada ser humano. La escuela tiene su función y otras instituciones a lo largo de la vida también, pero los valores que como seres en sociedad necesitamos poseer, son aprehendidos y educados en el seno familiar».
—¿Existe un patrón de familia violenta?
—No. Este es un fenómeno muy complejo. Ciertas situaciones medioambientales pueden servir de catalizadoras a padres e hijos para que se produzca el abuso. Se destacan entre ellas los problemas económicos, las dificultades en la pareja, el desempleo, la incultura, el hacinamientoy la vivienda inadecuada.
«Sin embargo, el desarrollo económico o el nivel cultural no son una garantía de estabilidad familiar. En familias de bajos ingresos pueden ocurrir menos hechos de violencia que en núcleos con un alto nivel de vida. Hay familias pobres que tienen una tradición muy fuerte de conductas adecuadas, basadas en la honestidad, el no consumo de alcohol u otras drogas, la comunicación… Hay familias en las que sus integrantes son universitarios y tienen altos grados científicos, y en ellas se registran comportamientos frecuentes de violencia.
«El lugar donde se vive influye pero no determina. Hay familias que viven en ambientes socioeconómicos muy agresivos y la familia potencia su factor protector y favorece la comunicación y unidad entre sus miembros. En lugares solventes y menos peligrosos podemos encontrar desatención, permisividad y maltratos físicos y sicológicos. La marginalidad no siempre está en el contexto, a veces radica en las personas. La familia puede tener un funcionamiento adecuado, esté donde esté».
—¿Cuál es el rol de la escuela en la prevención de la violencia intrafamiliar?
—La escuela, como otras instancias, desempeña también un rol protector. Los maestros, como los médicos de la atención primaria de salud, pueden también cumplir esta función. En el centro escolar el niño o la niña pasan gran parte del día y pueden los profesores darse cuenta de las actitudes y conductas de sus estudiantes como reflejo de una dinámica familiar disfuncional.
«Acudir de manera oportuna a la ayuda especializada también protege a las familias y en especial a los menores, pues en ellos se siembra la semilla o no de la violencia».
No es el caso de Rolandito, de manera directa, pero el doctor Martínez considera importante precisar que «el maltrato no solo es golpes, ofensas, negligencia y descuido. Maltrato infantil es toda agresión física o sicológica producida al niño por sus padres, hermanos, familiares u otros con la intención de castigarlo o hacerle daño. Hay maltrato también cuando no se atienden las necesidades del niño, relativas a su alimentación, salud, protección, afecto y cuidado».
Muchos de los padres que maltratan a sus hijos fueron niños maltratados o aprendieron en su familia que el castigo físico era un método de enseñanza, tal y como puede suceder en la vida futura de Rolandito, agrega.
—¿Puede prevenirse el maltrato?
—Sí, favoreciendo los factores protectores, es decir, esas influencias que modifican o disminuyen el impacto de los factores de riesgo, y que actúan mediante procesos de interacción y no solo por influencia benéfica.
«Durante el embarazo, es importante el apoyo emocional y el autocuidado, recibir una preparación integral para el parto y para la crianza. Fomentar y apoyar la lactancia materna es vital para desarrollar vínculos tempranos, así como estimular al niño desde el punto de vista sicomotor, afectivo y social. La violencia no puede considerarse como una vía para la solución de los conflictos».
Considera el especialista que maltrato también es la sobreprotección y la permisividad, «ya que cuando el niño es sobreprotegido se cría en un mundo que no existe y no puede adquirir los métodos adecuados para defenderse o evitar el peligro. Lo mismo ocurre con la permisividad pues si se le permite todo no aprenderá a conocer que hay límites establecidos por el entorno, los cuales cuando no se respetan traen consecuencias lamentables».
Nota: Este trabajo fue realizado en colaboración con OPS/OMS