La aspiración mayor de Aldo Pérez Salazar es continuar creciendo como ser humano a través del trabajo, y para ello se entrega con toda pasión a lo que hace y funda con su esfuerzo. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 05/06/2018 | 08:13 pm
LAS TUNAS.— Con apenas 30 años de edad y mucha experiencia por acopiar, Aldo Pérez Salazar preside una floreciente cooperativa de créditos y servicios (CCS) de esta provincia. La casa donde vive, rodeada de árboles frutales, funciona también como oficina. Así, obstinado y pertinaz, aprendió a maniobrar entre la parcela y el buró. Me lo encuentro en un entorno de viandas por pesar e informes por concluir.
Mi diálogo con este joven de verbo fácil transcurre con sus perros Tocolo y Victoria dormitando a sus pies. Más allá, un gallo con ínfulas de conquistador se desgañita, quizá con la intención de seducir a las gallinas. Desde la cocina llega el aroma inconfundible del café. «Aquí se hace en coladera», me advierte Yarima, la esposa. Luego me trae una tacita con la infusión más popular en todos los hogares campesinos.
—Aldo, según me cuentan, tus orígenes no son rurales…
—No lo son. Lo que ocurre es que cuando mi papá trabajaba en la Delegación Provincial de la Agricultura, yo solía ir con él a todas partes. Ahí empecé a vincularme con el campo. Años después, al graduarme como técnico de nivel medio en Contabilidad, ocupé una plaza allí, en el departamento de Auditoría. Y la relación con los agricultores y sus asuntos se incrementó.
«Luego me propusieron trabajar como económico en una CCS, y los vínculos se estrecharon aún más con los campesinos y los productores asociados a la ANAP. Para entonces ya la tierra comenzaba a halarme. Un día me decidí y solicité un pedazo para trabajarlo. Me animaron a localizar uno en la zona y hallé estas tres hectáreas, que estaban improductivas».
—¿Y cómo fue el debut en el campo para unas manos sin callos?
—Difícil, porque no es igual la oficina que el surco. Pero estaba resuelto a desafiar los obstáculos y a vencerlos. Así, de cansancio en cansancio, y con la ayuda de mi esposa y de otros parientes, en unos seis meses limpiamos de marabú todo el terreno. Resultó ser aquel un momento muy reconfortante.
«Dejamos en pie solo unas 200 matas de guayaba, casi todas muy desmejoradas por la falta de atención. Me recomendaron demolerlas, pero yo me negué. Cuando eliminamos la maleza a su alrededor, las podamos y renovamos las peores, bastó un aguacerito para que renacieran. Actualmente ese guayabal hace un gran aporte a nuestra producción de frutales».
—¿Ya para esa época eras miembro de la CCS Eliseo Reyes?
—Sí, me asocié como productor en 2010. Sembraba granos, hortalizas, frutales, viandas… Y también criaba carneros, de los cuales una parte la entregaba al Estado. Tiempo después pasé a integrar la reserva de cuadros, hasta que en 2015 me aprobaron como presidente. Lo primero que me propuse fue consolidar la unidad de los asociados y buscar fuerza joven para obtener con rapidez resultados en la producción.
«Por entonces, la CCS enfrentaba serios problemas económicos. Incluso, su cuenta bancaria llegó a estar bloqueada por la ONAT por causa de sus deudas. ¡No podíamos hacer operaciones financieras! Pero gracias a la productividad en el campo y a lo que extrajimos de la tierra, en 2016 la desembargamos y la pusimos a plena disposición de nuestros proyectos».
—¿Y cómo te acogieron los asociados más viejos de la CCS?
—Bueno, inicialmente percibí en ellos algunas reservas. Yo sé que es difícil para un guajiro curtido que un joven venga a decirle lo que debe hacer. Y más si ese joven no es hijo de campesinos ni corrió cuando era niño sobre los surcos. Pero, pasado un tiempo, me aceptaron y hasta me dieron apoyo.
«Entre los asociados y productores hay personas con más de 80 años de edad, nacidas y criadas en esta zona. Me he nutrido de su sabiduría, porque, precisamente, los resultados en el trabajo se conquistan con el concurso de todos. Los mayores aportan la experiencia y los jóvenes la iniciativa».
—¿Cómo afrontas tu trabajo como presidente de la cooperativa?
—En una CCS cada día chocas con situaciones distintas que exigen tiempo, evaluaciones y decisiones. Los campesinos y los productores quieren respuestas para las suyas y debemos dárselas. Eso trasciende la planificación del trabajo, porque los problemas suelen ser nuevos y a veces muy complejos.
«Pero mi trabajo no es solo burocrático. Además de presidir la CCS, atiendo mi propiedad, estoy siempre atento a lo que siembro y no temo enfangarme las botas. Aquí, además, hacemos frecuentemente trabajos voluntarios en la finca colectiva o en las tierras del asociado que lo necesite».
—¿Y cuáles son los rubros más importantes de la cooperativa?
—Hemos incorporado producciones que antes no existían, como la porcina. El crecimiento de los frutales ha sido notable, en especial el mango, muy común en esta zona. Queremos abrir pronto una «juguera» y hasta proyectamos una minindustria. Además, 20 de nuestros asociados son apicultores. Hoy somos los mayores productores de miel de abeja de Las Tunas. La CCS produce también leche para venderle a la industria. Nuestra debilidad son los cultivos varios, porque los suelos de por aquí no son buenos. Pero también exhibimos resultados.
—¿Aplicas la ciencia y la técnica al trabajo de la CCS?
—Siempre. Estudio Agronomía en la Universidad de Las Tunas y lo que aprendo se lo transmito a mis productores; aunque un campesino ducho es un ingeniero agrónomo sin título. Tenemos contratos de trabajo con estaciones experimentales de pastos y forrajes y con el Proyecto de Innovación Agropecuaria Local. Pero en las unidades agrícolas se necesitan más especialistas de nivel superior. De eso depende que haya mayor producción y se combata mejor el cambio climático que nos agobia.
—¿A qué te dedicas cuando tienes algún tiempo libre?
—Me encanta leer, en especial libros sobre historia. Estoy terminando uno sobre la vida del General de Ejército Raúl Castro. También leo periódicos, veo televisión y trato de mantenerme actualizado de lo que ocurre en Cuba y en el mundo. Pero lo que más disfruto es estar con mi familia.
«Aquí tengo las mismas comodidades de un joven de la ciudad: celular, refrigerador, computadora, televisor, lavadora… Todo me lo he ganado trabajando en el campo. En los alrededores de mi casa no hay discotecas ni restaurantes. Pero si me lo propongo puedo ir a esos lugares con mi esposa, pues me quedan cerca».
—¿Tienes preferencias por alguna música o por algún deporte?
—Me gusta, sobre todo, la música campesina. Es la que caracteriza al gremio al que pertenezco. Por eso no me pierdo los domingos el programa Palmas y Cañas. Mi cantante preferida es la desaparecida Celina González. Nuestros actos políticos comienzan siempre con la famosa canción suya Yo soy el punto cubano. En cuanto a los deportes, soy fanático de la pelota. En el campeonato nacional pasado me iba para el estadio Julio Antonio Mella desde las 11 de la mañana cada vez que jugaban nuestros Leñadores. Hicieron un excelente papel.
—¿Qué es lo que más reconforta en tu trabajo como campesino?
—Muchas cosas. Lo principal es ver el resultado de lo que haces. Sembrar una planta, verla germinar, crecer y dar frutos es uno de los milagros de la naturaleza que más aprecio. Cumplir los planes de producción y entrega es algo que reporta credibilidad ante los contratistas y contribuye también a elevar la autoestima como productor. La tierra es agradecida y da en la medida en que le den. Yo comulgo con lo que dijo Martí: «Si el hombre sirve, la tierra sirve».
—¿Piensas que el campo es una buena opción para los jóvenes?
—Estoy convencido de eso. Con nosotros laboran alrededor de 50 muchachos menores de 40 años, y salen muy bien en el orden económico. En la propia dirección de la CCS hay cinco, todos con un magnífico trabajo. Yo creo que la juventud de hoy tiene un gran compromiso, y es el de consolidar la obra de la Revolución para que este noble proyecto social perdure. En apoyo a eso, próximamente, fundaremos en la CCS un comité de base de la Unión de Jóvenes Comunistas.
—¿Le pides más a la vida de lo que te ha dado hasta ahora?
—El ser humano es inconforme por naturaleza y siempre se establece metas más elevadas. Creo que eso es bueno. En lo que a mí respecta, mi aspiración es continuar creciendo como ser humano, atender cada día mejor a mi familia, ser feliz junto a mi esposa, titularme como profesional, darme los gustos que estén a mi alcance, tomarme mi café mañanero para enfrentar con ímpetu una nueva jornada, y extraer a la tierra el máximo provecho. En definitiva, guajirito soy.