Un especialista en Medicina Legal debe saber integrar conocimientos de las diversas especialidades médicas . Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 26/05/2018 | 10:14 pm
La escuela cubana de Medicina Legal se define como una «ciencia de aplicaciones», porque debe valerse de muchos saberes para realizarse, y su fundamento es ser un valiosísimo auxiliar de la administración de justicia. Un médico legista no cura enfermos, sin embargo, con su trabajo defiende la salud de la sociedad.
Un especialista en Medicina Legal debe saber integrar conocimientos de las diversas especialidades médicas y de otras ciencias como la Física y la Química, así como ser conocedor de la legislación del país. El objetivo es investigar la génesis de lo ocurrido para hacer un dictamen pericial que sirva para auxiliar a los que administrarán la justicia.
Nuestro Instituto de Medicina Legal cumplirá próximamente 60 años de fundado; sin embargo, la especialidad empezó a impartirse como asignatura de la carrera de Medicina mucho antes, en 1839.
Cuba cuenta con figuras relevantes en esa ciencia, como Oscar Amoedo, a quien se le considera Padre de la Estomatología Forense; así como los doctores Francisco Lancis Sánchez, Ignacio Fournier Ruiz y Francisco Ponce Zerquera. Hoy, el país tiene más de 300 profesionales graduados de esa especialidad, muchos de ellos con categoría científica y resultados prácticos de alto reconocimiento nacional e internacional.
La licenciada en Citohistopatología, Lourdes Vega, y Dodany Machado, antropólogo forense, preparan el informe de un caso. Foto: Abel Rojas Barallobre.
Eso quiero ser
«Estudié Medicina y cuando estaba en quinto año de la carrera me sumé al Destacamento Piti Fajardo y me fui a hacer mi servicio social a la región oriental. Allí vi por la televisión un programa donde el profesor Jorge González hablaba de la Medicina Legal, y me dije: eso quiero ser. Hasta ahora no he cambiado de opinión», destacó la doctora Halina Pérez Álvarez.
Halina Pérez Álvarez. Foto: Abel Rojas Barallobre.
«Lo más importante es que te permite ayudar a muchas personas. A que sepan de qué murió su familiar, a evitar que alguien sea injustamente condenado, que la víctima de un delito sexual conozca hasta donde llegó el daño que recibió y también que un culpable sea apresado. Llevo aquí 25 años y no creo ir a ningún otro lugar», aseguró.
Máster en Ciencias, Halina es profesora auxiliar de la Universidad de Ciencias Médicas, lo cual le permite cumplir con otra de sus vocaciones: enseñar. Y aunque hoy se desempeña como subdirectora del Instituto no renuncia a sus guardias y consultas, que realiza desde que era residente.
«Es un trabajo duro, sacrificado, difícil», reconoce. «A veces te mueve afectivamente con la familia, porque tienes el conocimiento de alguien que falleció por algo evitable, eso te convierte en alguien más cuidadoso. No ingerir alcohol para manejar, ni para bañarse en la playa; el cuidado con los niños para prevenir un accidente en la casa. Tienes tu vida normal, pero tratas de evitar los riesgos innecesarios».
Por estos días la doctora Halina, como la mayoría de los trabajadores del Instituto, apenas salió del trabajo. «Desde que ocurrió el accidente de aviación estoy aquí, creo que hago lo correcto. Siempre que ocurre algo de una magnitud especial es así como trabajamos», argumentó.
—¿Estar cerca de la muerte te ha cambiado el carácter?
—Lo he modificado. Ahora tengo un cargo de dirección que me obliga a exigir, controlar; sin embargo, soy comprensiva con los problemas de las personas. Reconozco que cuando me molesto no soy agradable, pero lo evito. He aprendido que la violencia no es buena, la mayoría de las personas ven el inicio del conflicto, yo veo el resultado final. Eso te hace reflexionar.
«También he variado la forma de ver la vida, le doy más importancia a la amistad, a la familia, a las cosas espirituales. No niego que eso me ha traído conflictos, pues hay quien no entiende esa filosofía. Me dicen, hazte tal peinado o este tratamiento para que luzcas más joven, y yo digo que el cuerpo, la célula, tienen la edad que tienen, y eso no va marcha atrás.
«Por otra parte, aquí hay un estilo de trabajo. Es difícil que una persona llegue a esta institución y no sea atendida. Sabemos que quien llega hasta acá lo hace porque tiene un problema, a veces de gran magnitud, y lo orientamos, porque en muchos casos no sabe qué hacer y nosotros tenemos el conocimiento sobre el proceso penal o civil.
«Divisa para nuestro trabajo es que a la familia no se le puede victimizar, porque está desesperada. Cuando es un tránsito, por ejemplo, que el fallecido está en la vía pública, tratamos de llegar lo antes posible, porque las personas están sufriendo al ver a su familiar allí. Tener presente el pudor con los fallecidos, protegerlos, respetarlos. Ver hijos llorando, una madre que perdió a su niño, te hace ser más humano».
«Puedes tener un superlaboratorio con equipos de última generación, pero no te sirve de nada si no sabes interpretarlo. El cadáver te dice qué lo mató, si la ropa fue modificada; a veces, de una pequeña muestra sale una pista importante. Hay que estudiar mucho, leer, pero lo más importante es trabajar en la morgue».
Igual piensa el doctor Héctor Soto Izquierdo, máster en Antropología y antropólogo forense, reconocido en muchos países, quien aseguró que «siempre que haya una muestra, por pequeña que sea y trabaje con ella, puedo llegar al esclarecimiento del hecho».
Héctor Soto Izquierdo. Foto: Abel Rojas Barallobre.
—La Antropología es de larga tradición, sin embargo, han aparecido nuevas técnicas para los trabajos de identificación, como el ADN. ¿La sustituyen?
—En lo absoluto. Si vas a hacer pruebas de ADN lo primero que tienes que conocer son las características del cadáver para orientarte. Hay una primera clasificación relativa al cadáver que se conoce como tetralogía identificativa, que establece edad, sexo, raza y estatura. Por ahí empieza el camino. Luego viene la identificación absoluta, que pone nombre y apellido al cuerpo, ahí entran muchas técnicas».
«El antropólogo, además de tener conocimientos propios de la especialidad, debe tener ciertas habilidades de dibujo, fotografía, todo lo relacionado con las artes visuales, para hacer una reconstrucción escultórica, una superposición cráneo-fotográfica.
«Antes se usaba una cámara de cajón, mírala ahí —y me señala una igual a las que usan los fotógrafos ambulantes del Parque Central de La Habana— la tengo como pieza museable. Ahora con la computación, lo que se hacía en un día se resuelve en horas.
«Se trata de hacer coincidir la anatomía del cráneo con la fotografía del individuo, se buscan puntos de coincidencia. Los rusos hablan de diez puntos, los norteamericanos de puntos de interés, si son cuatro, bien marcados, es suficiente. Nosotros somos un híbrido de las dos tendencias. Con que una persona tenga, por ejemplo, una desviación del mentón muy marcada, puede ser información suficiente. También está la Odontología Forense, una pieza dental que falta, un trabajo de prótesis, son muchos detalles que pueden ayudar en el trabajo identificativo».
Soto tiene una amplia experiencia internacional. Trabajó en Bolivia en la identificación de los restos de Ernesto Che Guevara y sus compañeros de la guerrilla, así como en Venezuela en la confirmación de la identidad de los restos de Simón Bolívar.
«En 1986 trabajé en el conocido como Caso Camargo. Era un sicópata sexual que había estrangulado a 73 mujeres en Ecuador. También colaboré en el esclarecimiento de casos a pedido de otras naciones, que también nos han ayudado».
—¿Y el relevo?
—Imagínate, anda por aquí. Yo empecé en el Instituto en 1975. Todos los días entro por esa puerta, dice orgulloso. El que quiere aprender y se me acerca siempre encontrará mi apoyo, mi consejo.
«Cuando hay un caso aprenden mucho, como ahora con la identificación de las víctimas del accidente aéreo. He trabajado en más de 20 siniestros de ese tipo y son difíciles, complicados, estoy brindado todo mi apoyo».
El «Rubiera» de la medicina legal
«Los cubanos reclaman al Doctor José Rubiera cuando hay un huracán, porque les da confianza. En estos días del accidente del avión, recibí muchos mensajes de amigos que me decían: qué bueno que estás participando, eso le da tranquilidad a la población», destacó el doctor Jorge González Pérez, director de Docencia Médica del Ministerio de Salud Pública.
Jorge González Pérez. Foto: Abel Rojas Barallobre.
«En el Instituto hay mucha gente buena y capaz, no creo que yo sea imprescindible, como tampoco creo que lo sea Rubiera, es quizá porque somos más conocidos o por la manera de explicar, de comunicar. En este hecho hay familiares de las víctimas que son extranjeros, que no me conocían y también han tenido una buena relación conmigo.
«Cuando me reúno con los familiares, lo más importante es la seguridad, la confianza. Es un proceso muy duro, por eso es necesario utilizar la palabra adecuada. Hay que entender que lo que para nosotros es algo habitual, para ellos es un hecho excepcional.
«En estos días, cuando llego a hablar con los familiares muchas veces estoy agotado, son muchas horas de trabajo, de esfuerzo. Sin embargo, cuando me dan las gracias, más allá de mi apoyo, me siento respaldado por ellos».
Jorge González es Doctor en Ciencias, especialista de II grado, Académico de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba y profesor titular. Y aunque ahora cumple otras funciones, se siente parte del Instituto, del cual fue director desde 1988 hasta 2001 y al cual regresa siempre que puede para asesorar y colaborar.
«Me siento útil cuando vengo aquí», aseguró el doctor, quien ha participado en más de 60 hechos de trascendencia para la Medicina Legal y masivos, como la Operación Tributo, mediante la cual se trajeron a nuestro país los restos de más de 2 000 cubanos fallecidos en misiones internacionalistas, y la identificación de los restos de Ernesto Che Guevara y sus compañeros de la guerrilla en Bolivia.
—¿Cómo caracterizaría la Medicina Legal cubana?
—Tenemos algunas diferencias con el resto del mundo. En casi todos los países los médicos legistas están asociados a la fiscalía o procuraduría y en otros casos a los tribunales. Nosotros somos los únicos en el continente que trabajamos para el sistema de Salud. También en otros lugares son militares. Aquí, aunque trabajamos con las Fuerzas Armadas, somos civiles.
«Hay también una tendencia foránea a la superespecialización. Aquí preferimos pedir colaboración a otros especialistas de diversas ramas de la Medicina aunque el peritaje lo hacemos nosotros, porque somos los que interpretamos y llevamos al lenguaje judicial las pruebas, para que las autoridades que administran justicia sepan lo que tienen que hacer.
«Los peritos son los que demuestran, analizan las evidencias, que pueden ser humanas o no. Además, vamos al lugar del hecho, realizamos lo que se denomina levantamiento del cadáver. Hay países como Alemania —donde yo estudié— en los que el médico legista espera el cadáver en la morgue. Nosotros, incluso, participamos en experimentos de instrucción y en la reconstrucción de los hechos. Todo eso nos permite hacer un mejor diagnóstico.
«En ese afán de especialización también hay países donde existe una división: los médicos legistas, que atienden a los vivos, y los especialistas en Tanatología, que son quienes trabajan con los muertos. Nosotros no hacemos esas diferencias», puntualizó.
Abiertos al mundo
El doctor Víctor Manuel Rodríguez Guevara preside la Sociedad Cubana de Medicina Legal, la cual integran unos 350 especialistas, no solo médicos sino también juristas y otras personas vinculadas con esa labor. «Hoy se estudia la especialidad en todo el país y tenemos estos servicios en todas las provincias, aunque el Instituto es el organismo rector de este trabajo a nivel nacional», puntualizó.
Víctor Manuel Rodríguez Guevara. Foto: Abel Rojas Barallobre.
Máster y especialista de II grado en Medicina Legal, Víctor Manuel es jefe de los laboratorios forenses del Instituto, y destaca que aunque cuentan con las tecnologías necesarias para realizar su labor, no han podido obtener un secuenciador de ácido desoxirribonucleico (ADN). «Tenemos el personal preparado para realizar las pruebas de paternidad, pero la prueba hay que hacerla en el Centro Nacional de Genética Médica. Esos instrumentos son de procedencia estadounidense, por lo tanto no hemos encontrado la forma de adquirirlo. A nosotros también nos daña el bloqueo», destacó.
Más adelante precisó que el Instituto se ha abierto al intercambio científico con muchos países y es miembro de la Sociedad Iberoamericana de Medicina Legal.
Por su parte el doctor Sergio Rabell Piera, director del Instituto, puntualizó que, además de la actividad científico-técnica que desarrollan cada día, el centro tiene en sus predios una fuente valiosísima de información histórica que se conserva en perfecto estado y están trabajando en el rescate de toda la historia de la Medicina Legal en el país.
Sergio Rabell Piera. Foto: Abel Rojas Barallobre.
«Brindamos un servicio de biblioteca, donde se pueden hacer búsquedas en soporte convencional o digital. Tenemos un museo que es una joya y estamos trabajando en el incremento de sus piezas, así como contamos con un archivo en el que aparecen las autopsias realizadas en el país desde 1880 hasta la fecha.
«Mucho de lo que se ha logrado se presentará en el Congreso Internacional de Medicina Legal, que se desarrollará en octubre, en el cual está confirmada la participación de múltiples especialistas y escuelas de la región».
El orden, la disciplina y la limpieza se palpan en el Instituto de Medicina Legal. No puedo decir que sea un lugar «agradable», pero tampoco causa ese temor o rechazo que inevitablemente sentimos los humanos cuando de la muerte se trata.
Caras amables, personas afables y respetuosas son quienes te reciben, aunque no sepan cuál es el motivo de la visita. Mejor es no tener que acudir, pero si llega ese momento, se puede llegar con la confianza de que habrá una mano, muy profesional y también sensible, para ayudarte, como ha ocurrido en estos días de tanta tristeza para nuestro pueblo.
Expertos norteamericanos elogian la Medicina Legal en Cuba
LA HABANA.— Susan Ballou, presidenta electa de la Academia Americana de Ciencias Forenses, ponderó la víspera, en esta capital, la labor que realiza Cuba y el nivel de sus profesionales en ese campo.
Según despacho de la Agencia Cubana de Noticias (ACN), la experta participó en un encuentro efectuado en el Hotel Nacional con especialistas del Instituto de Medicina Legal (IML) y otros afines de nuestro país, en el cual agradeció la hospitalidad brindada en esta, su primera visita, al frente de una treintena de miembros de la Academia.
Ballou, también directora del programa de Ciencias Forenses de la Oficina de Normas para la Aplicación de la ley, del Instituto Nacional de Normas y Tecnología, significó el encomiable quehacer que llevan a cabo los especialistas del IML, que presta sus servicios hace 60 años.
Además, reconoció la destreza de los profesionales, evidenciada en la identificación de las víctimas del accidente aéreo ocurrido el 18 de mayo en La Habana.
«Este encuentro abre las puertas de las ciencias forenses y estaría extremadamente encantada de continuar colaborando con Cuba», expresó.
En las ciencias forenses hemos visto que los países tienen formas diferentes de hacer los exámenes de los cadáveres y de sus procederes y esta es una oportunidad de aprender mutuamente, recalcó.
Mientras, el detective norteamericano Rodney Englert, en su intervención señaló: ustedes siempre andan en busca de la verdad y nunca se rinden, es un trabajo muy emocionante.
Otro reporte de la Agencia Prensa Latina da cuenta de que el director del Instituto de Medicina Legal de Cuba, Sergio Rabell, comunicó la víspera que ascendió a 101 el total de víctimas identificadas de la tragedia aérea.
Rabell dio a conocer los avances del equipo de expertos que trabaja en el reconocimiento de los cuerpos en el contexto del encuentro de especialistas forenses cubanos y estadounidenses.
En declaraciones a la televisión local, el doctor señaló que en el transcurso del fin de semana se espera avanzar en la identificación de los cuerpos restantes, todos cubanos.
Según los reportes, ayer se completó la de los 11 extranjeros que iban en el avión: seis tripulantes mexicanos, dos turistas argentinos y una mexicana, y dos saharauis residentes en Cuba.