En casa de la cenaguera Pilar María Montana en la cena junto a los carboneros. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 06:46 pm
A veces en sitios intrincados en las lomas. Otras, metido en la Ciénaga. En alguna que otra ocasión inaugurando sueños. En esas madrugadas que enlazan un año con otro, Fidel siempre anduvo haciendo de las suyas. Junto a carboneros, cerca de artistas, unido a los constructores, rodeado de periodistas... Siempre con el pueblo, eso no variaba. Desde que en 1959 Cuba llegó a la libertad, algo especial ocurrió con esa madrugada en la que se despide un año y se recibe otro: le salieron barbas.
Mientras ayer las casas cubanas olían a tradición y familia, y en el país se respiraba el aire apacible y satisfecho de otro enero en Revolución, hasta las conversaciones de muchos llegó otra vez Fidel.
Tal vez cientos de abuelos recordaron cómo vivieron aquel 1ro. de enero de 1959, los padres hablaron de las veces que oyeron al líder felicitar al pueblo por un año más de esfuerzo y compromiso, y los niños pidieron que les contasen más sobre el hombre que hizo posible una Cuba con Navidades libres desde hace casi 60 años.
Para el Comandante en Jefe la mayor felicidad de diciembre era estar junto al pueblo y conversar sobre los planes de los próximos 12 meses y el modo en el que se harían realidad. Si había Asamblea Nacional del Poder Popular, estaba allí. Y también solía discursar en las clausuras de importantes congresos de organizaciones de masas.
Y esta vez, como en cada último suspiro del almanaque, Fidel estará repartido por toda Cuba. Cada quien lo tendrá a su manera. Entre recuerdos de fin y principio de año… llegan los suyos.
24 de diciembre de 1958
Ese fin de año que también avizoraba el fin de la guerra, Fidel visitó la casona sobre horcones de caguairán donde había nacido hacía 32 años. Ya las fuerzas del Ejército Rebelde avanzaban victoriosas y, acompañado por Celia y una pequeña escolta, llegó a Birán para ver a su madre Lina.
Cuenta la escritora y periodista Katiuska Blanco en Todo el tiempo de los cedros que el abrazo fue inmenso y conversaron mucho.
Esa fue la única vez que el Comandante, por un motivo personal, dejó unas horas el territorio donde ocurrían los principales combates. Desde allí impartió varias órdenes.
En la casa se sentía la ausencia del padre, pues don Ángel falleció cuando Fidel estaba en México preparando la lucha. Los besos de Lina, sus hermanos, y los saludos de amigos del batey le regalaron horas hermosas.
Ese día visitó la escuela, el correo-telégrafo, la valla de gallos, el almacén y la casa de su abuela Dominga en Marcané. Relata Katiuska que cuando brindó naranjas a los vecinos y la tropa, una avalancha corrió hacia las matas y Lina se disgustó. Ella quería repartirlas, pero sin arrancarlas, cortándolas con unas tijeras para conservar el bosque de azahares, como velaba don Ángel que se hiciera.
Aquel día Fidel le dijo a su hermano Ramón: «La primera propiedad que va a pasar al Estado será esta». Rodeado de la familia, comió del pavo guardado 25 meses en el congelador de la casa. Después de la cena de Nochebuena y su discurso en el club de Marcané, los dos yips en que había llegado se perdieron en el camino de Birán para detenerse en los Mangos de Baraguá, donde experimentó «una de las sensaciones más emocionantes que puedan concebirse».
31 de diciembre de 1958
Fueron horas decisivas para el futuro de Cuba. Fidel, siempre viendo más allá del horizonte, dirigió las acciones en el campo de batalla y disolvió las conspiraciones políticas que atentaron contra la Revolución.
El último día de la guerra recibió un mensaje del general Eulogio Cantillo, jefe de operaciones militares de la dictadura en la provincia de Oriente, quien se hacía llamar representante de un supuesto movimiento de oficiales honestos y con quien había conversado el 28 de diciembre. Cuando los rebeldes se disponían a avanzar sobre la ciudad santiaguera, Cantillo pidió aplazarlo. Fidel no aceptó los términos de quien, luego se sabría, estaba en contacto con la Embajada norteamericana y despidió a Batista en el aeropuerto. Entonces ordenó que las tropas continuaran avanzando hacia Santiago. Ya era casi medianoche.
Primero de enero de 1959
De ese amanecer, el capitán Felipe Guerra Matos recuerda que, en Palma Soriano —ya liberado por el Ejército Rebelde— supo que Batista había huido del país. «Se formó una algarabía tremenda. Un grupo de rebeldes nos montamos en un carro y salimos para encontrarnos con Fidel. Él estaba redactando un comunicado que leyó en la estación de Radio Rebelde, donde decía: ¡Golpe de Estado, no! ¡Revolución, sí!
«Llamó a la huelga general y a que los comandantes siguieran combatiendo, pues se gestaba un golpe de Estado en la capital, y la Revolución no admitiría eso», cuenta en Todo el tiempo...
Las columnas 1, José Martí, 3, 9 y 10, bajo el mando de Fidel y el Comandante Juan Almeida, avanzaron sobre Santiago de Cuba. Raúl entró al Cuartel Moncada sin disparar un solo tiro. Así caía nuestra ciudad indómita en manos de los rebeldes y Cuba era libre.
«Cuando comenzamos a bajar aquellas lomas en larga fila, hacia Santiago junto al líder de la Revolución, se me agolpaban los recuerdos: los caídos… El hacer realidad nuestras aspiraciones de lucha, el legado martiano, sin dependencias ni ataduras…», recordó el capitán Juan Nuiry en artículo publicado en el diario Granma.
Esa noche, en el balcón del Ayuntamiento, en el Parque Céspedes, Fidel habló a todo el pueblo. «La Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros», dijo. Recordó que la República no fue libre en el 95 y el sueño de los mambises se frustró a última hora, que tampoco se realizó en el 33, pero que esa vez la Revolución tenía al pueblo entero.
24 de diciembre de 1959
Las primeras Navidades libres de Cuba Fidel las pasó junto a los carboneros de la Ciénaga de Zapata. Esa noche la casa del campesino Rogelio García lo recibió, y él, con la sencillez de los hombres grandes, se sentó a la mesa junto a los habitantes del pueblito de Soplillar. Las fotos de aquella velada muestran a Fidel probando cerdo asado en la cocina de la cenaguera Pilar María Montana y leyendo Revolución, pues las noticias motivaron un alto en la cena.
En otra instantánea aparece cargando al niño Jesús García, junto al director del Instituto Nacional de Reforma Agraria, el capitán Antonio Núñez Jiménez, y el ministro de Agricultura, comandante Pedro Miret Prieto. Otras fotos lo muestran al aire libre comiendo, conversando o escuchando a los poetas improvisadores.
31 de diciembre de 1959
«A Cuba pueden venir todos los hombres y mujeres del mundo sin discriminación», dijo esa noche en la cena organizada por el Instituto Nacional de la Industria Turística, en homenaje a la fraternidad de los pueblos, efectuada en el entonces hotel Habana Hilton, poco después renombrado como Habana Libre.
En la primera revista Bohemia del año 1960 se declara ese fin de año como las pascuas más felices de Cuba: «Estuvo a la vista y está en el recuerdo de los cubanos para siempre. Estas Navidades han sido las más fervorosas, las más espontáneas que se han celebrado en Cuba independiente». Varios artículos reflejan cómo los adornos de siempre se cambiaron por sombreros, machetes o pinturas de Fidel.
Primero de enero de 1960
A las nueve y diez minutos de la noche Fidel apareció en el andén número dos de la Estación Terminal para abordar el tren especial que llevaría a las milicias universitarias hasta Yara, como un entrenamiento de la brigada José Antonio Echeverría en la Sierra Maestra. Junto a Celia y otros compañeros se sumó a los 390 miembros de la aventura.
Así lo contó la revista Bohemia. Relató también que en el último vagón el líder se entregó a las preguntas de las muchachas. «Esto me recuerda cuando yo era estudiante, que también fui en excursión al Pico Turquino. Pero entonces fuimos sin fusil y ahora los estudiantes van armados por la Revolución», dijo. Cuando todos dormían, en el tren solo se escuchaba su voz conversando sobre las batallas. Y así fue hasta que llegó a Yara a las 11 de la mañana.
Allí mostró a los estudiantes las escuelas que ya funcionaban en Caney de las Mercedes. A los pies de la Sierra describió el combate de Las Mercedes y se echó al hombro su mochila de más de 70 libras de peso. Al otro amanecer emprendió la subida hacia Minas del Frío, donde demostró su excelente puntería.
Después siguieron rumbo a La Plata, y en ese empinado andar se le escuchó cantar a Fidel bastante desafinado y casi recitando con voz ronca. Él andaba bien, Celia parecía no sentir el viaje, y así llegaron a La Plata. Aquel 7 de enero, tras cinco jornadas de marcha en la montaña, clavaron la bandera cubana en el pico más alto de Cuba.
31 de diciembre de 1960
La Revolución celebraba su segundo cumpleaños y en Ciudad Libertad se alzaba la voz de Fidel. «Para los hombres que hace dos años vimos culminar una etapa de lucha para comenzar una etapa de trabajo, es realmente emocionante podernos reunir aquí, esta noche, con 10 000 maestros, y esperar el Año de la Educación.
«Este pueblo, que ha trazado su destino y lo llevará adelante, no se inmuta, ni se asusta, ni siquiera renuncia a su alegría, y ríe; ni siquiera abandona su tradicional emoción, más grande, por cuanto el nuevo año es también un nuevo año de la Revolución», dijo entre aplausos.
31 de diciembre de 1987
Llegó al campamento del contingente Blas Roca Calderío a las 9 y 56 de la noche para festejar el aniversario 29 del triunfo de la Revolución y el advenimiento de un nuevo año. Esa tarde había inaugurado varios círculos infantiles en la capital. La colega de Juventud Rebelde Margarita Barrios estuvo en ese recorrido que comenzó desde las siete de la noche.
«Sacaba a la gente del paso con tantas interrogantes... hasta lo más ínfimo. Ese día preguntaba por cada salón que si estaban previstas las rejas para las ventanas, que había que tener cuidado con la salud de los niños». Rememora que, aunque su personalidad era muy impactante, cuando comenzaba a hablar tan familiarmente, todo el mundo se relajaba.
«¡Aquello fue 31 y pa’lante! Casi amanecimos. A las 12 se cantó el Himno Nacional. Llegó un cake y había ambiente festivo», cuenta.
En el campamento del Contingente Blas Roca en 1987. Foto: Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado
31 de diciembre de 1989
«Nuestra sociedad se ocupa del ser humano desde antes de nacer hasta el último segundo de su vida. Y todo lo que hacemos es por eso y para eso, y creo que cada vez lo sabremos hacer mejor. En nombre de las esperanzas del futuro, de lo que haremos hoy y haremos mañana, los felicito a todos».
Con esas palabras reseñadas por el diario Granma despidió Fidel el año 31 de la Revolución. El último día de 1989, cerca de las ocho de la noche, inauguró oficialmente 15 escuelas especiales, como cierre de un programa de 24 centros educacionales previsto y cumplido en dos años y medio. Una jornada antes finalizó 11 policlínicos para completar los 20 programados.
El 29 había puesto en marcha cinco plantas con varias líneas de bloques, mosaicos, ladrillos y pintura cementosa. Así lo reseñó la periodista Susana Lee y destacó que estos periplos fueron casi reuniones de trabajo andantes, en las que el Comandante no cesaba de preguntar dudas y escuchar sugerencias.
Momentos especiales fueron su encuentro con abuelos del policlínico Carlos Manuel Portuondo Lambert (quienes cantaron una canción para él) y su conversación, sentado en un columpio, con niños de la escuela especial Flor de la Revolución. Allí los pequeños hicieron una demostración de juegos correctivos para sus deficiencias visuales.
Primero de enero de 1999
Aquella mañana Fidel se dirigió al pueblo desde el balcón del Ayuntamiento, en el Parque Céspedes de Santiago de Cuba, igual que lo había hecho 40 años atrás. Confesó entonces que percibía otra vez las mismas impresiones, como si todo estuviese ocurriendo en ese mismo instante.
Siempre pensando en los jóvenes, les recomendó «leer y releer las hermosas narraciones contenidas en los Pasajes de la guerra revolucionaria escritos por el Che».
«Aún hoy, para las generaciones más nuevas, la Revolución apenas comienza. Un día como este no tendría sentido si no se habla para ellas. (...) El que así se expresa desde esta tribuna tampoco es exactamente el mismo hombre de aquel día. Es solo alguien mucho menos joven, que se llama igual, que viste igual, que piensa igual, que sueña igual».
Ese día, en multitudinario acto en Santiago de Cuba, tres grandes hombres de las artes del mundo acompañaron al líder de la Revolución. Según JR, el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez confesó que había venido a Santiago por los 25 años de la Revolución y ahora llegaba otra vez. «Estos 40 años son inseparables de Fidel», afirmó.
El reconocido escritor José Saramago, también premiado con el Nobel, admitió: «No sé qué es lo que ha pasado aquí hoy que se ha creado una especie de atmósfera mágica por el análisis verdaderamente extraordinario que él ha hecho de la situación mundial. Pero sobre todo el coraje de poner los puntos sobre las íes (…)».
Oswaldo Guayasamín, pintor y escultor ecuatoriano, resaltó que era el discurso más sólido que le había escuchado a Fidel, quien, más que un amigo, era casi algo familiar. «Fidel es un volcán en permanente ebullición», dijo a nuestro diario.
31 de diciembre de 2001
Ese día Fidel recibió en el Aeropuerto Internacional José Martí a las madres de los Cinco Héroes, cuando ellas regresaron de Estados Unidos. Las últimas horas de 2001 y las primeras de 2002 las celebraría con estas inmensas mujeres en la Universidad de La Habana.
Para aquel festejo, el fotógrafo Juvenal Balán recibió, como otros colegas, una invitación que exigía, según las normas de protocolo, que los hombres debían ir de traje y las mujeres con ropa de gala.
Vestidos de acuerdo con el requerimiento, todos esperaban a Fidel, pero el Comandante «no llegó de verde olivo, lo que nos sorprendió a todos. Quien llamaba nuestra atención era un Fidel muy juvenil, con zapatillas, jeans, pulóver y una chaqueta deportiva», cuenta Juvenal.
Al dar la bienvenida, el líder de la Revolución saludó personalmente a cada una y les obsequió una flor. Comenta el fotorreportero que Raúl llegó después, pero estuvo poco tiempo, pues debía visitar otros sitios. Cuando los relojes marcaron las 12, luego de abrazos y felicitaciones por el aniversario 43 de la Revolución, las notas del Himno Nacional se escucharon junto a exclamaciones a favor de la Revolución y Fidel.
Las horas de la madrugada pasaron veloces y estaban allí todavía. En casa, la familia de Juvenal lo esperaba. Pero él sabía que estaba «viviendo una noche histórica», asegura, y recuerda que el Comandante dialogó muchísimo con los artistas.
«Era un ambiente tan familiar, tan especial, que, cuando nos dimos cuenta, eran casi las seis de la mañana. Él podía estar en cualquier lugar, pero siempre cercano a la gente. Si se estaban reparando las escuelas, de madrugada, cuando nadie lo esperaba, hacía un recorrido. Conversaba con el constructor, con quien pintaba o echaba mezcla. Cogía una pala y echaba cemento. Solo con su presencia se redoblaba el esfuerzo».
Quien acompañó al líder en varios fines de año, rememora que no fueron pocas las ocasiones en que Fidel llegó a un central azucarero en plena zafra. «Los trabajadores del turno de siete de la noche a dos de la madrugada, a la hora exacta de la llegada del año nuevo, estaban allí, con el olor a melaza, azúcar y guarapo. Cuando menos lo imaginaban, se les aparecía Fidel».
31 de diciembre de 2003
También el líder guardaba espacio en esta época del año para los compromisos internacionales. En esta fecha arribó a la base aérea de Brasilia para asistir a la toma de posesión de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente de Brasil. Se encontró con el escritor y teólogo brasileño Frei Betto y con miembros de la familia de este en el Hotel Naum.
31 de diciembre de 2005
Una de las personas que más ha querido a Fidel, el mandatario boliviano Evo Morales, se reunió con el Comandante y un grupo de estudiantes de ese país. En la cita acontecida en el Palacio de Convenciones de La Habana, ambos presidentes firmaron un acuerdo para formar en la Isla a cinco mil médicos bolivianos, además de los que ya cursaban estudios en nuestro país. Ese día también se acordó ampliar la colaboración entre ambas naciones en materia de salud oftalmológica e intercambios académicos, científicos y culturales.
Disfrutando de la conversación con el mandatario boliviano Evo Morales, en el Palacio de Convenciones en 2005. Foto: Archivo de JR
31 de diciembre de 2007
Uno de sus últimos mensajes al pueblo en esta época del año en que se esperaban sus palabras, fue: «Si tengo el raro privilegio de dirigirme de nuevo a ustedes es porque vieron en este compatriota una persona que siempre les dijo la verdad. No es mérito ser honrado sino deber sagrado. En el transcurso de la madrugada habrá quedado atrás el año 49 de la Revolución y entraremos de lleno en el año 50, que simbolizará el medio siglo de resistencia heroica.
«Proclamemos al mundo con orgullo este récord que nos hace acreedores al más justo de los reclamos: que se respete el derecho a la vida y a la sana alegría de nuestra Patria. Por ese derecho lucharemos hasta la muerte. Para los cubanos, hace más de un siglo, Martí lo proclamó: “¡Patria es humanidad!”».
*Todos los fragmentos de los discursos fueron tomados del sitio www.gob.cu