El dolor de Barbados. Autor: Adán Iglesias Publicado: 21/09/2017 | 06:39 pm
Eran sus ojos rasgados
hechos con vidrios de cielo,
y dos guerreros ariscos
se volvían sobre el ruedo
de los rostros que se ocultan
y las espadas de acero.
Con 22 primaveras
en la esgrima floreciendo,
Nancy avanza, se estremece
y extiende el brazo ligero
en un ataque impasible
cuando su florete inmenso,
igual que un rayo de luz
se estrella en el otro pecho,
y le deja una medalla
que es como un sol en el cuello.
Feliz por esa victoria
en un país extranjero
y las inquietudes suaves
de quien le crecía dentro,
y desde hacía dos meses
le volvió una cuna el pecho,
la muchacha revisó
una vez más su boleto,
y en un avión de Cubana
embarcó todos sus sueños
de tetes y de pañales,
compotas, cuna y muñecos,
un seis de octubre que ahora
es un grito de silencio.
Hasta ese que parecía
un viaje de risas lleno,
subieron también las sombras
de hombres de espíritu enfermo,
que tienen ojos feroces,
aciagos, fríos y negros,
y apagaron con dos bombas
a aquellos mismos, aquellos
que eran guerreros ariscos
hechos con vidrios de cielo.
Luego de ocho minutos
hasta las nubes subiendo,
el CU-455
con 73 anhelos,
igual que un pájaro herido
se estremeció con mareos,
por un flechazo cobarde
que fue un lamento del hierro.
Heridas, pánico, gritos,
humo, rostros descompuestos,
intentos por respirar
entre los puños del fuego,
quemaduras hasta el alma,
y en las nubes, el infierno.
Segundos que fueron años,
sollozo de minuteros,
tristeza que se dilata,
Nancy, aferrada a su asiento,
las dos manos en el vientre
los dos labios de tos llenos,
alguien a su lado empieza
a rezar un Padre Nuestro.
Liberó su cinturón,
caminó pasos inciertos,
sintió miedo y sintió frío
estando en un horno yermo,
y pensó en el pedacito
de luz que llevaba dentro,
en el camino a su casa,
la voz de su padre tierno,
los retratos de su boda,
la madre que estaba lejos,
y el esposo que esperaba
para llenarla de besos.
Indolentes, sanguinarios,
como verdugos a sueldo
pasaron cinco minutos
que parecieron eternos,
Hasta que otra bomba
en el baño de pasajeros
subió al pájaro entre llamas
otros angustiosos metros,
para dejarlo caer
cargado de tantos sueños,
de esposos, padres e hijos,
madres, amigos y abuelos,
como una estrella en el mar,
moribunda y sin remedio…
Y aunque han pasado los años
el dolor, un lobo fiero,
sobre la carne del llanto
sigue mordiendo y mordiendo.
Crimen que no se ha olvidado,
justicia que pide un pueblo,
familias que aún sollozan
sobre fotos y recuerdos.
Pero los padres de Nancy,
como dos huérfanos viejos,
la acarician desde un cuadro
como arreglándole el pelo,
y la miran otra vez
alzar su brazo ligero,
y a su espada hecha de luz
estrellar en otro cuerpo,
y la contemplan feliz,
sobre el podio sonriendo,
brillando desde unos ojos
que son dos vidrios de cielo,
cuando ella le puso a Cuba
otra medalla en el pecho.