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Por buscar siempre algo nuevo

Jóvenes investigan, experimentan y contribuyen a los logros del Centro de Biopreparados (Biocen), único de su tipo en el país

Autor:

Yunet López Ricardo

Bejucal, Mayabeque.— Desde su fundación en 1992, el Centro Nacional de Biopreparados (Biocen) apuesta por la fabricación de productos biofarmacéuticos, labor que incluye el estudio y desarrollo en varias líneas de esa esfera.

Alrededor de diez jóvenes investigadores trabajan en este complejo científico-industrial, que cuenta con instalaciones industriales para la producción de proteínas naturales o recombinantes, antianémicos de origen natural, medios de cultivo microbiológicos, vacunas y biofármacos, así como el desarrollo de extractos alergénicos estandarizados para el diagnóstico específico de la alergia respiratoria.

Sobre este último tema, Roxana Samalea Díaz habla con soltura, es máster en Ciencia y Tecnología de los procesos biotecnológicos, y hace seis años labora en la Planta de Investigaciones sobre Alergénicos.

«Aquí estudiamos fundamentalmente los ácaros, pequeños microorganismos que viven en el polvo, compuesto principalmente por descamaciones de la piel. Por ejemplo, cuando sacudimos en la casa, minúsculas fracciones del cuerpo de estos seres o sus heces fecales se elevan, entonces el humano los aspira y se producen reacciones alérgicas. Nosotros hacemos vacunas contra los ácaros del polvo doméstico y también investigamos los alergénicos de alimentos.

«Precisamente ahora estamos enfrascados en la obtención de algunos extractos para combatir alergias a alimentos como soya, maní o camarón; también en la vacuna Prolinem-DS para tratar la alergia que produce el ácaro Dermatophagoides Siboney; aunque está aún en fase experimental con sus adelantos he obtenido ya varios reconocimientos, recientemente en el Evento Mundial de Alergia celebrado en Brasil y también en el XIII Congreso Centroamericano y del Caribe de Alergia, Asma e Inmunología Clínica, realizado en Panamá durante agosto pasado», comenta.

A esta joven de 28 años, amante de la biología, la investigación la ha cautivado siempre. De la mano de su padre, ingeniero metalúrgico, entró por primera vez a un laboratorio.

«Desde niña visitaba el trabajo de papá y llamaban mi atención los frasquitos de diferentes tamaños, las herramientas que estaban allí, encontraba fascinante ese mundo y seguí sus pasos, pues hoy también yo vivo para la ciencia. Me gradué en 2008 en la especialidad de Ciencias Farmacéuticas y me ha ido muy bien aquí, pues soy de 10 de Octubre».

—¿Una habanera trabajando en Mayabeque?

—A mí habían llegado excelentes referencias de este centro y al graduarme, debido a mis resultados, tuve la oportunidad de escoger dónde quería laborar; entonces elegí Biocen. La distancia para mí no es un problema, pues el ómnibus del trabajo me lleva y trae; son aproximadamente 50 minutos de viaje.

«Los más jóvenes del laboratorio aportamos siempre nuestro espíritu optimista y alegre. Siempre tenemos ganas de hacer, descubrir, y esa energía se respira y contagia a todos».

—Seguramente aprecias ciertas cuestiones del trabajo que realizas que te ha permitido enamorarte de la gestión científica...

—Me gusta saber que ando buscando algo nuevo. Yo laboro en la investigación para obtener la vacuna para el ácaro Dermatophagoides Siboney. La que está aprobada en el cuadro básico de medicamentos requiere una terapia de dos a tres años y es necesario hacer alrededor de 50 inmunizaciones, pero en la que actualmente trabajamos, con ese mismo fin, se requeriría solo tres semanas de tratamiento y tres inmunizaciones.

«La Prolinem-DS está en fase experimental, pero cuando se obtenga tendrá muy buena aceptación por los pacientes, permite mejor cumplimiento de la terapia. Está en fase dos de la investigación. Hace aproximadamente nueve años que trabajamos en ella. Aún falta que pase por dos fases más».

Ante el campo inmenso de una muestra

En Biocen existen tres áreas de investigación, una destinada a vacunas alergénicas, otra a reconstituyentes como el Trofín y una tercera dedicada al desarrollo de medios de cultivo. En esta última trabaja Yudisleydis López Ricardo, una joven de 26 años, licenciada en Biología.

Yudisleydis trabaja con los medios de cultivo, los cuales se utilizan para el diagnóstico de microorganismos, tantos en muestras clínicas como alimentos o agua. Foto: Cristian Domínguez

Siempre pensó ser bióloga de campo, de esas que andan por las cuevas tras murciélagos, pero la vida la condujo hasta un lugar donde no tropieza con árboles ni encuentra nuevas especies de aves, pero descubre un laboratorio que le enseña a amar la microbiología.

«Hoy me alegro de estar aquí, me siento feliz con lo que hago, el salario es muy bueno y estoy satisfecha con mis resultados. Ya hice mi servicio social, comencé como reserva científica y ahora soy aspirante a investigadora. Aquí tenemos a la mano los recursos, equipos, reactivos, ello facilita nuestra labor. Trabajo con los medios de cultivo, los cuales se utilizan para el diagnóstico de microorganismos, tanto en muestras clínicas como alimentos o agua.

«Los principales logros de esta área radican en que, desde la fundación del Centro, se han introducido numerosos medios de cultivo para la detección de bacterias.

«Recientemente, uno de los de mayor impacto fue el HemoCen Aerobio, un medio utilizado para detectar bacteremias en sangre, el cual tiene un alto valor agregado, ha dado muy buenos resultados en el centro y será de gran utilidad en la red de hospitales cubanos. Ya lo estamos produciendo en altas cantidades, aún no llega a todo el país, pero algunos lugares ya lo utilizan.

La labor de Biocen trasciende por su altísima relevancia social. «En el centro nos aseguramos de que cuando alguna persona llegue a un hospital y necesite hacerse un exudado, un urocultivo u otra prueba para definir cuál es el microorganismo que le está produciendo infección, estén ahí los medios de cultivo para poder identificarlo. Ese es nuestro trabajo», asegura Yudisleydis.

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