En el podio John Kerry con sus palabras inaugurales. Autor: Cubadebate Publicado: 21/09/2017 | 06:16 pm
Palabras de John Kerry, Secretario de Estado del Gobierno de Estados Unidos, en la reapertura de la embajada norteamericana en La Habana, el 14 de agosto de 2015.
(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)
Por favor, tomen asiento. Muchas, muchas gracias.
Lamento que se nos ha hecho un poquitín tarde en el día de hoy; pero, ¡qué maravilla estar aquí!
Les agradezco que hayan dejado mi transporte aquí afuera (señala), me encanta.
Distinguidos miembros de la delegación cubana;
Josefina, muchas gracias por su liderazgo y por el trabajo que ha desempeñado su delegación;
Excelencias del cuerpo diplomático;
Mis colegas de Washington presentes y pasados;
Embajador DeLaurentis y todo el personal de la embajada;
Amigos que nos observan de todo el mundo:
Muchas gracias por estar con nosotros en este momento verdaderamente histórico, mientras nos preparamos a izar la bandera de Estados Unidos en nuestra embajada en La Habana, símbolo del restablecimiento de las relaciones diplomáticas después de 54 años.
También es la primera vez que un Secretario de Estado de Estados Unidos ha visitado Cuba desde 1945 (Aplausos).
Esta mañana me siento en casa y agradezco a aquellos que han venido aquí a compartir en esta ceremonia, incluso los que están afuera de nuestras rejas. Me siento en casa porque en realidad se trata de una ocasión memorable.
Es un día para olvidar y dejar a un lado viejas barreras y explorar nuevas posibilidades. Y es en ese espíritu que les digo, a nombre de mi país: Estados Unidos acoge con beneplácito este nuevo comienzo de su relación con el pueblo y el gobierno de Cuba.
Sabemos que el camino hacia unas relaciones plenamente normales es largo, pero es precisamente por ello que tenemos que empezar en este mismo instante. No hay nada que temer, ya que serán muchos los beneficios de los que gozaremos cuando permitamos a nuestros ciudadanos conocerse mejor, visitarse con más frecuencia, realizar negocios de forma habitual, intercambiar ideas y aprender los unos de los otros.
Amigos, estamos aquí reunidos el día de hoy ya que nuestros líderes, el presidente Obama y el presidente Castro, tomaron una valiente decisión: dejar de ser prisioneros de la historia y enfocar las oportunidades del hoy y del mañana.
Esto no significa que debamos olvidar el pasado, ¿cómo podríamos hacerlo después de todo? Por lo menos para mi generación las imágenes son indelebles.
En 1959 Fidel Castro vino a Estados Unidos y fue saludado por multitudes entusiastas, regresó al año siguiente para la Asamblea General de la ONU y fue abrazado por el premier soviético Nikita Jruschov.
En 1961 la tragedia de la Bahía de Cochinos se desenlazó, el presidente Kennedy aceptó la responsabilidad, y en octubre de 1962 surgió la Crisis de los Misiles, 13 días que nos llevaron al umbral de una guerra nuclear.
Yo era estudiante y aún puedo recordar los rostros tensos de nuestros líderes, los mapas preocupantes que mostraban las naves, los buques que se acercaban. Y esa palabra tan extraña: cuarentena. Nos sentíamos inciertos sobre el futuro, porque no sabíamos cuando cerráramos los ojos de noche qué encontraríamos al despertar.
En ese entorno, congelados los vínculos diplomáticos entre Washington y esta capital, se veían bajo tensión, llevados a un extremo de tensión para ser cortados.
A finales del sesenta el embajador estadounidense se fue de La Habana; en enero Cuba pidió que se cortara nuestra misión diplomática y el presidente Eisenhower decidió que tenía que cerrar en ese punto la embajada.
La mayor parte del personal de Estados Unidos partió rápidamente, pero algunos permanecieron aquí para dar las llaves a nuestros colegas suizos, quienes servirían diligentemente y honorablemente como nuestro poder protector durante más de 50 años. Acabo de hablar con el Ministro de Asuntos Exteriores de Suiza y siempre les agradeceremos de todo corazón el trabajo que hicieron (Aplausos).
Entre aquellos que permanecieron en la Embajada estaban tres infantes de marina: Larry Morris, Mike East y James Tracy, ellos salieron y se encontraron frente a una multitud entre ellos y el palo de la bandera, había mucha tensión, nadie se sentía seguro; pero estos infantes de marina tenían una misión y poco a poco la multitud se fue separando para que pudieran acercarse. Bajaron la bandera, la doblaron y regresaron al edificio. Larry, Mike y James habían hecho su trabajo, pero también hicieron una profunda promesa, que regresarían a La Habana para izar la bandera una vez más (Aplausos).
En aquel entonces nadie habría podido adivinar cuán distante sería ese día. Durante más de medio siglo las relaciones estadounidenses cubanas han estado suspendidas en el ámbito de la política de la guerra fría, interinamente toda una generación de norteamericanos y cubanos han crecido y han envejecido; Estados Unidos ha tenido 10 nuevos presidentes; en la Alemania unida, el recuerdo del Muro de Berlín se desvanece y liberados de las esposas soviéticas; Europa Central es una democracia próspera.
La semana pasada estuve en Hanoi para recordar el XX aniversario de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Viet Nam. Piénsenlo, una larga y terrible guerra que infligió cicatrices indelebles sobre el cuerpo y la mente, después de dos décadas de sanamiento mutuo, seguido por dos décadas de contactos diplomáticos y comerciales. En este período Viet Nam ha evolucionado en un país dinámico, un país que había estado lacerado, es ahora un país dinámico, con una economía creciente.
Mientras tanto, durante esa reconciliación y normalización, las relaciones cubano-norteamericanas permanecieron encerradas en el pasado.
Mientras tanto, nuevas tecnologías permitieron a la gente beneficiarse de proyectos compartidos a lo largo de vastos recorridos. Uno no necesita un localizador satelital para darse cuenta de que el aislamiento mutuo y la separación de Estados Unidos y Cuba no era el camino correcto, y que ha llegado el momento de ir emprendiendo una dirección más prometedora. En Estados Unidos eso significa reconocer que la política de Estados Unidos no será el yunque sobre el cual se forjará el futuro cubano. Décadas de buenas intenciones dejadas a un lado, las políticas del pasado no han llevado a una transición democrática en Cuba. No sería realista el poder normalizar relaciones a corto plazo para tener un impacto transformativo. Después de todo, el futuro de Cuba es para que sea moldeado por los cubanos, la responsabilidad por la naturaleza y calidad del gobierno y la rendición de cuentas está como debería de ser, no con una entidad extranjera o externa, pero exclusivamente con los ciudadanos de este país.
Los líderes de La Habana y el pueblo cubano saben que Estados Unidos siempre será campeón y paladín de principios democráticos y reformas, como muchos otros gobiernos, dentro y fuera de este hemisferio. Seguiremos instando al gobierno cubano para que cumpla con sus obligaciones bajo los convenios de la ONU y los convenios de derechos humanos interamericanos, obligaciones compartidas por Estados Unidos y otros países de América.
De hecho, estamos convencidos de que el pueblo de Cuba sería servido mejor con una democracia genuina, para poder expresar sus ideas, escoger a sus líderes, practicar su credo, donde el compromiso hacia la justicia social y económica se realizan más plenamente, con instituciones que deben dar respuesta a los que sirven, y que la sociedad civil independiente pueda florecer.
Quiero ser claro, el establecimiento de relaciones diplomáticas normales no es un favor que hace un gobierno a otro, es algo que dos países hacen juntos cuando los ciudadanos de ambos se beneficien, en este caso la reapertura de nuestras embajadas es importante bajo dos niveles: de persona a persona, y de gobierno a gobierno.
Ante todo, nosotros creemos que sería útil para el pueblo de nuestras naciones saber más los unos de los otros, conocerse, encontrarse, por eso nos alienta que los viajes de los estadounidenses a Cuba ya han aumentado en un 35% desde enero, y siguen creciendo. También nos alienta que más y más empresas norteamericanas están explorando iniciativas comerciales para crear oportunidades en un número creciente de emprendedores cubanos, y también nos alienta que las empresas norteamericanas quieren ayudar a Cuba a aumentar su base de telecomunicaciones de Internet y que el gobierno, recientemente, prometió que crearía decenas de nuevos puntos Wi-Fi.
Josefina Vidal Ferreiro, directora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (izquierda), y Roberta Jacobson, secretaria de Estado adjunta para los Asuntos del Hemisferio Occidental, (derecha), jefas de las delegaciones de sus respectivos países en las rondas de conversaciones Cuba-EE.UU., junto al Secretario de Estado norteamericano. Fotos: Ismael Francisco
También queremos reconocer el papel especial de la comunidad cubano-norteamericana en el establecimiento de una nueva relación entre nuestros dos países. De hecho, tenemos con nosotros a representantes de esa comunidad, algunos de ellos nacieron aquí y otros que nacieron en Estados Unidos, con sus fuertes lazos de cultura y familia, ellos pueden contribuir hacia el espíritu de cooperación bilateral y progreso que queremos crear, tal y como han contribuido mucho para con sus comunidades y su tierra de adopción.
El restablecimiento de vínculos diplomáticos hará que sea más fácil que nuestros gobiernos se comuniquen mayormente, después de todo somos vecinos y los vecinos siempre tienen mucho de qué hablar: en las áreas de aviación civil, política de emigración, preparación ante desastres, protección marina, el medio ambiente y el cambio climático, y temas complejos. El tener relaciones normales hará que sea más fácil hablar y el hablar puede profundizar la comprensión de muchas cosas; incluso, el hecho de que no estaremos siempre de acuerdo.
Todos sabemos que pese a la nueva política del presidente Obama, el bloqueo general, comercial con Cuba permanece en pie y tan solo puede ser retirado por acción del Congreso, un paso que nosotros favorecemos con gran fuerza (Aplausos).
Por ahora el Presidente ha tomado pasos para reducir las restricciones sobre las remesas, exportaciones e importaciones para ayudar a los emprendedores cubanos en el ámbito de telecomunicaciones, viajes de familias, pero queremos hacer aún más. La meta de todos estos cambios es la de ayudar a los cubanos a conectarse con el mundo y mejorar sus vidas, y así como lo hacemos de nuestra parte, instamos al gobierno cubano a que sea más fácil para que aquellos ciudadanos que quieran puedan iniciar sus negocios, emprender iniciativas de comercio y acceder a información.
El bloqueo es un camino de dos vías, ambas partes deben eliminar las restricciones que han puesto escollos ante los cubanos.
Antes de cerrar quiero, sinceramente, dar las gracias a los líderes de las Américas que durante mucho tiempo han instado a Estados Unidos y a Cuba para que restablezcan lazos normales.
Quiero dar las gracias al Santo Padre, al Papa Francisco, al Vaticano por haber apoyado el inicio de un nuevo capítulo en las relaciones entre nuestros países, y creo que no sea un accidente que el Santo Padre estará aquí, después irá a Washington.
Aplaudo al presidente Obama y al presidente Castro por haber tenido el coraje y el valor de unirnos ante una oposición considerable.
Doy las gracias a la secretaria de Estado adjunta, Roberta Jacobson y a su equipo, a nuestras contrapartes en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Cuba, el Jefe de Misión, el embajador Jeffrey DeLaurentis y todo el trabajo que ha llevado a esta vía.
Gracias también a nuestro maravilloso personal. Si creen ustedes que han estado ocupados en estos meses, prepárense, porque habrá aún más trabajo.
Sobre todo quiero rendir tributo al pueblo de Cuba, a la comunidad cubano-americana de Estados Unidos.
José Martí una vez dijo que todo lo que divide a los hombres es un pecado contra la humanidad. Claramente los eventos del pasado, las palabras fuertes, las acciones provocativas, represalias, las tragedias humanas, todas han sido una fuente de divisiones profundas que han disminuido nuestra humanidad común. Ha habido demasiados días de sacrificios y de dolor, demasiadas décadas de sospecha y de temor, y es por eso que me siento alentado por tantas personas de ambas partes de este Estrecho que, por vínculos familiares o por un simple deseo de sustituir el enojo, la rabia por algo más productivo, se han adherido a esta búsqueda de algo mejor.
Hemos emprendido este camino sin ninguna ilusión de que vaya a ser fácil, pero todos confiamos en nuestras intenciones, confiamos en los contactos que hemos establecido y complacidos por la amistad que hemos empezado a forjar.
Estamos seguros de que este es el momento de acercarnos como dos pueblos que ya no son enemigos ni rivales, sino vecinos. Es el momento de desplegar nuestras banderas, enarbolarlas, hacerle saber al resto del mundo que nos deseamos lo mejor los unos a los otros.
Y es con esta misión que me dirijo a Larry Morris, Mike East y James Tracy. Hace 54 años ustedes, caballeros, prometieron que regresarían y que enarbolarían la bandera de Estados Unidos que fue bajada ese día de enero, hace tanto tiempo. En el día de hoy los invito, a nombre del presidente Obama y del pueblo norteamericano, a cumplir con esa promesa presentando la bandera, para que sea enarbolada, a nuestro Destacamento Militar.
Larry, East y James, ahora pueden ustedes cumplir con las palabras que rendirían a cualquier diplomático orgulloso, tal y como lo harían para cualquier infante de marina: ¡Promesa hecha, promesa mantenida!
Gracias (Aplausos).