Algunos caminos pueden volverse más difíciles que otros. Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 21/09/2017 | 05:40 pm
Las frases siempre son las mismas: ¡Hay que estar locos! ¿Cómo habrán podido? ¿No se cansaron? ¿Cómo dejaron atrás sus vidas?... Cuando alguien conoce la hazaña de los caminantes que salieron el 21 de julio de la Punta de Maisí y este 7 de octubre llegaron por fin al Cabo de San Antonio, es grande la admiración y el asombro.
Pero para Lili, Mori, Rey, Alex y Jesús no es más que un sueño convertido en realidad. Con su sencillez despreocupada y a la vez atenta a esos detalles que construirán otro mundo mejor, nos enseñan la manera única que tienen los jóvenes de demostrar haciendo.
Sus vidas han cambiado. Más allá de los niños que los hacían llorar en cada pueblo (sobre todo a Alex, que es el más sentimental, según cuentan), la II Expedición Ruta de Cuba Por el Camino de las Cien Ceibas llegó a todos para mostrar una nueva realidad, muchos recuerdos que no pueden ponerse en palabras y esa sensación de haberlo vivido todo.
La única mujer en la ruta
Liliana Batista Columbié tiene 30 años y es abogada de la Oficina del Historiador. Ha sido la única mujer que ha completado esta ruta. Junto a su esposo Luis Enrique Isaac Blanco (Mori) se convierten también en el primer matrimonio que atraviesa la Isla a pie.
Hace siete años ella tenía dentro el deseo: demostrar que podía hacerlo. Pero no sería por gusto, sino por una gran causa. Y esa fue el aniversario 160 del natalicio de José Martí y el homenaje a hombres que lo merecen.
«No sé si hay que estar loco, pero hay que tener ganas y fuerza de voluntad. También apoyo. De cada escuela salían niños espontáneamente a cantarnos o leernos poemas compuestos por ellos», recuerda. Los niños interrogaron por todo: si tenían piojos, si se bañaban, dónde comían y dormían... Pero cuenta Lili que nunca les importó dedicarles tiempo a ellos.
Más fortaleza física y el contacto directo con la historia y la geografía del país son el resultado de estos días. Los relatos de cada historiador local dijeron más que cualquier libro. Y ahora Liliana sabe que pudo demostrar que la mujer es capaz de estar en primera fila.
También agradece la solidaridad de la UJC, el PCC, la Sociedad Cultural José Martí, el Consejo de Jóvenes Plaza Martiana y el Movimiento Juvenil Martiano. «Sobre todo al pueblo, que nos llama aún desde el Oriente de la Isla».
Entre las situaciones difíciles que recuerda la muchacha está la noche en Altagracia (Santiago de Cuba), cuando, cerca de la madrugada, caminaron más de nueve kilómetros por un fango que llegaba hasta las rodillas.
Los recuerdos que atesoran son muchos. Dentro de estos: la puesta de sol en el Cabo de San Antonio; la belleza natural de Playita de Cajobabo; el baño entre el río Cauto y el Contramaestre; y llegar hasta el lugar donde cayó Martí el día en que se conmemoraban 118 años de que Gómez lo visitara y dijera que todo cubano debía poner una piedra para formar un gran monumento. Ese día los caminantes colocaron la suya.
Luis Enrique tiene 44 años y es restaurador. Alerta sobre algo que alarmó a todos. «Aunque en la Ruta Martiana (de Guantánamo a Playitas de Cajobabo) encontramos los monumentos conservados, en la Ruta de la Invasión no fue así. Hay que hacer un esfuerzo por darles más mantenimiento a los monumentos, convoca.
No olvida agradecer a las personas de Camagüey por acompañarlos con su atención durante todo el recorrido por esa provincia y hacer la expedición como suya. Lleva también consigo el «calor» de los pinareños.
Amor cuerdo no es amor
La frase guevariana la citó Alex Nistal Daisson en nuestra conversación. Quizá recordando esos días en que decidió dejarlo todo (como en las novelas románticas) y ser parte de los aventureros que harían historia. Ahora volverá a buscar trabajo, porque en el anterior no entendieron la ausencia de 80 días por esa idea loca de salir a andar Cuba.
Pero Alex sabe que «amor cuerdo no es amor». Y que los grandes revolucionarios han desafiado la cordura para poder hacer las grandes cosas. «Quizá en este sentido uno está loco. Pero entonces a mí me gusta estar loco», dice con la mayor seriedad. Y uno sabe a qué se refiere con esas palabras que podrían asustar a cualquiera.
Este muchacho de 30 años, graduado de Derecho, recuerda la vergüenza de los primeros días, porque no conocía al resto del grupo, una inquietud que no duró mucho.
«En estos días conversé con personas de distintas edades y posiciones filosóficas. Aprendimos más Historia, pues cada lugar tenía su versión de los hechos. Son momentos que hay que vivirlos para entender. En la Sierra Maestra nos quedamos en una casa y sentimos que nos conocían de toda la vida.
Y entre anécdotas concluye: «Cuba es preciosa. También es un país con situaciones económicas difíciles, pero está llena de calidad humana».
¿Y ahora?
Jesús Bernabé Prieto no imaginó que se uniría a los muchachos. Estaba en su casa de Cauto Cristo, Granma, cuando el historiador que recorría ese camino, le pidió guiarlos por una parte de la ruta. Al rato de caminar con ellos ya quería ser uno más. Pero no sabía si sería posible. Cuando la provincia de Camagüey se «le acabó», miró a Alex con tristeza de niño asustado y le preguntó: «¿Y ahora?».
Durante los primeros días no habló mucho. Luego «cogió confianza» y había que mandarlo a callar. Entonces comenzó a ser parte de esa «familia que se conocía por años», que no paraba de contar chistes y aprender entre sí.
Jesús es promotor cultural. Cuando supo que los muchachos también caminaban por los Cinco y solo eran cuatro, halló otra razón para seguir con ellos.
Ahora siente que puede enseñar Historia. Y promete que cuando vuelva a Oriente irá sin escalas hasta Guantánamo para completar el recorrido de Cuba haciendo la Ruta Martiana.
«No ha sido una locura, sino algo histórico. He cumplido el compromiso que me hice» de llegar. Entonces, por ingenuidad, una le pregunta si extrañará a sus compañeros, y el ocurrente muchacho responde: «¡No, son ellos los que me extrañarán a mí!».
La barba de Fidel, Che y Camilo
Reynaldo Perera de Armas es el secretario ejecutivo del Consejo de Jóvenes Plaza Martiana. Como amigo y compañero de aventuras de Amaury Echavarría, su presidente, conocía la historia de cuando «el primero de los locos» completó la Ruta de Cuba en 2005 y hasta su diario escribió. Entonces el deseo se hizo propio porque «esas cosas se contagian».
«Gracias a la locura de algunos, tuvimos la suerte de que en la primera ruta comenzaron cuatro y solo terminó Amaury, mientras que esta la iniciamos cuatro y concluimos ocho.
Como en toda expedición, hubo momentos alegres, tristes, impactantes y peligrosos. Varias veces perdieron el camino. Hasta incendiaron una penca en una loma del Escambray para que los hallaran. «El peor día caminamos perdidos más de 70 kilómetros. A las 11 de la noche íbamos por terraplenes».
Y aquí no acaban las dificultades. Cada mochila pesaba más de 30 libras. Los zapatos se rindieron varias veces y hubo que coserlos con alambre. En el Escambray los «asaltaron» las garrapatas. Durmieron en escuelas, casas de familia, salas de televisión y terminaron en un contenedor la última noche.
«Celebramos el cumpleaños 160 de Martí, fuimos una voz en el apoyo a la Revolución Bolivariana y por los Cinco. Aunque no logremos todo, nos convertimos en una ola en cada lugar que estuvimos», reflexiona Reynaldo, quien iba a afeitarse, algo que no hacía desde el 20 de julio, por lo que las muchachitas siempre querían tomarse fotos con él, por esa similitud con nuestros grandes héroes que le adjudicó la barba.
«Para mí esta es la barba de Fidel, del Che y de Camilo; esta fue mi forma de llevarlos conmigo y de que cuando las personas la vieran supieran que ellos estaban con nosotros.
«Sería bueno para cada cubano, principalmente para los jóvenes, conocer a su país y no dejar que nadie venga a hablar de él. Hay que coger la mochila, la casa de campaña y salir por ahí a conocer de verdad la historia, la Naturaleza, las personas».
El final del principio
Durante el viaje estos muchachos se fueron convirtiendo en íconos. Por el camino les iban obsequiando pruebas de admiración: un tabaco firmado, los tinajones de Camagüey, velas, pinos de madera, libros… sin contar las firmas y fotos que ellos regalaron.
Fueron días de 25 y 50 kilómetros hasta completar los 2 134 que son pasado. Hoy les atormentan las mismas palabras que se hicieron famosas por Jesús: «¿Y ahora?». Pero ya hay planes para ese futuro.
Los caminantes ya tienen nuevas rutas. Seguir el camino del Che y Camilo desde Las Coloradas hasta Villa Clara será la meta en 2015. Luego viene la ruta en bicicleta. Por ahora, lo de siempre: cualquier travesía que les permita desafiar la cordura. Porque no hay quien ame sin locura. Ellos lo saben.