La ciudad santiaguera se entrega en los días finales de julio al desborde de la alegría en sus expansivas trochas. Una fiesta ante la que no queda indiferente nadie.
Santiago Apóstol trajo desde tierras hispanas el motivo para convertir una procesión religiosa en el embrión de los actuales carnavales santiagueros. Por la aguas del Mar Caribe llegaron lo africano y franco-haitiano para matizar las expresiones danzarias y musicales de esta tierra; así, los desfiles de los cabildos y los grupos de parranderos, acompañados de tamboriles y sonajas en la fiesta de los mamarrachos, perpetuaron las esencias cubanas de estas celebraciones.
En las comparsas, decenas de bailadores representan coreografías relacionadas con las tradiciones caribeñas y con la vida del santiaguero. Carros alegóricos, bellamente engalanados y con efectos de luces, pueblan la Avenida Garzón, desde donde miles de personas celebran este culto a la idiosincrasia local.
La gente prefiere las comparsas de San Pedrito, San Agustín, Paso Franco, Alto Pino, El Guayabito y en particular, la de Los Hoyos, la más sobresaliente de todas. Santiago de Cuba en estos días es una gran fiesta.