La CPA República de Chile, la primera fundada en Cuba, es rentable desde el año 2000. Autor: Santiago Calera Publicado: 21/09/2017 | 05:12 pm
VIÑALES, Pinar del Río.— Fuimos a la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) República de Chile, la primera creada en Cuba, no solo a conocer sus resultados, sino en busca de criterios sólidos sobre un tema que está en el candelero: la producción agrícola y sus mediaciones.
Adalberto Fernández Jiménez, el presidente de la CPA, opina que se han dado algunos avances: el quintal de malanga se les paga a los productores a más de 200 pesos, el de frijol a más de 600 y se resolvió en buena medida el problema de los impagos; anteriormente se les debía varios meses, pero las autoridades comenzaron un chequeo sistemático de este problema.
Acerca de los recursos para trabajar ya hay en las bodegas limas, machetes, picos, pero ni una sola reja ni tornillos para los arados, y en Viñales no existe fundición. Como alternativa, cuando la reja se gasta, en la CPA le empatan un fleje, pero solo sirve para una campaña.
En relación con los abonos orgánicos, es del criterio que dan resultados en las pequeñas áreas.
La cooperativa, rentable desde el año 2000, tiene 60 caballerías en las que se cosechan anualmente unos 20 000 quintales de diferentes productos.
Está demostrado que cuando el Estado asigna un paquete tecnológico, agrega Fernández Jiménez, se cumple, como ocurrió en la provincia con el tomate y el frijol.
La entidad tenía unas 700 hectáreas ociosas que fueron vendidas a la agricultura y ahora están en manos de usufructuarios, dedicadas fundamentalmente a la actividad forestal y a la ganadería, debido a las características de esos suelos.
La contratación
Para el experimentado presidente, la contratación debe ser más centralizada, sin tantos intermediarios. La CPA hace su contrato con la Empresa de Tabaco y esta es la que lo realiza con Acopio, Frutas Selectas y otros organismos, y en ese intermedio se pierde parte de la responsabilidad, puntualiza.
La industria receptora, por ejemplo, no es la que le paga el mango a las CPA que lo producen, sino a la Empresa de Tabaco, y en el territorio se dio el caso de que esta no pudo pagarle a una cooperativa.
Al final, apunta, las producciones que se venden directamente a los consumidores salen más baratas que las que van al mercado, porque en este, para rebajar algún precio por mala calidad, hay que apelar a la Comisión de Merma y con esas trabas al final sale afectada la población.
«Mucha gente afirma que si aumentan las producciones bajan los precios —explica—, pero aquí se demostró que no. Viñales es de los territorios que más piña cosecha; sin embargo los precios no bajan porque no hay competencia. Hay que crear escenarios en los cuales vayan a vender 50 productores o más.
«Existe mucha indisciplina social. Los que venden de manera ilegal en carretillas no son controlados porque no están registrados. Lo hacen después de las seis de la tarde los sábados y domingos, y ese es otro asunto que también motiva inconformidades».
Tracción animal y cuidado del suelo
La CPA República de Chile tiene 24 yuntas de buey para trabajar y entrenan a otras 12, alternativa fundamental, pues tienen dos tractores, pero el combustible no les es suficiente, ya que deben también emplearlo en usos sociales.
«Los bueyes tienen sus ventajas —argumenta Fernández Jiménez—, porque no compactan la tierra como lo hace la maquinaria. El suelo es un ser vivo que hay que cuidar; por ejemplo, con exceso de humedad no debes trabajar en él. Hacemos inversión en una nave para el desarrollo de la lombricultura y la obtención de unas 15 o 20 toneladas anuales de humus de lombriz».
—¿Se cometen violaciones técnicas que también influyen en los rendimientos?
—Sí, así es. La famosa malanga viñalera, por ejemplo, ha ido desapareciendo. Hace algún tiempo en la zona de Palmarito la atacó un hongo en su sistema radicular; no se puso el área en cuarentena y se infestó el municipio. El resultado es que se ha degenerado. Alternar los cultivos y dejar el suelo descansar también son medidas importantes, así como la siembra de barreras contra la erosión, agregó.
Ni la CPA República de Chile, con sus facilidades sociales —escuela, consultorio, panadería, cafetería, complejo de reparación de equipos electrodomésticos— escapa de un fenómeno generalizado: el envejecimiento de la fuerza laboral.
Tiene 82 socios y unos 30 contratados, jubilados que continuaron su trabajo, y el promedio de edad es de 47 años. Cuando sus hijos salen a estudiar no se incorporan después al campo, a pesar de la estimulación que significa el vínculo del salario con los resultados y el acceso a productos agrícolas a precios más asequibles.
En un área de cultivos semiprotegidos, inclinadas sobre la tierra, varias mujeres sudan bajo los sombreros. Una de ellas es Nidia Rodríguez, de 50 años, quien desde los 14 comenzó a trabajar allí. Es hija de Plácido Rodríguez, fundador de la CPA. Sus descendientes no siguieron sus pasos. Tiene una hija profesora y el varón es técnico en fisioterapia.
«Él intentó quedarse aquí, pero qué va, se fue; no resistió el calor y el sol», comentó. Lo mismo afirmaron Caridad Núñez Suárez y Miriam Pérez Duarte.
«El municipio tiene un politécnico agropecuario —precisó el presidente—, pero la gente joven no viene para acá. Es un territorio atípico, con afluencia de turistas; se buscan cuatro pesos en otra parte, aunque en otros territorios sin esa competencia pasa lo mismo».
No existen dudas de que entre la tierra y la mesa existe una larga cadena de mediaciones que ocupa con mayor interés la atención de la sociedad en los últimos tiempos, y tendrá que seguir siendo así para garantizar la seguridad alimentaria.