Trajes, banderolas, farolas y disfraces animan también las congas agramontinas. Autor: Yahily Hernández Porto Publicado: 21/09/2017 | 05:12 pm
CAMAGÜEY.— «Hay que respetar y apoyar al niño que defiende la conga camagüeyana, porque a él le interesan su identidad, sus raíces y sus ancestros», dijo Wilmer Ferrán Jiménez, director de la prestigiosa agrupación folclórica Rumbatá.
La afirmación del destacado artista no solo encuentra respaldo en los miles de agramontinos que durante décadas han cultivado este movimiento cultural aglutinador, sino también en la historia de esta tradición espontánea que se inició allá por el año 1930.
Refieren los estudiosos de este género musical y danzario, que surgió justamente cuando un grupo de amigos decidió, bajo la dirección del destacado y popular Antonio Izaguirre, unirse para juntos crear la conga La Arrolladora, y con esta forjar en el cuero del tambor primitivo, manual y criollo, sin imaginarlo ni proponérselo, la presencia africana en la cultura principeña.
Prestigiosos investigadores del patio como Gustavo Sed Nieves, Ana María Pérez Pino y el doctor Roberto Méndez Martínez corroboran la autenticidad de la conga camagüeyana, que no se parece a la oriental, ni a la de ninguna otra región del mundo, porque su sonido no se percute con las manos, sino con palos o mazas de madera forrados en la punta, que en su vibración generan el pegajoso sonido.
Antes como ahora, sus tambores se construyen con barriles de diferentes tamaños comerciales, donde venían la manteca, el aceite, el vino… y el cuero se «clava» al estilo congo en su sistema de tensión y se afina aplicándole calor (quemando papeles, leña, cajas de cartón…).
Una característica que la singulariza son las seis u ocho campanas que posee, salidas nada menos que de tamboras de freno o llantas de automóviles, que se percuten con válvulas de motor u otros objetos de acero. Mas no son pocas las congas que incluyen hasta sonajas de latón y chapas de diferentes tipos.
¿Bulla o tradición?
Desde el primer tercio del siglo pasado los niños no se quedaron atrás y, junto a los adultos, durante la cercanía del carnaval —fecha fundamental en la que salen estas agrupaciones, del 24 al 29 de junio— comenzaron a formar sus «conguitas» de barrio.
La costumbre traspasó el tiempo hasta la actualidad, en la que los más pequeños de casa continúan agrupándose y tocando el ritmo camagüeyano con lo que tengan a mano: «cubos viejos, ollas, cajas de cartón, o de madera…», afirmaron vecinas del centro histórico agramontino.
Como entonces, hoy las congas de niños, jóvenes y adultos salen desde diferentes barrios de la ciudad, y desde sus inicios interpretaron, sin perder sus toques, danzones, boleros, sones y valses, ya fuera tarareados o con trompeta.
El pueblo de esta localidad es testigo del rescate de la tradición conguera por parte de niños y jóvenes, movimiento que si bien se perpetuó durante más de ocho décadas, hace algunos años había silenciado sus tambores.
«Hace diez años era difícil ver a un niño tocando conga, pero hoy no es así. Incluso ya se les ve dirigiendo sus propias congas y eso es admirable, porque está asegurada la tradición camagüeyana», valoró el reconocido artista Ferrán Jiménez, quien también reflexionó acerca de una arista de las congas infantiles que despierta el debate en vecinos y familias: «El apoyo comunitario que necesitan los niños para mantener su conguita no es igual en todos los lugares».
Justamente cuando rompe la primavera en el mes de mayo, comienza el repique de los tambores en los ensayos, que durante más de un mes, noche tras noche, se convierten en alegría y festín, pero no pocos vecinos que no aceptan la conga camagüeyana, y mucho menos la infantil, la consideran «bulla y pérdida de tiempo».
En recorrido por calles que habitualmente son escenario de estas congas, como Bembeta, Cristo, 20 de Mayo, San Rafael, San Gabriel, Matadero, Las Cinco Esquinas, Ángel, San Pablo, Palma, San Ramón… y repartos como La Belén, Torre Blanca, El Jardín… este diario pudo departir con lugareños de todas las edades.
Los interpelados reconocieron las reacciones diversas que provoca en vecinos el rescate de la tradición: unos la elogian, mientras otros se niegan a aceptarla por el ruido que genera.
Opiniones de vecinos de la calle Bembeta, como las de Karina Mollinedo, Marieta Ruiz Delgado y Arturo Conde Ramírez, indican que hay mucha tela por donde cortar en materia de congas infantiles agramontinas y de su aceptación y apoyo desde la comunidad.
Cada uno de los entrevistados coincidió en que a pesar de no sentirse muy a gusto con el repique de los cueros, durante más de un mes de ensayos tampoco se opusieron y mucho menos si se trataba de niños. «Tal vez si hubiera más conocimiento acerca de la importancia de la conga para nuestra identidad se protestara menos», insistió Karina, mientras sumó una debilidad en el proceso conguero infantil: «A los niños les falta organización y apoyo desde la comunidad».
La ama de casa Marieta puso los puntos sobre las íes: «A muchos vecinos todo les molesta, incluyendo las congas de cualquier edad, pero esto tampoco es razón para maltratar a los muchachos, que vienen con sus tambores a contagiarnos con su juventud una vez al año».
Sin embargo, y a pesar del esfuerzo de muchos pequeños, padres y vecinos, no todo el mundo lo asume igual ni acepta lo que por cerca de un siglo identifica a esta región del país: la conga camagüeyana.
Para Ana Cristina Varona Banderas, personalidad del San Juan camagüeyano, quien lleva 73 años bailando y dirigiendo congas, la poca aceptación de las congas infantiles se debe «a la falsa reputación que se le da a esta manifestación cultural y a sus representantes, por parte de vecinos inconformes», opinó.
Una experiencia que ya rinde frutos en la calle San Rafael, del Consejo Popular de San Juan de Dios, es la conga del jovencito Wilfredo Pérez Ortiz, quien logró que por primera vez su calle tuviera una agrupación de este tipo nombrada Conga Las Centellas.
Refirió el estudiante, quien con solo 16 años dirige su conga, que cuando decidió crearla comenzaron los problemas con algunos vecinos de su comunidad: «Ha sido muy duro crear nuestra conga; siempre hubo gente en contra y hoy todavía hay quien protesta, pero lo importante es que la tenemos y la echamos pa’lante».
Aunque su amarga experiencia no es general, ni siquiera en su entorno, pues según refiere otros vecinos los aceptaron y los apoyaron, lo cierto es que si fallan mecanismos en el barrio existirán personas que se opondrán a esta tradición.
Al respecto, Yudith Rodríguez Hurtado, presidenta de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM) en el municipio de Camagüey, recordó a JR que «para que exista un buen carnaval infantil tienen que existir muchas horas de esfuerzo y ensayo por parte de los niños». Insistió la dirigente juvenil en que hoy se impone unidad de la familia, la comunidad y la escuela para preservar este espectáculo lleno de tradición e identidad.
María Julia González Sariol, directora del Centro Provincial de Casas de Cultura, valoró que el papel del promotor cultural y de los instructores de arte es determinante para esta tradición. «No en todas las comunidades funcionan igual estas personalidades del barrio. Donde existan problemas de aceptación y de organización de las congas, el promotor y “los factores” del barrio no han desempeñado su rol.
«Son muy importantes —consideró González Sariol— la unidad y el trabajo conjunto de la comunidad, las escuelas y el Consejo Popular con sus delegados. Hoy es una derrota que congas creadas por niños y pioneros no hayan desfilado en el carnaval infantil del pasado mes de junio, como la del reparto Nueva Esperanza».
Añadió que la aspiración es mantener activas las congas infantiles y de los demás grupos etarios durante todo el año y no solo en los carnavales. «Hay que fomentar los encuentros entre estas y en las diferentes fechas conmemorativas, como la celebración de la fundación de la Villa, el 2 de febrero, y la Fiesta del Tinajón, además de otros eventos y jornadas».
El Director de la agrupación Rumbatá argumentó que «el apoyo incondicional debe ser lo primero en la comunidad; para eso están las personas mayores, porque lo importante es no tronchar los sueños de los niños».
Mucho más que cuero y tambor
El carnaval, como afirman miles de agramontinos, «se anuncia solo; no necesita presentación», pues esa labor la realizan espontáneamente las congas de los barrios.
Sobre cuánto influye una agrupación conguera en la formación de las nuevas generaciones, Héctor Miguel Cabalé Horta, adolescente de 14 años que participa activamente en la dirección de su agrupación Los Comanditos, expresó: «Estar en las congas me ha enseñado su difícil polirritmia y ritmos tradicionales como el mambo, el vals, el chachachá, la samba, el son y el pilón, pero sobre todo el sentido de la responsabilidad con mis muchachos».
Este jovencito, que ha estado desde los seis años «arrollando» por las calles de esta ciudad, aseguró que lo que más extraña, después del paso del carnaval, es la familia que se crea en las congas.
Desde los nombres de las congas: Los Comanditos, Los Luceritos, Las Centellas, Amanecer feliz, Los retoñitos del jardín, Los Mambisitos y Los Principitos de Camagüey… se descubre no solo la lucha por un primer lugar en los desfiles infantiles, sino el apego a la historia cubana. Entonces, ¿qué de malo hay en un ritmo que lejos de ensordecer reaviva tradiciones y amor por la patria?
El popular Roberto Cebrián García, integrante de la agrupación Los Comandos, con su prolífera experiencia conguera, subrayó que es responsabilidad de los camagüeyanos mantener este ritmo arrollador de multitudes; volver atrás, con un silencio infantil casi total en muchos barrios, sería una derrota en tradición e identidad.