Miguel Ángel Puga junto al arquitecto Allan Varera Silvera, y vecinas, quienes observan el pozo aparecido. Autor: Yahily Hernández Porto Publicado: 21/09/2017 | 05:11 pm
CAMAGÜEY.— Tremenda algarabía se ha formado en el barrio de Miguel Ángel Puga, de 72 años de edad. Su casa, ubicada en Calle Independencia, número 117, de esta ciudad, se ha convertido en noticia en todo el vecindario, después de que surgiera un pozo debajo de la cocina y del baño.
Miguel por esta área ya no quiere ni caminar, «a menos que sea de mucha necesidad», comentó el abuelo, quien ha vivido por más de 50 años en el mismo lugar.
Lo cierto es que el pozo apareció como por arte de magia: «Yo cedí un pedacito del costado de la casa para hacer un pozo vecinal, por la falta de agua que hay aquí, y cuando estaba abriendo el hueco, un lateral del hoyo se derrumbó, dando paso a uno bien profundo y con agua», narró aún sorprendido el anciano.
El repentino acontecimiento hizo que uno de los vecinos, Allan Varera Silvera, inmerso también en la realización del pozo vecinal, midiera con exactitud, a partir de su experiencia profesional, las longitudes del añejo surtidor.
«Cuando se desplomó una de las paredes del hoyo que estábamos haciendo se pudo ver el ancho del pozo, que mide dos metros con 50 centímetros de diámetro; y desde la boca hasta piedra firme mide siete metros de profundidad», dijo Allan, arquitecto con más de 20 años de experiencia.
Explicó Allan que del pozo se sacó un tubo de dos pulgadas de diámetro, de acero y muy mohoso, y que servía como bomba de mano, «huellas que sugieren la vejez del pozo, que según mis observaciones tiene más de cien años de construido.
«El cheque encontrado —argumentó el arquitecto— es de bronce, muy carcomido por el paso del tiempo, lo que indica su antigüedad». Además, añadió, estas piezas de bronce para tales menesteres se dejaron de usar y de construir hace muchísimo tiempo».
El vecino explicó que el pozo, que ya brinda agua a unas 20 personas de esta ciudadela, aunque no tiene revestimiento por su antigüedad, tampoco le es tan necesario, «porque él posee una piedra bien dura, que pudo ser comprobada el día de su hallazgo».
El arquitecto destacó que al no tener brocal, el pozo puede ser ubicado a una distancia de un siglo atrás, «porque los brocales solo se comenzaron a hacer en fecha no muy lejana». Agregó que anteriormente se construían muy cerca de la vivienda, «como ocurre aquí, por debajo de la cocina y del baño actual de Miguel».
Informó que por el momento el abuelo, que anda muy nervioso por dentro de su casa, no tiene que preocuparse, «porque vamos a actuar sobre el lateral de su vivienda para que no haya problemas de ningún tipo, y porque el piso que está encima del “hueco” posee bovedillas con losas hidráulicas y perfiles I, que no son más que vigas fundidas en hierro que lo sostienen muy fuertemente de extremo a extremo, evitando —como hasta ahora— el desplome de la vivienda, paredes o piso».
Lo más sorprendente de esta historia no es solo el «oro» que ya regala esta aparición hidráulica: el agua, sino la pregunta que muchos lugareños se hacen: «¿Seguirán aflorando de manera mágica los pozos en la ciudad agramontina?».
Esta incógnita no es exagerada: hace solo unos años, en el patio de una de las casas cercanas a la de este suceso, apareció repentinamente otro pozo mucho más profundo que el de Miguel.
Mientras tanto, sugirió el arquitecto, hay que tener mucho cuidado al abrir otro pozo en toda la redonda, no vaya a ser que algún pocero «vea las estrellas», sin ir al cielo.