El eterno líder y fundador de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de Cuba y uno de los grandes paradigmas de la juventud cubana, Julio Antonio Mella, cumpliría este viernes 108 años, mas quiso la historia que su semilla germinara para siempre en las generaciones que le siguen.
Hurgar en la vida y obra de ese joven excepcional, que nació el 25 de marzo de 1903 y desde temprana edad comprendió la situación que vivía Cuba, permite asegurar que a pesar de una existencia tan breve la ruta transitada por él resultó intensa y fecunda.
En Mella no hubo nada convencional, ni siquiera sus raíces. Todo parecía confluir para hilvanar una suerte signada por la rebelión y la inconformidad. Muchas razones muestran a un luchador de talla continental y que desde cualquier sitio combatió al imperialismo.
Su paso por la vida estuvo teñido no solo por el talento y la virtud que los distinguían, sino por el ejemplo que constituyó para sus discípulos. Ellos encontraban en él al amigo, al hombre y al guía de la nueva generación de estudiantes, quien comenzó su pelea en la Universidad de La Habana.
Organizador del Primer Congreso Nacional de Estudiantes, fundador de la Universidad Popular José Martí y de la sección cubana de la Liga Antiimperialista de las Américas, cuántos hechos hablan del también eminente periodista, con una obra que ha resistido el paso de los años, debido a sus marcados valores.
Hombre de acción, incansable en manifestaciones y huelgas contra los males de la república y las infamias de sus gobernantes, y creador además del Primer Partido Marxista-Leninista de Cuba, fue el combatiente que fusionó en sí el ideario marxista y martiano de la época.
La vigencia de su pensamiento no es un hecho casual, sino realidad, la cual traspasa los límites de la existencia, para llegar ahora con la misma frescura y garantía del ayer. Lejos de extinguirse, como señalara en una ocasión Raúl, sus raíces inagotables penetran más hondo en la conciencia de los cubanos.
Siempre fiel a los principios históricos que se trazó, supo valorar lo bueno y humano de la lucha, así como lo infame y negativo de la tiranía machadista que le tocó combatir y a la cual enfrentó sin límites con su palabra y en muchos casos con el cuerpo mismo.
La oposición de sus enemigos le cerraba las puertas. Estos pronto se dieron cuenta de su capacidad orientadora y creativa, capaz de reorganizar la guerra, y comenzaron entonces a desmentirlo, mas no se daban cuenta de que su figura se agigantaba y alcanzaba nuevas dimensiones.
Como blanco directo de los entonces dueños de Cuba, su vida se transformó en trofeo de guerra. Muchos pensaron que aquel 10 de enero de 1929 terminó su misión. Entonces fue más útil, inspirador y bravo en los combates, pues el resto de las contiendas llevarían su evocación como un escudo. Su ejemplo, unido al vigor y a la profunda humanidad de sus ideas, iluminó su época y aún trasciende fronteras.
Nada describe mejor su vida que esta frase de Fidel: «En Cuba nadie hizo tanto en tan poco tiempo». Existencia breve en cuanto a espacio de tiempo se refiere (26 años), pero muy intensa en lo hondo.
Su existencia transfigura e imprime un sello a su momento histórico. Mella parece no apagarse nunca, salta los obstáculos del tiempo y se instala en el porvenir. Deslumbra, sobrecoge y señala siempre cuál es el mejor camino.