Recuerdo del diálogo con Fanny Edelman, en El Patio de la Madera, Rosario, el 4 de octubre de 1997. Autor: Manuel González Bello Publicado: 21/09/2017 | 04:59 pm
«Entre los acontecimientos más grandes de mi vida está haber conocido personalmente la efervescencia de la Revolución Cubana, y a sus líderes principales, entre ellos a Fidel, a Raúl, al Che», nos dijo Fanny Edelman cuando tenía 86 años.
La prestigiosa intelectual comunista argentina ha seguido profesando ese amor por Cuba y su Revolución. Lo atestigua el hecho de que esta semana, a los cien años de edad, recibió en su tierra, de manos de Yolanda Ferrer, secretaria general de la FMC, la más alta distinción que otorga la República de Cuba, la Orden José Martí.
Nos entrevistamos con Fanny Edelman el 4 de octubre de 1997, en el Patio de la Madera, en Rosario, Argentina. Se realizaba allí —organizado por la revista América Libre y el sacerdote brasileño Frei Betto— el Seminario internacional sobre el pensamiento del Che, en el aniversario 30 de su asesinato.
Nació en Córdoba, Argentina, el 27 de febrero de 1911. Al instante del diálogo con ella mostró una humildad impresionante, y hoy sigue siendo la misma mujer comprometida con la causa de los humildes.
«Los otros hechos que más me han impresionado son la experiencia de la Guerra Civil Española, la solidaridad con la URSS durante la II Guerra Mundial, y haber presenciado también el heroísmo de Vietnam, donde estuve en 1973 y en 1976.
«Tengo acumuladas muchas primaveras en mi alma y una de ellas es vuestra Isla. Son incontables las veces que la he visitado y que la he visto siempre viva y brava, con el líder de la Revolución al frente.
«Conocí a Cuba por referencia y tuve contacto con su insurgente palabra en la voz de la locutora Violeta Casals, desde la Radio Rebelde de la Sierra Maestra. Mas, mi primer contacto físico con la Isla fue en julio de 1959, en España, cuando hablé allá con el escritor Juan Marinello.
«Con mi desaparecido esposo, Bernardo Edelman, entablamos contacto con él y su esposa, precisamente en un congreso de solidaridad, en Madrid. Desde entonces conocíamos Carta Semanal, el periódico del Partido Socialista Popular (PSP) que él nos mandaba a Buenos Aires.
«La primera vez que viajé a Cuba fui a invitar a Vilma Espín y a otras compañeras cubanas a participar en un Seminario Internacional sobre la Mujer, que se realizaría en Santiago de Chile.
«Mi primer encuentro con el joven jefe de la Revolución Cubana tuvo lugar en 1960. En Cuba yo veía la posibilidad de transformación de nuestra América sufrida, y en Fidel comencé a ver la figura revolucionaria más trascendental de la segunda mitad del siglo XX.
«He venido releyendo la historia de la lucha cubana más reciente: el Moncada, la Sierra Maestra, el desembarco desde el yate Granma, Girón… y la verdad es que uno ve a los líderes de la generación histórica de la Revolución no como personajes intocables y sagrados, sino con el calor humano, la sencillez, el valor y la profundidad de sentimientos y de pensamientos que simbolizan a los pueblos combatientes todos».
La Guerra Civil Española
«La Guerra Civil Española tuvo en la Argentina una gran expresión de solidaridad combatiente. El Partido Comunista, mi Partido, promovió una ayuda grande y concitó la adhesión de todas las fuerzas democráticas del país. Se presentaron algunos problemas para integrar en Madrid las Brigadas Internacionales y fuimos para España con el consentimiento de nuestro Partido.
«¿Al Che? Lo conocí en Cuba y me impresionó increíblemente entonces, no obstante nuestra breve charla, porque expresaba la hondísima sensibilidad humana que siempre lo marcó. Un día dije —y hoy lo repito convencida— que para mí el Che es como el agua pura y clara, y estoy segura de que entre él y Fidel reinó siempre una enorme identificación: guerrillera, política e ideológica».
En las Brigadas Internacionales
Fanny nos dijo que en la Guerra Civil Española fue la madrina de la brigada internacionalista argentina General San Martín. Era entonces una joven de 26 años, militante del Socorro Rojo, cuando viajó a Barcelona para incorporarse a los grupos que se sumaron a la defensa de la República Española.
«Pasé momentos muy duros. Se ha dicho que descuidé un tanto a mis hijos, y quizá haya sido así; aunque me tranquiliza saber que fue por poderosas razones. Pero de todas maneras creo que no cambiaría mi historia por la de aquellos insípidos y egoístas que solo ven pasar la vida sin entregarse a las causas nobles».
Fanny Edelman procede de una familia de modestos recursos. Habla despacio y pronuncia bien sus palabras, sin grandilocuencia. Su padre, nativo de Rumania, fue un simple obrero de los molinos Minetti, y su madre, natural de Rusia, una ama de casa sacrificada, volcada a cuidar a sus hijos. Tenía Fanny solo 13 años cuando su familia llegó a Buenos Aires.
«Vivíamos en Tucumán y Gallo, a dos cuadras del Abasto. Entonces ya yo soñaba con estudiar mucho y graduarme de Doctora en Medicina, pero solo los varones eran los que en esa época podían estudiar la carrera. Eso yo se lo dije al Che y le arranqué una sonrisa».
Después se mudaron hacia Vicente López, donde comenzó a relacionarse con personas que la ayudaron a entender sus inquietudes sociales. Su afán por la lectura le vino de su padre, que era un gran lector, y los educó en el amor a los escritores rusos. Durante los años del golpe de José Félix Uriburu, entre 1930 y 1932, Fanny empezó en los quehaceres de solidaridad con los presos comunistas y anarquistas. Se incorporó al Socorro Rojo, donde le propusieron afiliarse al Partido Comunista.
Los años 1934, 1935 y 1936 fueron determinantes en su vida. Conoció al que sería por siempre su compañero de la vida y de la lucha, un periodista revolucionario. Se casaron en 1936 y al poco tiempo estalló la Guerra Civil Española.
«Fue en la Federación Nacional de la Construcción donde mi esposo oyó hablar de las Brigadas Internacionales. Se creó un fuerte movimiento solidario. Las mujeres argentinas, por ejemplo, prestamos una gran ayuda a las madres de los bebés que nacían en el bando revolucionario.
«Mi esposo, a través de un amigo, logró alistarse en dichas brigadas. Y entonces me preguntó: “¿Qué te parece si nos vamos?”». Ella y su esposo llegaron a Amberes en 1937 y de allí fueron a París, donde se coordinaba toda la acción solidaria mundial y se palpaba el despertar antifascista, que de todas formas no empezaba con la República Española. Ya en 1933 Henri Barbusse, Romain Rolland, Thomas Mann y Albert Einstein convocaron a una reunión de intelectuales para alertar del peligro que representaba el fascismo hasta para la misma Alemania.
«En París nos prepararon los papeles y entramos a España, con destino final en Madrid, donde trabamos contacto con las milicias populares. Yo representaba al Socorro Rojo y él a la Unión de Juventudes Socialistas y al movimiento de solidaridad con España, que editaba La Nueva España, una publicación de 60 000 ejemplares. Mi esposo era corresponsal de los frentes de guerra».
El Socorro Rojo tenía como tarea fundamental abastecer con alimento, ropa y calzado a las tropas, además de atender a los familiares de los combatientes. Cuando Fanny y su esposo salieron de España, encontraron que la carretera que les daba acceso a París se encontraba llena de pertrechos que no se habían podido hacer llegar a los combatientes, porque lo impidió el Gobierno francés.
«Para mí, las luchadoras más valiosas en la Guerra Civil Española —entre tantas— fueron Federica Montseny, Margarita Nelken y, sobre todo, Dolores Ibárruri, “la Pasionaria”».
Dolores dejó un hijo, Rubén, quien murió peleando en la batalla de Stalingrado. Ella había perdido en Austria a cuatro hijos, de hambre, anemia y enfermedades. Pero nunca superó la muerte de Rubén. De los seis que tuvo, al final solo le quedó Amaya.
«No olvido nunca a la Pasionaria. Se ganó el mayor prestigio en la lucha. Fue la más alta protagonista de aquel histórico proceso. Su verbo emocionaba, electrizaba. Fue la más extraordinaria, sin quitarles mérito a las demás. Recuerdo que me maravillaba la fuerza de su palabra en un mítin en París. La vitoreaban sin entender el castellano, pero se emocionaban como si hablara en francés. Aquel fue un período determinante para las vidas de mi esposo y mía.
«Las Brigadas Internacionales constituyeron una de las manifestaciones más hondas, sanas y heroicas del movimiento solidario mundial. Recuerdo que estaban encabezadas por los dirigentes de los partidos comunistas y socialistas de aquellos años en España, Italia y Alemania. Conocí entonces a hombres y mujeres valientes y extraordinarios. No olvido tampoco que trabajé junto a “María”, una mujer muy modesta, una de las dirigentes del Socorro Rojo, la compañera de Vittorio Vitali, cuyo nombre de guerra como comisario político era Carlos Contreras. Después, en 1942, supe que era Tina Modotti».
Dice Fanny que fue feliz durante la Guerra Civil Española. Cuenta que esos años le proporcionaron muchas enseñanzas y que aprendió tantas cosas hermosas en la lucha por aquella causa, que le resultan imborrables, de tal manera que a veces se siente parte del pueblo español.
«En realidad nunca me he arrepentido de mi historia. No excluiría y mucho menos borraría nada de ella. Tuve instantes muy duros y derramé lágrimas».
Fanny Edelman, quien ha cumplido más de 80 años de militancia revolucionaria y comunista, una vida entera en el seno del Partido, ha leído con pasión a los escritores y poetas Federico García Lorca, Miguel Hernández, César Vallejo, Miguel Ángel Asturias y Paul Auster, pero entre sus maestros —confiesa— están Marx, Engels, Lenin, Martí, Fidel, Raúl y el Che.