Muchos jóvenes se han vinculado a la producción de alimentos con muy buenos resultados. Autor: Modesto Gutiérrez Cabo/ ACN Publicado: 21/09/2017 | 04:59 pm
Ella lleva sus uñas arregladas como para fiestas. No obstante, sabe que se les estropearán al final de la jornada, con los rigores de su oficio de cuerpo y alma para la tierra, los implementos agrícolas y los animales de su cuartón ganadero.
Tiene 25 años y las alegrías suficientes para encontrarle un tiempo a las distracciones. «Voy a fiestas y me divierto con la misma pasión con que chapeo, siembro y atiendo las vacas», confiesa Daymaris Díaz, una muchacha que se apartó de su rol de supervisora integral de una empresa para dedicarse a producir alimentos.
Aunque nazcan callos en sus dedos, la joven siente que encontró su camino entre los surcos de un terreno baldío en áreas de la CCS Osmel Gonsalvo de Jamaica donde, junto a su madre, cosecha viandas, granos y cría el ganado vacuno para mejorar la comida de su gente: «Hemos entregado más de 300 litros de leche mensuales», afirma.
Ovidio Alonso Matos tiene la misma edad que Daymaris e igualmente dedica buena parte de su existencia a producir alimentos para los imienses. Allí, en su terruño, este joven, licenciado en Cultura Física, es casi una celebridad por su virtuosismo para hacer bien las cosas en ambas ocupaciones: Metodólogo en la dirección municipal de deportes y, uno de los criadores de cerdos más destacados de su territorio y la provincia.
«Creé mis condiciones. Compré una turbina para mantener el agua; sembré 2,5 hectáreas de plátano burro y maíz; tengo mi propio molino y almaceno el alimento de los puercos para adicionarlo a la cantidad de pienso asignada por la Empresa Porcina, como parte del convenio firmado con ellos», explica.
El joven campesino está asociado a la ANAP del municipio desde hace tres años, y tiene una «estrategia de vida bien trazada», para hacer las dos cosas y obtener resultados positivos en ambas. Piensa que no debe abandonar ninguna de las dos porque les reportan satisfacciones, no solo a su economía personal sino a la de su pueblo, y ese «es un compromiso de honor que tengo con la Revolución», apunta.
Pero los nombres de Daymaris y Ovidio no se leen en ninguna lista de militantes de la UJC de las 21 organizaciones de base con que cuenta la provincia en el sector campesino. Tampoco pertenecen a brigada juvenil campesina alguna, de las 78 donde se integran 616 miembros del radio de acción en las CCS y CPA del Alto Oriente.
Y quién duda que esos muchachos con sus méritos a cuestas son, por virtudes, militantes de una causa impostergable: aportar sus energías y talento a la producción de alimentos, un asunto de seguridad nacional.
Tales ejemplos colorearon de aplausos el activo provincial de jóvenes campesinos, pero también llamaron la atención acerca de la necesidad de que la organización de vanguardia de la juventud cubana atraiga a sus filas a jóvenes tan excepcionales, integrales e incondicionales como Daymaris y Ovidio.
El asunto, hondamente analizado en esa tribuna, motivó la observación del miembro del Buró Nacional de la UJC, Hilder Torres Escalona, de que el campesinado cubano se identifica también por el alto nivel profesional, inteligencia, y compromiso político, algo que no puede desaprovechar la organización de vanguardia de su juventud.
«En cada argumento se aprecia la sinceridad y el amor por las cosas que hacen con los recursos a su alcance. Lo dicen de corazón y sería un premio para ellos pertenecer a la UJC».