En tanto todas las puertas no se abran a la vez al trabajo antivectorial, se comprometerá la efectividad en la batalla contra el mosquito. Autor: Odalis Riquenes Cutiño Publicado: 21/09/2017 | 04:56 pm
SANTIAGO DE CUBA.— Una y otra vez el dedo presiona el timbre de la puerta… mas no encuentra respuesta; tampoco la mirada interrogadora a los vecinos más cercanos, ni los toques insistentes.
El operario de la Campaña de Lucha Antivectorial respira hondo; despacio, envuelve el cansancio de horas de deambular bajo el sol y el calor santiagueros y comienza a reorganizar su estrategia para lo que queda del día, mientras anota: Vivienda cerrada.
«Nuestras visitas sí se avisan, pero muchos moradores tienen que salir y no dejan la llave. ¿Ahora? Tengo que volver por la tarde o la noche para recuperarla. Una sola vivienda que se quede sin tratamiento es un peligro de infestación del mosquito», dice, y parte hacia la casa contigua.
La historia es real, y mucho más común de lo que debiera. Un serio y prolijo trabajo de integración intersectorial ha puesto contra la pared al peligroso mosquito Aedes aegypti en Santiago de Cuba, donde los índices de infestación han disminuido desde un 1,65 en febrero, 0,59 al cierre de marzo, a un 0,38 en los días iniciales del primer ciclo de abril.
Sin embargo, a pesar de todo ese esfuerzo, el número de casas cerradas, tanto al tratamiento focal como adulticida de los operarios de la Campaña Antivectorial, sigue entorpeciendo la efectividad de estas labores y limitando los empeños de reducir lo más posible la focalidad por el indeseable vector transmisor del dengue.
Datos sobre los últimos análisis de las autoridades sanitarias dan cuenta de la reducción matemática de la cantidad de casas cerradas, pero los números no alcanzan para la satisfacción.
Aunque en estos momentos los mayores índices de viviendas cerradas reportados se acumulan, según informes recientes, en las áreas del distrito José Martí y los policlínicos Julián Grimau y Camilo Torres, el problema se reitera lo mismo en El Caney, Altamira, que en el centro de la ciudad, y hasta en los municipios con infestación.
Refugio seguro
El rostro de la mujer va del fastidio a la justificación. «Imagínate, yo trabajo, uno tiene cosas que hacer… La verdad es que avisan el día que fumigarán, pero una no puede estar la mañana entera esperándolos. La llave de la casa es algo muy íntimo para dejarlo en manos de otros, aunque sean vecinos».
La ignorancia sobre las consecuencias de su actitud, la falta de responsabilidad y la inconciencia de quienes delegan a otros su papel en un asunto tan serio como la salud, se dan la mano en la respuesta de esta vecina de la urbe oriental.
Sus criterios son también reiterados por otros muchos habitantes de barrios con focos del mosquito, quienes parecen convencidos de que el sistema de salud debe adaptarse a ellos y no a la inversa.
Confirman los especialistas que una vivienda que se quede sin ser tratada en una manzana no solo continúa siendo un foco potencial del Aedes, que pone en riesgo el trabajo de los operarios, sino que es un refugio de cinco estrellas, el más seguro para un enemigo que acosado busca todas las alternativas posibles para sobrevivir.
La doctora Daisy Figueredo, directora de la Unidad Provincial de Vigilancia y Lucha Antivectorial, no se cansa de repetirlo: «Si en un área con presencia del vector hay 20 casas, y por ejemplo se aplica el tratamiento adulticida (fumigación), solo en 18, los mosquitos en su escapada buscarán abrigo en esos locales no tratados más cercanos.
«Así, aunque en la noche los operarios vuelvan a “recuperar” las viviendas, la efectividad se pierde. Primero, porque en la recuperación el efecto del producto aplicado ya pasó en las demás viviendas, lo que hace que los mosquitos retornen a sus antiguos locales; y segundo, porque el Aedes no sale de noche y es más difícil matarlo escondido que volando».
Comunidad abierta por la salud
Eliminar del panorama de la lucha antivectorial el dilema de las casas cerradas, coinciden santiagueros entrevistados por este diario, pasa por estrechar filas y eliminar deficiencias en todos los pasos.
Por un lado, corresponde a las autoridades de Salud exigir que nada entorpezca el eficaz desempeño de las labores de la campaña antivectorial, usando para ello todos los mecanismos a su disposición.
Donde la labor educativa y de explicación en las comunidades no procede, se impone llegar hasta la aplicación de instrumentos legales como la facultad para abrir las viviendas con ayuda de un cerrajero ante la presencia de las autoridades competentes, o de multar a quienes con esta práctica están poniendo a toda una barriada al borde del peligro de la propagación de una epidemia.
El trabajo de los CDR, la FMC, la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana y otras organizaciones de la comunidad y de los organismos (que en el caso santiaguero se han sumado a la lucha a muerte contra el vector cuadra por cuadra y manzana por manzana, ha logrado los primeros pasos en la reducción de los índices de casas cerradas), aunque demuestra que ahí está el camino, todavía no logra una respuesta completa.
El factor decisivo y la mayor posibilidad de transformar definitivamente esta situación están en la familia, en los moradores de las viviendas llamados a asumir su verdadero rol, con la conciencia de que no habrá resultados efectivos para la labor antivectorial en tierra santiaguera si no se abren a la vez todas las puertas de los lugares donde puede guarecerse el vector. En casa cerrada, sí entra el mosquito.