Periodistas y fotógrafos de esa publicación comparten anécdotas de su labor periodística con los lectores de JR
CAMAGÜEY.— El periódico Adelante cumple este 12 de enero 50 años de labor. Un colectivo como este no puede renunciar a contar que el ejercicio de esta profesión durante tantas décadas significa sabores únicos, intrépidas jugadas y también lamentos... imposibles de borrar.
El más viejo de los reporteros, Armando Boudet, allá por los años 60 le endilgó a un dirigente, en una equivocación lamentable, el apellido de un esbirro de la tiranía. Quiso Boudet que la tierra se lo tragará, pero hasta hoy la confusión lo intranquiliza: «Intenté hasta recoger todos los ejemplares de los estanquillos, pero ya no había solución», confesó.
Una experiencia similar narra el sexagenario Oriel Trujillo, quien en el año 1976 revisó una y otra vez la esperada primera página que daría la noticia de la instauración del Poder Popular. Pero un lapsus le jugó una mala pasada: «Aquella información con título bien grande en primera página decía: Poder Local...».
Hay de todo en esta profesión, porque obliga a vivir momentos arriesgados, perdurables y hasta siniestros. Uno de esos instantes fue el padecido por el veterano Eduardo Labrada, quien en septiembre de 1976 viajó hacia el ojo del huracán Emilio, pero su compañero fotógrafo, a causa del terror, se tapó la cara hasta el regreso y no hubo una sola imagen del hecho en nueve horas de travesía: «Aún me arrepiento de no haber tirado yo la foto», afirmó la popular firma de la sección Catauro.
Se evocan también los segundos más funestos de Rolando Sarmiento y su equipo: «Una vez quedamos atrapados en un incendio forestal en la Loma del Peñón, y en otra ocasión tuvimos que salir nadando por encima del yipi, porque este resbaló y el agua del canal hidráulico de Najasa, nos cubrió».
La vida y su doble filo han cortado, y hondo, a varios de estos colegas, al punto de convivir con el arrepentimiento eternamente. Este es el caso de los fotorreporteros Otilio Rivero y Orlando Durán.
El primero no pudo tirar la foto de su vida: «El Comandante Fidel me paralizó hasta la respiración con la firmeza de su mirada»; y el segundo, por dejar entrever su devoción hacia el equipo de pelota de Las Villas, tiró su cámara en medio del campo y comenzó a saltar de alegría: «Me quedé sin la imagen del cuadrangular de Muñoz, sin el perdón de todo el pueblo camagüeyano y con el regaño de mi director».
Para obtener una información, Enrique Atiénzar recorrió más de cinco kilómetros en medio del monte, solo por ese olfato periodístico que caracteriza al reportero, pero su esfuerzo fue recompensado: «La información salió en primera plana», recuerda.
Las reporteras no se quedan atrás, el dúo «Las María», como cariñosamente se les conoce en el mundo de la prensa aquí: Delis y Socarrás, han sido confundidas con importantes funcionarias del sindicato: «En los 80, por verificar las quejas de la antigua sección La carta de hoy, una doctora casi ni me atiende en su consulta pensando que iba por asuntos de directivos y no por enfermedad».
Y la Socarrás, por tanto fiscalizar, criticar... también ha sido nombrada en no pocos establecimientos de la ciudad con el cargo de inspectora, así como recibida en algunos de estos con miradas de «deja que yo te coja».
Pero más allá de anécdotas, lo más significativo de estos 50 años ha sido la labor apasionada de un colectivo periodístico que ha puesto su pasión y sabiduría en informar, orientar y debatir con sus lectores la construcción de la obra revolucionaria que le dio vida.