Cientos de vidas jóvenes han transformado sus horizontes como la mejor traducción humana de la cooperación cubana con las naciones del área del Caribe
SANTIAGO DE CUBA.—Bien distinta sería hoy la vida de la joven barbadense Melissa Brome, si su fobia por las Matemáticas de la Secundaria no la hubiera puesto de cara a aquel local donde se impartía una conferencia sobre Cuba.
Hasta entonces, su mundo allá en la zona rural de St. Lucy, al norte de Barbados, era pequeño como una semilla. Era la segunda de una familia de siete hermanos, y sin mucho esfuerzo podía dibujar su futuro en cualquier trabajo mediocre, sin grandes pretensiones; uno o dos hijos, y sueños muy concretos.
Pero quiso la suerte que Melissa oyera de la posibilidad de estudiar en la Mayor de las Antillas, y que, fiel a su máxima de que «todo luchando se puede», su espíritu investigador se interesara por conocer más de Cuba, su pueblo, su líder Fidel, sus opciones... y se propusiera llegar.
«La mía es una historia de transformación, de lucha, dice, y su rostro moreno y su blanquísima dentadura, desparraman regocijo. Llegué aquí con 16 años, era casi una niña; no sabía nada de la vida, no conocía el idioma...
«Cuba fue mi salvación. Aquí aprendí todo, a cocinar, a lavar... A ser mujer, persona, profesional. Hoy estudio el cuarto año de la Licenciatura en Ciencias Farmacéuticas en la Universidad de Oriente, y aunque he tenido mis contratiempos, pues mis conocimientos anteriores no eran lo suficientemente fuertes para enfrentar una especialidad como esta, con el apoyo de mis profesores, de toda la Facultad, que son una gran y verdadera familia, he llegado hasta aquí.
«Esa etapa fue para mí una verdadera lucha —cuenta desde la fuerza que da imponerse a los obstáculos—, había muchas cosas que no entendía, de la Matemática, ni hablar. En cualquier otro lugar me hubieran dicho: “Usted no tiene el nivel suficiente para estudiar aquí, le revocamos la beca, debe volver a su país.
«Aquí no. Yo tenía la Facultad de Ciencias Naturales completa en función mía. Si faltaba, la profe Mirtha Fabá, la de Matemáticas, iba hasta la beca a buscarme. El profesor guía me conseguía bibliografías en inglés. Como una gran familia, ante cualquier problema, todos estaban ahí, nunca dejaron que me desanimara ni pensara en detenerme por estar lejos de mi tierra.
«Fue así que aquella estudiante de dos o tres puntos que era yo, hoy está a punto de graduarse y pensando en no quedarme ahí. Después que termine voy a ver si hago una maestría, un doctorado o algo así. Una oportunidad como esta se tiene solo una vez y pienso aprovecharla. De Cuba me pienso llevar lo más que pueda».
Aunque confiesa que nunca ha podido adaptarse a cosas como los potajes de frijoles, ni a la gran efusividad con que se saludan los cubanos, que la harían parecer como loca en su país, los sueños desatados en Cuba para Melissa la hacen hablar hasta de asumir el reto de revolucionar el sistema farmacéutico de la hermana nación caribeña.
«Cuando me incorporé a estudiar hice una investigación y descubrí que hacen falta muchos profesionales de mi especialidad allá en Barbados, sobre todo en la gama de la Farmacia Clínica, que se forma aquí en Santiago. El sistema de farmacias es completamente distinto. Mi mamá, que tiene padecimientos cardíacos, debe pagar más de cien dólares por un frasco de 24 o 50 tabletas, que aquí cuestan como dos pesos...
«Aquí el sistema favorece a la población; allá, aunque el Estado trata de resolver algunos problemas, no es igual. Ahora en mi país la gente pide cada vez más la medicina natural y tradicional, pero los farmacéuticos le tienen miedo. Yo quiero aprovechar toda la experiencia de Cuba para proponer métodos efectivos y a la vez económicos, que cambien la visión de la Medicina que hay hoy en Barbados.
«Para eso me siento preparada, pues aunque le hablé de los profesores como una familia, en la parte docente hay mucho rigor. Si no sabes, no apruebas.
«Si no hubiera venido a Cuba sé que hoy estuviera haciendo algo sin sentido y mi familia iba a sufrir. Tal vez ahora sería una de los tantos desempleados que existen en el área, como consecuencia de la crisis económica actual. Por eso yo siempre le digo a todos que Cuba fue mi salvación».
La historia de Melissa Brome tiene puntos convergentes con la de Joycelyn Nicole, joven de San Vicente y las Granadinas, que cursa el quinto año de Arquitectura en la Universidad de Oriente; o con la de Trevor Zamarro, también en el último año de Ingeniería Química, en espera de ser en breve un apoyo a las industrias de su natal Guyana.
Todos han ensanchado horizontes y descubierto nuevos y lejanos sueños que los emparentan en lo que Melissa Borme describe como la historia común de la transformación.
«La mayoría de los jóvenes caribeños que llegamos aquí lo hacemos buscando algo. ¿Quién no llegó buscando salvación, tratando de evitar un fracaso en la vida, dejando atrás problemas? Cuba es como la gran madre, la hermana mayor del Caribe, casi como un centro de rehabilitación de sueños al que hemos llegado buscando apoyo, y lo hemos encontrado. Cuba es refugio, Cuba es aprendizaje».
La Isla de la cooperación
Según datos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, desde 1961 se han formado en la Isla 3 276 profesionales de los países caribeños, y de ellos, 1 043 en especialidades vinculadas con la salud.
En estos momentos 2 927 jóvenes caribeños, de todos los países de la región, cursan estudios en universidades cubanas.
Asimismo en diez años de cooperación médica con el Caribe han sido realizadas más de 17 millones de consultas, más de 123 000 partos y más de 303 000 intervenciones quirúrgicas.
Más de 770 cooperantes de la salud laboran en estos momentos en siete países de la Comunidad del Caribe, como parte del Programa Integral de Salud.
Uno de cada 340 habitantes de la región caribeña ha sido atendido por la Operación Milagro, que hasta la fecha ha beneficiado a 54 210 pacientes caribeños, de 15 países.