Dejan atrás el hogar para apoyar en las urgencias de su país. Vienen con la inexperiencia de la juventud, pero con la pasión que dará vitalidad a las escuelas capitalinasLlegaron preñados de sueños, con el alma limpia y hermosa como solo puede tenerla quien sabe darse. Entienden del largo camino de empeños y gratitudes que encarna levantar cimientos desde un aula, en el difícil reto de conducir, moldear y educar siendo ellos mismos tan jóvenes.
No sobrepasan los 20 años, sin embargo, demuestran respeto y pasión por lo que hacen, y hasta ciertas mañas, más propias de quienes les llevan ventaja en experiencia.
Dayanis Valdivia considera que los PGI deben ser creativos, porque no pueden convertirse en simples repetidores de lo que se explica en las teleclases. «Hemos dejado atrás el afecto y el calorcito del hogar, porque los tiempos exigen que estemos aquí dando lo mejor de nosotros», compartió la profesora Dayanis Valdivia.
Esta muchacha de Sancti Spíritus es una de los más de 5 000 Profesores Generales Integrales (PGI) que llegaron entre expectantes y entusiasmados hace unos días a la capital para, con su apoyo, cubrir las necesidades de educadores que existen en la enseñanza Secundaria.
Minutos antes de celebrarse el pasado martes el acto de bienvenida, que tuvo por escenario una de las nuevas casas que los acoge, la Residencia San Ambrosio, un diálogo sostenido con varios de estos profesores permitió conocer las motivaciones, anhelos e inquietudes que tienen, cuando comenzarán a curtirse al calor del curso que se avecina.
Cuba, escuela giganteEstos jóvenes comprenden que la escuela no debe ser solo el espacio para aprender reglas ortográficas, redacción o despejar complejas ecuaciones matemáticas, sino uno de los escenarios donde los estudiantes adquieren valores que los hacen seres de espíritu engrandecido.
«El maestro es un paradigma para sus alumnos, por eso no podemos descuidar el modo de comportarnos», sostiene Sergio Enrique Martínez. «Como maestro eres una especie de paradigma para tus alumnos, por eso no podemos descuidar el modo de comportarnos en el centro y en la calle. Dondequiera que estés tienes que ser un modelo». Esta es una de las premisas para el profesor Sergio Enrique Martínez, de 19 años.
El joven PGI superará en muy poca edad a sus alumnos. Por eso sabe que su conducta no solo irradiará a los que lo siguen en clase, sino que se ganará el respeto de todos. «Nuestro desafío es con los estudiantes y también con sus padres, que muchas veces dudan de nuestra capacidad. Por eso tenemos que estar más preparados y a la altura de lo que quiere nuestra gente», resalta.
La vocación y la entrega son para Yusmey González esencia de su profesión. «El maestro —advierte— tiene que ser un eterno inconforme con lo que sabe, dar las clases con amor y creatividad y estar pendiente de todo lo que le sucede a su grupo».
«Impartimos a los estudiantes de Secundaria desde lo más simple hasta lo más complejo con el acompañamiento de las teleclases, pero no podemos convertirnos en meros repetidores, o dejar que se cansen con los videos. Tenemos que motivar con mucha picardía y sin improvisaciones a nuestros niños», refiere Dayanis.
La Historia, según esta profesora, no puede darse como una suma de hechos y fechas. «La propia Ciudad tiene muchos sitios donde ocurrieron momentos trascendentales para nuestro país. Ahí tiene que estar mi aula reviviendo esos pasajes. Esta es una de las mejores maneras, desde mi punto de vista, de inculcar el amor por la patria y por la Revolución», apunta.
«Como profesores —advierte Yusmey González— tenemos que ser eternos inconformes con lo que sabemos. Nuestro deber es ser cada día mejores». Para Yusmey González la ejemplaridad y laboriosidad se imponen en una enseñanza tan difícil como el nivel secundario. «Nuestros estudiantes son adolescentes, una edad contradictoria, por eso tienes que llevarlos de la mano con mucho cuidado. Si eres puntual, trabajador, educado y limpio, ellos van a admirarte por esas cualidades. Pero si fumas en el aula, tu forma de vestir no es la más adecuada y tus hábitos no son los mejores, entonces no estamos hablando de un maestro en toda la extensión de la palabra».
A José Luis Vera le resulta complejo el cambio del nivel primario al secundario. «Este es un momento difícil para esos niños que vas a recibir en séptimo grado, y el maestro ocupa un lugar especial en ese tránsito; por ello debes acompañarlos con esmero mientras se estén adaptando».
El corazón del aulaEstos Profesores Generales Integrales, junto a los 4 948 jubilados que regresan y demás trabajadores que se mantuvieron fieles al sector, enaltecen la educación en Cuba.
La educación masiva, gratuita, obligatoria y sin exclusiones, no puede lograrse con varitas mágicas. Paradójicamente, si bien todos quieren la mejor educación para sus hijos, pocos están dispuestos a afrontar tan alta responsabilidad.
Por esa realidad se lamenta el joven Yusmey. «En estos momentos es necesario asumir esta tarea en la capital con el peso que tiene. No lo pensamos dos veces para salir de nuestras provincias y acompañar este proceso», explica.
El amor al magisterio Yusmey lo lleva muy adentro. «Mi mamá es profesora de Español-Literatura y siempre me ha apoyado. Pero algunos padres no hacen lo mismo porque creen que es una profesión muy sacrificada, con pocas recompensas».
José Luis Vera opina que los PGI tienen el reto de educar a jóvenes adolescentes que tienen que adaptarse al difícil cambio del nivel primario al secundario. José Luis comparte la opinión de que una de sus tareas es también formar el relevo. «De un día para otro no sale un maestro, hay que sembrar el amor por ello. Ya mencionamos una de las maneras para lograrlo, a través de nuestro ejemplo, y otra puede ser los círculos de interés».
«Quien piense así se pierde muchas cosas lindas», comenta Dayanis, quien refiere lo grandioso que resulta que «los alumnos te quieran, admiren y recuerden por el resto de sus días».
Yaniubis Salas cree que ser maestra no es la última carta, como algunos opinan. «Opté por ser PGI, pero no lo hice porque era lo único que quedaba; quien hace eso se convierte en un maestro frustrado. Por esta profesión hay que sentir vocación».
El apoyo de los padres —piensa Amarilys Palomino—, es imprescindible para que las nuevas generaciones sientan amor por el magisterio. «Los padres pueden apoyar. Desde pequeña mi juego favorito era jugar a la escuelita, y cuando tomé este camino mis papás se pusieron muy contentos», argumenta Amarilys Palomino.
Sergio Enrique es de los que piensa que los maestros no se «captan». «En el aula es donde tienes que darlo todo y si no te nace de dentro, eso sí es un problema», reflexiona.
La formación de estos jóvenes se seguirá completando. «Nosotros recibimos el curso anterior una intensa preparación. A partir de ahora todos los sábados tendremos clases y preparación metodológica a tiempo completo, hasta que logremos alcanzar nuestro título de licenciados», añade Dayanis.
Deuda de afectosEn estos días cercanos a septiembre muchos cubanos sienten una deuda de afectos con quienes los formaron. Este nuevo curso particularmente trae una especial nostalgia por los antiguos maestros, al saber que muchos jubilados volverán a adueñarse del pizarrón.
Perdura en mi memoria la gorda, linda y paciente Elsa, empeñándose en la perfección de mis letras y cálculos, y también Evelio, Montalvo y Osmel, quienes a fuerza de entrega y sabiduría ganaron el alma de sus discípulos.
Hoy la confianza en la solidez de la educación cubana reposa también en esa mezcla entre los jóvenes y los más sabios, que sabrán regalar conocimientos y pasión, o resarcir con bondad las imprudencias de sus estudiantes, como un día lo hicieron las raíces que los sostienen: Félix Varela, José de la Luz y Caballero, Rafael María de Mendive y José Martí.