Las espinas del pez león son una suerte de agujas hipodérmicas que inyectan el veneno como con jeringuillas. Foto: Rafael Mesa Moreno «Lo más emocionante del viaje en el barco fue el primer avistamiento en el agua del venenoso animal».
Quien así habla es Hansel Caballero Aragón, biólogo marino, máster en Ciencias, investigador agregado y jefe de la primera expedición piloto del proyecto Estudios preliminares sobre la presencia del pez león en aguas cubanas.
«Lo más preocupante de nuestra búsqueda submarina del 10 al 21 de junio pasado —sigue diciendo el también vicedirector de Exhibiciones del Acuario Nacional de Cuba— fue saber que un pescador submarino se hincó con las espinas de un pez león, luego de arponearlo en aguas de Cayo Guillermo. Sufrió un enorme dolor, aunque con rápida atención médica logró recuperarse sin secuelas.
«Este pez —aclara Hansel— no debe verse nadando en las playas cristalinas y de arenas planas, donde no hay refugios. No son ofensivos, no atacan ni se acercan a las personas. Solamente tratan de defenderse.
«Vimos más “leones” que tiburones, y ya sabemos que una expedición estadounidense que estudiaba desde La Florida hasta Carolina del Norte, en un solo buceo colectó 115 animales adultos, de hasta 48 centímetros. En aguas de Estados Unidos, como de Las Bahamas, ya esta especie es abundante.
«Rastreamos desde Cayo Mono, al oeste de Punta Hicacos, en Matanzas, hasta Cayo Felipe, al norte de Ciego de Ávila: 16 sitios de muestreo en 249 millas náuticas. Estudiamos zonas de arrecifes de franja que rodean esta porción de la cayería Sabana-Camagüey, en los estratos de laguna arrecifal, cresta y arrecife frontal, y en canalizos y zonas interiores.
«¿El propósito? Probar in situ la metodología que debemos aplicar en el proyecto; realizar censos visuales de la especie en puntos preseleccionados; determinar su presencia en distintos hábitat; colectar ejemplares para su análisis en el laboratorio y conocer nuevos avistamientos.
«La profundidad máxima de buceo no sobrepasó los 20 metros, en perfiles perpendiculares a la costa de los cayos Mono, Cruz del Padre, Cádiz, Santamaría y Felipe, así como en interiores de los cayos Cobo, Francés, Los Caimanes y Guillermo».
De derecha a izquierda, Hansel Caballero, jefe de la expedición; Oswaldo Hernández, buzo, y Pedro Pablo Chevalier, jefe del Departamento de Acuariología del Acuario Nacional de Cuba. Foto: Roberto Suárez Pedro Pablo Chevalier Monteagudo, también biólogo marino, máster en Ciencias y jefe del Departamento de Acuariología, precisa que el muestreo se hizo en recorridos de 50 por metros.
«En sitios interiores se hicieron estos recorridos a no más de tres metros de hondura. Los peces colectados fueron medidos; y a los que no pudimos atrapar, les calculamos la talla. A 18 de los capturados se les tomaron muestras de tejido y órganos para análisis genéticos, de contenido estomacal y de desarrollo gonadal. Contamos 12 “juveniles” que no cogimos, ubicados en tableros de langostas.
«Detectamos 31 “leones” de diferentes tamaños: 15 “adultos” y 16 “juveniles”. En el norte de Matanzas no vimos ninguno. Al tercer día del viaje, por una marejada fuerte, con turbonadas, no rastreamos zonas previstas aledañas al cayo La Vela, y tuvimos que entrar al puerto de Isabela de Sagua, por lo cual perdimos 48 horas de trabajo.
«Los peces se encontraron al norte de Villa Clara y de Ciego de Ávila. La talla de los “adultos” osciló entre 23 y 29 centímetros de largo. La de los “juveniles”, de 5 a 13 centímetros.
Oswaldo Hernández Trobo, biólogo marino y buzo con experiencia, comenta que en los manglares de la zona se han visto (sin confirmación), pero por el calado del barco, no fue posible llegar a estos.
«En las praderas del sustrato thalassia, desprovistas de refugios, no se vieron “leones”.
«En el arrecife hallamos ejemplares del pez león en fondos de biotipo “camellones”. En las crestas no vimos ninguno».
Murciélagos del marHansel añade que la mayoría de los peces detectados se encontraron dentro o muy cerca de refugios, pero quietos.
Pedro Pablo evoca la sorpresa de que «en muchos casos se hallaron “leones” casi estáticos, colocados de forma invertida en el “techo” de amplias oquedades, en los promontorios de coral, boca abajo, como los murciélagos, no colgados, sino pegados.
«Su conducta escurridiza y su variable coloración nos indicaron que los muestreos de censo deben realizarse con cuidado, revisando toda oquedad posible. Al acercarnos, se erizan “en guardia”, y presentan el lomo lleno de espinas, como una advertencia».
La mayoría estaba cerca o dentro del refugio: cueva, arrecife, promontorio de coral (cabezo) o artes de pesca y en las vegetaciones marinas llamadas seibadales.
Reflexiona Hansel que será menos probable encontrar «leones» nadando libremente, por lo menos en los horarios diurnos.
«Vimos especies “juveniles”. No es confirmación, pero sí indicio de que se están reproduciendo. Tenemos reportes de 15 nuevos avistamientos de “leones” adultos, no confirmados, a dos metros de profundidad, en Cayo Verde, Don Pepe, Madruguilla, Cayo Borracho y Cayo Fragoso, todos en Villa Clara; y en Las Coloradas y Cayo Felipe, al norte de Ciego de Ávila».
No era buena noticiaLos buzos nadan y el barco los sigue mediante unas boyas de señalización. Llevan tanques de 12 y 15 litros. Su tiempo máximo de buceo es de 40 minutos, para evitar la descompresión.
«El primero que vimos —recuerda Hansel— estaba dentro de un barco de ferrocemento hundido en Cayo Felipe, al norte de Cayo Guillermo, en Ciego de Ávila. Se capturó y se filmó la colecta, hecha siempre con jamo.
«Ese primer ejemplar lo hallamos debajo de la cubierta de la popa de la embarcación sumergida, de 16 metros de eslora, a 17 metros de profundidad. Desde la cola a la cabeza tenía 24 centímetros.
«Nos emocionamos, por ser el primero y comenzar a cumplir con la tarea, pero sabíamos que no era una buena noticia encontrar lo que buscábamos.
«Por ser venenosos, bajo el agua los ejemplares deben manipularse correctamente, con sumo cuidado para que no se escapen.
«Los ponemos en bolsas de polietileno transparentes, bien cerradas, con un pequeño flotador, pero separadas del buzo, como “un papalote bajo el agua”, de manera que no toquen el fondo, para impedir la fuga del pez, y que no lleguen a la superficie».
Cazadores crepuscularesOswaldo refiere el avistamiento de algunos de estos animales bajo el puente al lado de la dársena de Cayo Guillermo, donde hay una fuerte «corriente de marea».
«Buceamos allí en apnea (a pulmón). Para nadar nos protegimos detrás de los pilotes del puente, donde el agua es turbia. Los “leones” estaban escondidos dentro de escombros, gomas, latas, hierros. Cogimos dos grandes y uno chiquito.
«Uno de los grandes dentro de una goma y el otro dentro de un tubo cuadrado metálico. Uno lo atrapé yo, y el otro Pedro Pablo. Hansel cogió al más pequeño en un tanque metálico de 55 galones».
En el barco Aries, con cuatro experimentados tripulantes de la Empresa SERMAR (Julio, Marcos, Frank y Magua) se hicieron las primeras observaciones de las vísceras de los«leones». Foto: Victor Isla «Se les toman muestras de sangre y también del estómago, vísceras, piel, músculos y aletas. Queremos saber de qué se alimentan en Cuba. Al menos mediante pruebas genéticas se puede conocer si es una o son varias las especies presentes en nuestras costas».
Pedro Pablo cuenta que al acercarse al pez intruso, el animal trata de huir, con un movimiento rápido en cualquier dirección. «La filmación muestra a uno que se sale del jamo y empieza a nadar. Al avanzar un tramo corto, se detiene en actitud defensiva, como esperando un golpe de un enemigo al que no entiende, porque el jamo no lo muerde, ni lo hinca, ni lo golpea».
Oswaldo dice que al parecer tienen pocos enemigos, porque de inicio no huyen; se ven tranquilos, como si confiaran mucho en el veneno que segregan sus espinas desde unas glándulas en las bases de estas.
Pedro Pablo aclara que sus espinas son huecas y semejan agujas hipodérmicas con las que inyectan el veneno como jeringuillas.
Los “leones” —dice Pedro Pablo— son cazadores crepusculares y nocturnos, con preferencia por los amaneceres, atardeceres y noches, horarios en que los demás peces ven menos, pero ellos ven más.
«Se han avistado “leones” también en Puerto Rico, Caimán y Jamaica, signo de su expansión por el Caribe».